José Hernández. |
Por Francisco José
Pestanha*
Deseo
expresar ante todo un profundo agradecimiento embajador Carlos Piñeiro Iñiguez
por la invitación cursada, al veterano de guerra César Trejo y congratularme
además con las autoridades del Instituto del Servicio Exterior de la
Nación (ISEN), por incorporar a este ciclo la cuestión Malvinas.
Constituye un especial
privilegio para quien les habla la oportunidad de dirigirme a las mujeres y a
los hombres sobre quienes -en un futuro no muy lejano- recaerá la
responsabilidad de establecer las bases, construir las relaciones, diseñar las
estrategias y determinar los fundamentos de una Argentina, que en pocas
décadas, se consolidará como estado “bicontinental” antártico-americano,
y cuya superficie marítima abarcará más del 50 por ciento de su
territorio. Asimismo manifiesto públicamente el regocijo que me
provoca compartir ambas jornadas con futuros diplomáticos de otros
países iberoamericanos -quienes anhelo- acompañen esta aspiración argentina, ya
que la transformación geopolítica de nuestro país redundará en beneficio de la
región en su conjunto.
Reflexionaremos en ambos
encuentros sobre algunos aspectos vinculados a lo que denominamos “Causa
Malvinas”, tópico medular si los hay en materia de relaciones exteriores para
nuestro país. Ambas disertaciones estarán acompañadas con la proyección del
documental “Malvinas: Viajes del Bicentenario”, producido por la Comisión de
Familiares de Caídos en Malvinas, y dirigido por el prestigioso documentalista
Julio Cardoso.
A modo de advertencia
preliminar, corresponde precisarles que todas y cada una de las reflexiones de
las que daré cuenta a continuación, se enmarcan en una modalidad epistemológica
que autores como el escritor y pensador argentino Fermín Chávez han denominado
como “Pensamiento Nacional”, modalidad que a su saber constituye toda una
“epistemología de la periferia” y que ya posee más de 150 años de tradición en
nuestro país.
Hago mención a tal
circunstancia, ya que bajo ningún concepto aspiro a que mis expresiones sean
entendidas como emanadas desde un “Olimpo de objetividad”. Tal
hecho para nosotros constituye un “imposible teórico” en virtud de que, en
cierto sentido, todos los seres humanos de alguna forma
somos “prisioneros de nuestra propia subjetividad”. Mientras mi
propia subjetividad está en juego al dirigirme a ustedes, intentaré que la
honestidad se constituya en norte de mis reflexiones y mis afirmaciones.
Como he sostenido en alguna
oportunidad, la modalidad del pensar a la que adherimos nos enseña, entre otras
tantas cuestiones, que “los pueblos que han sido sujetos a total o
parcialmente a improntas coloniales, suelen generar en forma natural sus
propios modos o mecanismos de resistencia entre los cuales podemos encontrar:
I) La
cultura popular.
II) La
puesta en práctica de modalidades epistemológicas alternativas como el
caso propio del “Pensamiento Nacional”.
III) Las causas con
un nítido sentido unitivo o causas unitivas o nacionales,
las que por su contenido identitario, por su poder convocante o, por su
significación histórica, contribuyen a la autoafirmación con respecto a un
otro.
En este último tópico incluimos la
causa Malvinas que hoy nos convoca.
En orden a lo expresado
precedentemente, las conclusiones, que expondré a continuación reflejan el
producto de arduas jornadas de labor reflexiva, y constituyen una de las
tantas miradas que recaen sobre el conflicto acontecido en 1982. No pretendo
entonces presentar aquí “verdades absolutas” sino dar cuenta de algunos
aspectos que componen una particular visión sobre la guerra y la post guerra y
sus consecuencias. Quedará para cada uno de ustedes, de acuerdo a su sano
criterio, el desafío de procesar lo que aquí se relate, y en su caso, extraer
alguna conclusión al respecto.
Como me han señalado los
responsables académicos del Instituto, en el marco de este seminario se
han tratado aspectos históricos, jurídicos y diplomáticos vinculados a la cuestión Malvinas. Por
tal motivo me limitaré a referenciar aquellos hitos de las relaciones
argentino-británicas que para nosotros acreditan fehacientemente que el Reino
Unido de la Gran Bretaña ,
por diferentes razones históricas políticas, económicas y geopolíticas, ha
demostrado poseer “intereses permanentes en la región”, y
que tales intereses, se han ido exteriorizado durante un
considerable lapso de tiempo a través acciones de índole militar unas veces, y
otras, mediante sutiles acciones diplomáticas y operaciones de índole económico
y financiero. Legendarios textos de Raúl Scalabrini Ortiz, Julio y Rodolfo
Irazusta, José Luis Muñoz Azpiri y José Luis Torres, se instituyen en
referencias bibliográficas necesarias, y los de Enrique Oliva, José Luis Muñoz
Azpiri (h) entre otros tantos, nos entregan visiones actuales para reforzar tal
hipótesis.
Constituyen para nosotros datos
históricos plenamente acreditados que cuanto menos a partir del
año 1765, los británicos comenzaron a incursionar en la región sur
continental, y que en el marco de tales irrupciones, se incluyeron estudios
geológicos, cartográficos, biológicos, antropológicos, etc., es decir una
verdadera labor de “inteligencia”.
Es otro dato indubitable que en
1833 ocuparon por la fuerza el archipiélago y que además, las acciones
militares de los ingleses no se circunscribieron a aquel episodio ni a esa
particular región del país, sino que tal ocupación estuvo precedida –en lo que
constituye nuestra actual geografía- por dos intervenciones militares
(invasiones) en 1806 y 1807, y posteriormente, entre 1845 y 1850, junto a los
franceses en un bloqueo que intentó violentar nuestra soberanía a través de una
ilegítima incursión nuestros ríos interiores.
Entre otros hitos para
comprender integralmente la magnitud de tales relaciones, podemos enunciar el
pacto suscripto con la Baring
Brothers en 1824, la consolidación a partir de 1860
del Reino Unido como principal comparador de materias primas argentinas (estableciéndose
así un sistema semicolonial), circunstancia ratificada en medio de la crisis de
1930 a
partir de la suscripción 1833 del ignominioso pacto Roca Runciman. Presupongo
que ustedes, todos profesionales, conocen estas circunstancias con precisión
por cuanto me limito aquí sólo a lo mencionarlas.
Tomando en consideración lo expuesto
nos inclinamos a sostener que toda la historia de las relaciones bilaterales
entre ambas naciones se operó en un marco de alternancia entre operaciones de
inteligencia, conflictos militares y acuerdos diplomáticos y económico-financieros,
dejando especialmente la incógnita para futuros historiadores y por qué no para
futuros diplomáticos, el abordaje de las circunstancias que fundamentaron la
suscripción de los tratados de Madrid y Londres de 1989 y 1990 y sus efectivas
consecuencias en el posterior devenir del país. El estudio de tales acuerdos,
es probable, pueda despejarles algunas dudas respecto a las circunstancias
por las que atravesó el país durante la década 1999-2001. Eso sí, les anticipo
que deberán sortear bastantes escollos, algunos vinculados al secreto de Estado.
Mediante esta apretadísima
síntesis, he intentado dar cuenta de que, para a nuestro modo de observar los
acontecimientos históricos, las relaciones bilaterales entre ambos
estados se extienden hacia el pasado como un proceso que
merece abordarse en su integridad, y que, tales relaciones, pueden
perfectamente caracterizarse como “desiguales” en razón de haberse instituido
entre una potencia que otrora constituyó
un poderoso imperio y un país considerado “periférico”. A esta altura sólo la
necedad puede negar el hecho concreto y específico de la existencia de un orden
internacional caracterizado por relaciones desiguales del poder, circunstancia
perfectamente aplicable a nuestra relación con los británicos.
A partir de las consideraciones precedentes e involucrándonos
específicamente en la cuestión que atañe a estos encuentros, sostenemos como
primera conclusión que bajo ningún concepto el acontecimiento bélico
operado a mediados de 1982 puede ser abordado y analizado por fuera
de la historia de las relaciones desiguales de poder existentes entre Gran
Bretaña y la Argentina.
El conflicto armado constituye un episodio más en la historia
de las relaciones entre ambos estados. Les aclaro que recurro al concepto de
desigualdad para dar cuenta de que las mismas nunca fueron encuadradas en
un marco de reciprocidad mutua, y menos aún de igualdad.
Para el Pensamiento Nacional la cuestión Malvinas
constituye un aspecto central y en ese orden de ideas, bien vale recordar
aquella advertencia formulada por José Hernández en un artículo publicado
en El Río de la Plata en el mes de noviembre de 1869.
Pertinente resulta enunciar que, si bien Hernández es conocido popularmente como
el “poeta” autor del “Martín Fierro”, nos encontramos ciertamente ante un
“hombre político” que dedicó parte sustancial de su existencia a la
lucha, participando activamente en acciones que abarcan desde su
integración a las huestes del caudillo entrerriano Ricardo López Jordán, hasta
su desempeño como Ministro de Hacienda en la Provincia de Corrientes y como
legislador en la Provincia de Buenos Aires.
A tal fin, voy a tomarme la
licencia de leer textualmente un fragmento de ese artículo, rogándoles presten
especial atención a los dos últimos párrafos del mismo.
Opinaba en aquel tiempo
Hernández:
“… Se concibe y se explica
fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad
de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete
su existencia futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra
carne. La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y
político; es también la conculcación de una ley natural.
Los pueblos necesitan del
territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire
para libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su
territorio, es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble
atentado, porque no sólo es el despojo de una propiedad, sino que es también la
amenaza de una nueva usurpación. El precedente de injusticia es siempre el
temor de la injusticia, pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo
agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana
contra una nueva tentativa de despojo, o de usurpación?
El pueblo comprende o siente esas verdades,
y su inquietud es la intranquilidad de todos los pueblos que la historia señala
como víctimas de iguales atentados. Allí donde ha habido un desconocimiento de
la integridad territorial, hemos presenciado siempre los esfuerzos del
pueblo damnificado por llegar a la reconquista del territorio usurpado…”
Si bien los párrafos que acabo
de leer en su versión original aparecen incluso en un artículo periodístico, el
texto constituye una de las primeras
reclamaciones de carácter político vinculadas a la usurpación
británica de nuestras Islas, y digo político, ya que emana de la pluma de un
hombre que, como ya indicamos, consagró su vida a ese quehacer.
Habiéndoles advertido que la cuestión Malvinas
ya en tiempos de Hernández era objeto del pensar de uno de nuestros autores más
distinguidos, analizaré, desde esta particular perspectiva, alguna de las
circunstancias más atrayentes de la posguerra de 1982.
Especial interés revista para el
Pensamiento Nacional la aparición, a partir del cese de hostilidades operado el
14 de junio de 1982, de un componente que parte de la literatura política ha
denominado “desmalvinización”. Cuando nos referimos a la desmalvinización,
hacemos alusión a un dispositivo que, como enseña Gustavo Cangiano,
estuvo orientado a deshistorizar la guerra “…hasta degradarla al nivel
de un capricho de un puñado de oficiales, a quienes se presentó movidos
por una enfermiza sed de poder y de gloria”. Para este autor,
deliberadamente “se desligó el conflicto de una reivindicación nacional
histórica de 150 años contra una de las potencias coloniales más crueles y
agresivas de los últimos 3 siglos”.
Algunos autores atribuyen al intelectual
francés Alain Rouquié la conceptualización de tal dispositivo a partir de
opiniones y recomendaciones vertidas por este autor en una entrevista efectuada
por Osvaldo Soriano para la
revista Humor , creo, en su edición número 101 de marzo de
1983. Allí el entrevistado sostuvo:
“Quienes no quieren que las Fuerzas Armadas
vuelvan al poder, tienen que dedicarse a ‘desmalvinizar’ la vida argentina. Eso
es muy importante: desmalvinizar. Porque para los militares las Malvinas serán
siempre la oportunidad de recordar su existencia, su función y, un día, de
rehabilitarse. Intentarán hacer olvidar la ‘guerra sucia’ contra la subversión
y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta que es la
defensa de la soberanía nacional [...] Malvinizar la política argentina
agregará otra bomba de tiempo en la casa Rosada ”.
No obstante lo erróneo del diagnóstico
de Rouquie, ya que concentró la cuestión Malvinas en lo castrense, ignorando la
causa que persigue el pueblo en su conjunto, es de nuestra opinión que tal
dispositivo (el de desmalvinización) fue concebido y puesto en marcha,
inclusive días antes del cese de hostilidades, e impulsado ex profeso por la
conducción cívico-militar y por las elites comprometidas con el régimen dictatorial
de entonces.
Cuando enuncio el término
elites, hago referencia aquella superestructura político-cultural, académica y
mediática, enquistada en el poder de entonces, que intentó -por diversas
razones y desde diferentes perspectivas ideológicas y conceptuales-
deshistorizar, obliterar y descontextualizar toda
referencia o apelación al conflicto que no fuera funcional a esa
estrategia desmalvinizadora. Lo expuesto no implica que en la concepción de
este dispositivo haya existido alguna posible “participación” externa, pero nos
inclinamos a pensar que el mismo encontró fundamento inicial en una
reacción interna inducida por aquellos sectores económico-financieros que
aspiraban al restablecimiento de status quo anterior al 2 de
abril.
En alguna oportunidad sostuve
que la desmalvinización no comenzó con las ideas de Rouquié. Las
condiciones en las que regresaron nuestros soldados al continente dan cuenta de
que este dispositivo fue puesto en marcha inmediatamente después del cese de
las hostilidades y tal vez concebido e inducido tiempo antes. La idea de
"desmalvinizar" giraba ya en las mentes del poder, y la opinión de un
"prestigioso" intelectual europeo sólo sirvió para reforzar cierta
argumental.
Si bien la desmalvinización
constituyó un dispositivo emanado desde la superestructura, su éxito
relativo contó ciertamente con la apoyatura de algunos factores de índole
sociológicos que nos comprenden e identifican como sociedad. Es evidente que
nuestra comunidad no posee un “ethos” guerrero, y que la guerra en
los términos en los que se produjo la de 1982, guardaba cierta relación de ajenidad
con nosotros constituyendo, tanto sus circunstancias como sus consecuencias,
hechos altamente traumáticos. Además la inédita ferocidad de la dictadura y
necesidad de eyectarla del poder pusieron en segundo plano la cuestión
reivindicativa y en primer plano la lucha por la recuperación
institucional.
Se coincida o no con aquellas postras
que emplean categorías de la psicología
individual proyectándolas a las entidades sociales, es cierto que el sentido
común nos indica que el dispositivo desmalvinizador en vez de contribuir
con un adecuado procesamiento de la convulsión traumática generada por la
guerra, ha dejado huellas profundamente negativas, ya que a través de una
contradictoria apelación al olvido ha tendido un manto de opacidad sobre procesos
y acontecimientos sociales altamente significativos para nuestro país,
obstaculizando así un adecuado tránsito reconstructivo. En virtud del poco
tiempo que resta, si a alguno de ustedes les interesa profundizar sobre este
aspecto, pueden fácilmente buscar en internet un texto que publiqué
hace unos años bajo el titulo ¿Otra mirada sobre Malvinas?
La desmalvinización
constituyó, entonces, un dispositivo ejercido desde el poder con el objetivo de
deshistorizar la guerra por las Malvinas eliminando del relato y del análisis
todo vestigio del acontecimiento bélico que pudiera contribuir a fortalecer la
causa histórica que representa nuestra reivindicación por las Islas.
Cabe ahora interrogarse respecto
a ¿cuáles podrían constituir las razones para que este dispositivo fuera
considerado y luego puesto en marcha?
I.- En primer lugar la
derrota en el campo militar, a mi criterio, representó una razón de fundamento
para ocultar lo acontecido en las Islas. La herida producida por el fracaso,
sumada a la decadencia manifiesta por la que transitaba el régimen tirano de
entonces, constituyeron per se las razones de peso para desmalvinizar. En cierto sentido la
derrota militar fue una gran derrota política.
II.- La necesidad de
impulsar lenta y sistemáticamente el restablecimiento de las relaciones
bilaterales entre ambos estados para luego sentar las bases para determinar las
condiciones reales y efectivas del cese
de hostilidades.
III.- La necesidad de
restablecer el sistema de intereses económicos y financieros de los británicos
en la región.
IV.- La necesidad de neutralizar un
espíritu y la conciencia nacional que había podido expresarse a
partir del 2 de abril.
V.- La necesidad de impedir la rehabilitación
de las fuerzas armadas tal lo recomendado por Rouquié.
Estas, entre otras, pueden haber
sido las razones que impulsaron este dispositivo, que en términos generales constituyó
lo que podríamos definir como un discurso hegemónico.
-Los discursos sobre Malvinas-
El dispositivo desmalvinizador presupuso,
obviamente la construcción de un discurso que, con el
tiempo y reconozco, con matices, fue instituyéndose como hegemónico. Un discurso
que, al deshistorizar, obliteró y descontextualizó acontecimientos
y componentes altamente significativos para nuestra historia,
para nuestro presente y para nuestro futuro.
A través del discurso
desmalvinizador se denostó desde la oportunidad hasta el método utilizado para
intentar recuperar lo que por derecho nos pertenece, negando todo intersticio
para intentar recuperar siquiera aquellos aspectos significativos y prominentes
del conflicto entre los que se encuentran valerosas intervenciones de nuestros
soldados y episodios de una épica notoria. El discurso desmalvinizador en
cierto sentido pretendía y aún pretende una clausura sobre el tema.
La construcción de un discurso
hegemónico desmalvinizador estuvo sustentado en una dicotomía muy presente en
la historia argentina “civilización y barbarie”, donde la inversión “los
bárbaros somos nosotros y los civilizados los otros” implicó un menoscabo integral
a lo propio. En el caso particular de la guerra de Malvinas se llegó a extremos
en donde desde algunos medios y sectores intelectuales locales se festejó la
derrota como una contribución de la “civilización” para con la “barbarie”.
El discurso desmalvinizador se
asentó entre otros aspectos en:
I) La deshistorización del conflicto por
Malvinas y el ocultamiento de la existencia de relaciones bilaterales
desiguales entre ambos estados.
II) El desconocimiento del protagonismo de
nuestros soldados a partir de su victimización.
III) La negación de acontecimientos épicos
protagonizados por nuestras tropas, la negación de la condición de héroes de
nuestros caídos, y de aquellos combatientes que en el conflicto adoptaron
conductas extraordinarias.
IV) El desconocimiento a pertinaz
reclamación y labor de los familiares y la falta de apoyo para sus actividades,
entre las que se encuentran la realización de más de 20 viajes, la inauguración
del monumento ahora erigido en Darwin y cientos de actividades y conferencias
negadas por la gran prensa.
V) La
asimilación de la “causa Malvinas” a la Dictadura.
Podría continuar con la
enumeración pero el breve tiempo que me resta me impide enunciar otros
componentes del discurso desmalvinizador, y además, profundizar sobre cada uno
de ellos. En tal sentido aclaro que la enumeración realizada no es taxativa, y que
cada uno de los puntos merece un tratamiento y atención especial.
El Pensamiento Nacional al hacer
especial hincapié en el rol que desempeña la cultura en la configuración de estrategias
de resistencia que los pueblos periféricos motorizan para trazar su propio
itinerario, pone especial énfasis en la respuesta popular. Si bien, como
señalamos anteriormente a partir del cese de las hostilidades y desde “arriba
hacia abajo”, fue impulsándose un dispositivo desmalvinizador que en uno de sus
aspectos se configuró como discurso hegemónico, desde “abajo hacia arriba” a la
vez fue germinando un discurso contra-hegemónico malvinizador, que hoy comienza
a impulsar un cambio de paradigma en la reflexión sobre la cuestión Malvinas ,
y que además se ve reflejado en acciones políticas y diplomáticas
concretas.
El acompañamiento de la
Presidenta de la Nación a los Familiares con motivo de la inauguración del
Monumento de Darwin, las pertinentes y persistentes reclamaciones argentinas,
la inclusión del reclamo en la agenda regional, la referencia en los discursos
a la palabra héroe, dan cuenta de una transformación que viene operándose. No
de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba.
Lo
realmente significativo, mis estimados y estimadas, es que este contra-discurso,
provino del propio pueblo, quien a través del tiempo fue homenajeando a sus
héroes mediante la construcción de monumentos, imposición de sus nombres a las
calles, plazas, escuelas, adoratorios. Como enseña Rodolfo Kusch; “cuando un pueblo crea sus adoratorios,
traza en cierto modo en el ídolo, en la piedra, en el llano o en el cerro su
itinerario interior”. Uno podría agregar que cuando el pueblo crea sus
adoratorios, también va trazando su futuro.
Nuestros estudios y
observaciones advierten que la causa Malvinas y sus protagonistas constituyen
tal vez el mayor objeto de recuerdo y homenaje en el país. Desde el poblado más
pequeño, hasta la ciudad más numerosa encontramos cada vez más homenajes no solamente a los caídos, sino a la
causa en sí misma y es a partir de este fenómeno que un cambio está operándose
en la superestructura.
En el marco de ese
reconocimiento debemos mencionar especialmente la persistente actitud de:
- Las
diferentes agrupaciones de veteranos de guerra y su lucha permanente por la
dignidad moral material y por el reconocimiento histórico.
- La
actividad desarrollada por los Familiares de Caídos en Malvinas.
Las primeras, es decir, las
agrupaciones, orientaron su lucha inicial hacia la conquista de la dignidad
material y humana del veterano. Concluida esa etapa comenzó un segundo proceso
tendiente hacia la recuperación del sentido histórico por el que fueron a la
guerra, y van por su reconocimiento histórico protagonizando una verdadera
batalla cultural.
Los
segundos, es decir los familiares, encararon su batallar a fin de obtener el
reconocimiento histórico de sus hijos y a través del sentido de su sacrificio.
Si bien ese discurso contra-hegemónico
comenzó en el campo de la acción concreta a partir de las reclamaciones, nos
encontramos en una etapa donde su construcción (del discurso) se está
materializando a partir de la elaboración de documentales, muestras, libros,
conferencias, obras de teatro como la que proyectaremos en este marco y que
revela este cambio en las estrategias
Para dar cuenta de esta
evolución en las estrategias y para profundizar algunos aspectos de lo aquí
tratado, en el próximo encuentro proyectaremos “Malvinas, Viajes del
Bicentenario”, un claro ejemplo de construcción de un discurso contra–hegemónico
vinculado a la causa Malvinas.
En ese marco les pido una relectura de los dos últimos
párrafos del artículo de Hernández que ya advertía en esa época el rol de lo
popular en la reclamación por Malinas.
* Conferencia pronunciada en el Instituto del
Servicio Exterior de la Nación el 19 de Setiembre de 2011.
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