domingo, 4 de septiembre de 2011

ACTORES Y TESTIGOS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO






Pérez Guilhou, Dardo; Seghesso, María Cristina; Egües, Carlos Alberto; Ábalos, Marta Gabriela; Ferraro, Liliana; Gascón, Santiago; Segovia, Gonzalo; Consolini, Yolanda; Masi, Alejandra; Páramo, Marta Susana; Micale, Adriana; Duprat, Agustina; López Díaz Valentín, Patricio; Domínguez, Mariano; Molina, Eugenia y Manzini, Lorena,  Actores y Testigos de la Revolución de Mayo, Mendoza, Instituto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos, 2010, 532 págs.




Por Sandro Olaza Pallero


En este volumen, un grupo de investigadores provenientes de distintas disciplinas e instituciones que trabajaron en equipo, decidieron dar otra visión crítica de la Revolución de Mayo de 1810. Los estudios han partido desde enfoques que atienden a los sujetos políticos de la acción, es decir, se han centrado prioritariamente en actores individuales o en testigos colectivos, sin querer agotar la extensa lista.
De esta forma, se revisaron itinerarios vitales e ideológicos que en interacción con el medio social muestran diversas fases de un mismo complejo. Este registro integra las figuras de Cornelio de Saavedra, Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan Ignacio Gorrti y el Deán Gregorio Funes en las Primeras Juntas de Gobierno, suma además otros patriotas unidos a la causa como Juan Manuel Beruti, Dámaso de Uriburu y Esteban de Luca.
Además, de las filas realistas emerge la imagen líder de la contrarrevolución rioplatense: Santiago de Liniers. En otra línea de análisis, se ha investigado sobre matriz grupal el rol de los militares, la participación femenina, la escritura convocante de los anónimos y los catecismos políticos, la manifestación vertida en los primeros ensayos constitucionales y el concepto de pacto histórico con la Corona enfrentado al de la unidad de la nación española. Finalmente, el recorrido se completa con la recepción de los sucesos en la periferia, es decir, con las tensiones y conflictos del grupo dirigente mendocino y los espacios físicos de reunión donde esta particular sociedad se comprometió con la gesta. Desde variados, cruzados y cotejados ángulos de observación se ha reconstruido, con rigurosidad científica, la interpretación de la Revolución a través de los distintos aportes de los autores.
Dardo Pérez Guilhou en “Revolución y conciencia nacional” (pp. 57-77) se pregunta si aceptado el propósito independizante, se lo dimensiona a nivel continental o si se lo restringe a los límites de las futuras naciones que se formaron. Al respecto destaca que no hay dudas de que las primeras señales  trasmitidas por los precursores –como los jesuitas expulsados y Francisco Miranda-, apuntaron predominantemente a la visión amplia americana que luego se encarnó en los libertadores más prestigiosos como Simón Bolívar, José de San Martín y otros: “En estos días, pensamos que tiene importancia esta visión nacional porque cierto revisionismo histórico niega o duda de la presencia de un espíritu revolucionario que, además de la dimensión americana, haya reparado en la construcción de nuestras actuales naciones”.
Santiago José Gascón en “Dámaso de Uriburu, visión crítica” (pp. 177-207) estudia a uno de los testigos de la época: Dámaso de Uriburu. Este personaje de la aristocracia salteña, descendiente por su familia materna de Francisco de Aguirre, conquistador y fundador de Santiago del Estero, escribió sus Memorias en 1827 y cuando recuerda los sucesos de 1810 afirma que la caída de la Junta Central fue conocida simultáneamente en estas tierras. Gascón señala que la idea de lo religioso tiene una trascendental significación en la visión de Uriburu “quien llega al extremo de afirmar que la adhesión viva al gobierno español, en los albores revolucionarios, respondía a una confusión con el sentimiento religioso profundamente radicado en las masas”.
Gonzalo Segovia en “La polémica periodística Moreno-Funes” (pp. 209-237), analiza la disputa periodística entre Mariano Moreno y el Deán Gregorio Funes en las páginas de La Gaceta en los meses de noviembre y diciembre de 1810. Moreno consciente del papel central de la prensa periódica, usa todo su potencial formador de opiniones para resolver ideológicamente este asunto y fortalecer el derecho de Buenos Aires a obrar en nombre del resto de los pueblos, a la vez que profundizar la vía revolucionaria. Funes es más cuidadoso y prudente en su lenguaje, lo que le da a su discurso político un tono más tradicional y conservador: “Mariano Moreno y el deán Funes, dos de las mentes más brillantes de estos primeros meses en la andadura revolucionaria, dan brillo a las páginas de La Gaceta y la impulsan a cumplir con el fin que la Junta se había propuesto con su fundación: esparcir las nuevas ideas en las que el gobierno fundaba su accionar. Serán contadas las ocasiones en que la prensa periodística de esta década vuelva a tener el nivel de estos editoriales”.
Alejandra Masi en “Liniers y la contrarrevolución en Córdoba” (pp. 263-298), analiza el grupo opositor al movimiento porteño, especialmente en cuanto a su origen, marchas y contramarchas. Se introduce en el pensamiento ideológico de Liniers a fin de entender las bases de la contrarrevolución. Otro elemento que destaca la autora es la creación de las milicias voluntarias durante las invasiones inglesas que en los años venideros dotarán a los revolucionarios  de un poder esencial: “Comprender que el proceso de militarización de la población desarrollado desde las invasiones inglesas, demuestra la importancia y la permeabilidad de la politización de ciudades enteras levantadas en armas. Las consecuencias fueron los desplazamientos de los liderazgos en momentos de transición del sistema político y abrieron un potencial para la acción de las elites criollas pero, simultáneamente, impactaron en otros grupos sociales, quebrando la sociedad jerarquizada colonial”.
Pérez Guilhou en otro aporte a esta obra colectiva “Los anónimos y la opinión pública” (pp. 357-391), destaca los escritos anónimos como fuentes testimoniales de la Revolución de Mayo. Estos anónimos tienen su origen en personajes que repudian la Revolución y manifiestan su lealtad a la Península, al rey y/o a sus funcionarios: “Ensambla aquí el tema de la criollofobia. Se hace referencia permanentemente al ánimo adverso a los europeos. El desprecio demostrado contra los sarracenos, es evidente. El contenido mismo de todos los anónimos está motivado en gran medida por tal odio”.
Patricio J. López Díaz-Valentín en “Pacto histórico versus unidad de la nación” (pp. 425-443) se centra en el manejo de dos conceptos jurídicos políticos que constituyeron el eje de la discusión del primer gran debate constitucional argentino, dado en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810. Estos son el Pacto histórico establecido entre los conquistadores y la Corona castellana y el de la unidad política de América y España basado en la unidad de la nación hispana: “En el caso de los hombres de Mayo, recurrieron al pacto histórico con la Corona de Castilla, afirmando que la única vinculación política que tenían las Américas españolas era con la Casa reinante en Castilla, no existiendo un heredero legítimo en el trono reasumían la soberanía, silenciando tres siglos de unión con la Península que iba más allá de la sola unión dinástica. Los peninsulares invocaron la unidad política de la monarquía española en ambos hemisferios basados en una misma nación, pero influidos por la corriente liberal intentaron inflamar el ánimo de los americanos declamando su libertad e igualdad, e invitándolos a tener parte en la representación nacional, sin embargo, al negarse a ampliar la representación americana en base a la población, con el objeto de mantener la hegemonía de la “metrópoli”, borraban con el codo lo escrito con la mano”.

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