Julio Irazusta. |
Rodolfo Irazusta. |
Por Julián Otal
Landi
El mismo año en que moría
Hipólito Yrigoyen, aislado e incomunicado, se firmaba en Londres el Pacto Roca-Runciman,
que regulaba el comercio de carnes entre la Argentina y Gran Bretaña con
importantes beneficios para este último, mientras que por el lado argentino los
grupos invernadores eran los únicos privilegiados del acuerdo. Figuras
vinculadas a la ganadería y perjudicados del escandaloso acuerdo como Lisandro
de la Torre salieron a la denuncia pública.
También
los Irazusta se veían perjudicados: siendo dueños del Frigorífico Gualeguaychú,
se encontrarían en inferior condiciones por los beneficios otorgados a los
frigoríficos extranjeros en el suscripto Pacto. En 1934 daría a la luz uno de
los libros fundacionales del revisionismo histórico argentino: La Argentina y el imperialismo británico.
Los eslabones de una cadena, 1806–1933,
escrito por Rodolfo y Julio Irazusta: “La crisis mundial y las revoluciones
que conmovieron a la Argentina en las décadas subsiguientes fueron mejor campo
de cultivo para la influencia británica que todas las vicisitudes nacionales
anteriores, excepto la que siguió a la disolución del gobierno central en 1820.
Mientras la mayoría de los gobiernos civilizados, sin tener en cuenta su mayor
o menor fuerza, enfrentaban las circunstancias con espíritu renovador, entre
nosotros ocurrió al revés. A la conservación del mercado tradicional para
nuestras exportaciones, se sacrificó el desarrollo por medio del tratado Roca–Runciman,
que prohibió al capital argentino perseguir fines de lucro privado en la
industria elaborada de la ganadería, y prometió mayor benevolencia para los
capitales británicos (Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el imperialismo
británico)”.
El
libro en cuestión fue producto de la crisis que acongojaba al país desde la
segunda presidencia yrigoyenista, significando definitivamente el detonante que
había provocado el mencionado acuerdo argentino–británico. El propio Irazusta
confesaba que “hasta 1930 mi interés por la
historia patria no había sobrepasado el que puede tener todo joven en trance de
formarse una cultura y examinar o enjuiciar la realidad que lo circunda. Había
acompañado a Ernesto Palacio, a Juan E. Carulla y a mi hermano Rodolfo Irazusta
en una empresa política, lo que comportaba cierta presunción de conocer del
pasado nacional, lo preciso para ubicarme en el presente y orientarme hacia el
porvenir. Pero no había hecho de la historia un estudio especializado, como el
que haría más tarde”.
De esta
forma, la revisión historiográfica se da a partir de la convulsión económica.
Hasta entonces, referentes del nacionalismo, como eran los hermanos Irazusta,
no se habían planteado la incidencia de Gran Bretaña sobre la historia
nacional; es más, tampoco se creían necesaria la revisión hacia la figura de
Rosas. En sus Ensayos históricos,
Julio Irazusta planteaba su reserva incluso hacia la publicación por los años
treinta de la obra del mexicano Carlos Pereyra con su Rosas y Thiers: “...mi
hermano Rodolfo propuso que publicáramos el Rosas y Thiers... Ernesto Palacio y
yo fuimos de opinión contraria. Recuerdo que me basaba en este criterio: que si
bien podíamos ser osados al exhumar textos comprometedores de teoría política,
desde que ya teníamos criterio formado sobre las ideas generales de la materia,
no convenía desafiar la opinión imperante provocando la discusión sobre
Rosas...”
Finalmente, la crisis del treinta,
la decepción uriburista había provocado en Julio Irazusta la necesidad de
abordar la problemática de la historia; y el descubrimiento de la obra de
Adolfo Saldías fue fundamental para él al momento de entablar la conexión de
los intereses británicos en el Plata y la oprobiosa alianza que tuvo con los
unitarios. De esta forma, La Argentina y el imperialismo británico, significó
en primer medida una denuncia hacia el llamado estatuto legal del coloniaje que
sufría el país, además de emprender el puntapié oficial para el cuestionamiento
hacia la historia oficial fundada por el mitrismo. Irazusta plantea la
problemática y la falta de integración que habían llevado a cabo los
intelectuales que le habían dado rienda a la historiografía hegemónica, y su
crítica iba dirigida tanto los oficialistas como para los primeros
revisionistas surgidos a finales del siglo XIX (Saldías, Quesada) encontrando
su origen en el carácter liberal: “La tradición
unitaria, aún dueña de la enseñanza oficial, en el afán de estancar el juicio
histórico donde lo dejaron sus antepasados, entorpeció el desarrollo nacional
en todos sus aspectos, anquilosando su diplomacia, ahogando su economía,
puerilizando su arte, haciendo refleja su filosofía, salvo excepciones
rarísimas en todos los campos del espíritu nacional. Por su parte la opinión
revisionista, se extravió también, añorando restauraciones imposibles,
reproduciendo métodos de guerra civil en épocas de profunda paz interna y
externa. Y por su tendencia a tomar del gran caudillo, en torno al cual debe
racionalmente centrarse la revisión, las recetas de violencia, antes de
ductilidad, dificulta el planteo científico del problema, único que puede y
debe reconciliar a los argentinos por encima de sus trasnochadas banderías. Entre
la servil imitación de un ejemplo histórico y el aprovechamiento de sus
enseñanzas en condiciones diversas, hay una enorme diferencia. Lo operable, a
inspiración de una buena escuela del interés nacional, cuando las
circunstancias han variado, puede consistir en hacer no lo mismo sino a veces
lo contrario del maestro.(...)Imposible ofrecer aquí todas las pruebas que voy
acumulando en volúmenes sobre la flexibilidad de Rosas para evolucionar ante
las vicisitudes de su época. (...)Tomemos su política económica, la más relacionada
al problema constitucional argentino, como lo sostengo en mi examen de la suma
del poder...de todas las evoluciones lo interesante no son los detalles por sí
mismos, sino su adecuación al proceso en cada caso, y la cualidad espiritual de
quien los adoptaba...la conducta de Rosas no por ser la de un teórico de la
ciencia económica y financiera, sino la de un gobernante responsable, es un
modelo en las dos”.
Cuando el referido libro
fundacional salía a luz en 1934 fue bien recibido por el grupo intelectual. En
una carta felicitándolo, Ravignani le decía que la obra en cuestión le parecía
“muy bien intuida y acertadamente encarada”. En definitiva, lo destacable de La
Argentina y el imperialismo británico son diversos factores que estarán presentes
a partir de ahí en la bibliografía revisionista:
*La ingerencia de Gran
Bretaña dentro de la historia nacional y la suscripta dependencia económica.
*La traición de la
oligarquía que anteponía sus intereses frente a los intereses de la patria.
*La figura de los caudillos y particularmente la de Juan
Manuel de Rosas, como defensores de la tradición hispánica, la unión de los
pueblos ante la prepotencia extranjera, su posición antiliberal y la defensa de
la soberanía.
*La obra de los Irazusta concitó el apoyo de jóvenes
provenientes de otros sectores políticos, como el caso de Ramón Doll, militante
por entonces socialista, que desde Claridad en mayo de 1934, aplaudía la
aparición del libro y refiriéndose a la oligarquía manifestaba: “Los autores observan cómo nuestras clases dirigentes a
lo largo de la historia y ahora, especialmente, representan al país en su
aspecto de mercado, y como la necesidad sentida por esas clases de enriquecer y
enriquecerse, han subordinado siempre la autarquía y la soberanía nacional” .
Es
interesante mencionar que la época estuvo signada también por la búsqueda del
ser nacional, hecho no desdeñable y que está intrínsecamente vinculado al
momento de necesidad de identificación, de explicar necesariamente el pasado y
el porvenir. Desde distintos ámbitos y posturas cada uno emprendían esa
empresa: así Scalabrini Ortiz postulaba su búsqueda del Espíritu de
la tierra en El hombre que está solo y espera que salía en 1931 y a lo largo de sus
reediciones iba a acompañar la evolución política de su autor ; Eduardo Mallea
postulaba lo suyo en Historia de una pasión argentina, Ezequiel Martínez
Estrada establecía su escéptica y decadente determinismo con Radiografía de la Pampa; el escritor
nacionalista Manuel Gálvez, publicaba en 1933 Este pueblo necesita... que planteaba la
necesidad histórica de la aparición de un caudillo que lidere y conduzca el
pueblo, una idea para nada foránea pues el tipo de paternalismo que efectuaba
el caudillo era de tradición hispánica pero venía a la luz a partir de lo que
acontecía en Europa: había solo dos caminos que transitar o Moscú o Roma; y
para evitar “el horror comunista con sus
crímenes, con su satánico poder destructor, con su aniquilamiento del hombre,
con su ateísmo militante” es necesario interponer otra fuerza que se le
oponga “la mano de hierro del fascismo,
violenta, justiciera, salvadora”.
gracias por compartirlo pero me llamo Julián no Julio jajja. Abrazos
ResponderEliminar