jueves, 6 de febrero de 2014

CRÓNICAS DEL HOTEL DE INMIGRANTES

Hotel de Inmigrantes.


Por Magdalena Insausti *



Gobernar es poblar

El propósito de construir un alojamiento para los inmigrantes data de la llegada misma de la inmigración; pero la urgencia por llevarlo a cabo se hizo evidente en 1873, cuando el cólera asoló Buenos Aires.

Declarada la epidemia, le tocó en suerte a Guillermo Wilcken, ‑encargado de inmigración‑, ocuparse de conseguir un sitio donde ubicar a los inmigrantes que llegaban en cantidad, ya que, como él mismo advirtió en su carta al ministro Frías, "el cólera que, declarándose en el centro del municipio, causó la alarma que tantas y tan peligrosas preocupaciones engendró contra la inmigración, a la cual se pretendía hacer responsable de la epidemia”. (1)

En ese contexto, conseguir un lugar para los inmigrantes no era un asunto fácil. Los pocos propietarios que poseían grandes edificios, se negaban a alquilarlos, y los únicos disponibles ya habían sido destinados a lazaretos por la municipalidad.

Resuelta la contingencia, Wilcken planteó al ministro la necesidad de llevar a cabo la construcción de un complejo u hotel que contara con desembarcadero, hospital, dormitorios, oficina de trabajo y un sistema según el cual los inmigrantes pasaran sin transición, del hotel al vagón del ferrocarril que los llevaría a su destino.

Se trataba "nada menos que de construir el establecimiento destinado a atraer, modelar, preparar y entregar al país, la población que espera para elevarse al nivel de las naciones más florecientes”. (z) Un edificio de inmigración que ordenara y regulara la llegada de inmigrantes, desde el momento del desembarco.

El conjunto incluiría un edificio de dirección desde el cual se llevaría adelante la planificación, el análisis estadístico, la ejecución de las políticas migratorias, y un método de propaganda para atraer a la inmigración europea.

Como se ve, ya no se trataba sólo de la asistencia social al inmigrante. Para Wilcken, la construcción del hotel era fundamentalmente un asunto político.

Pero el edificio pensado por él debía ser, también, conceptualmente construido. Propuso, como primera medida, suplantar la palabra asilo, asimilada al alojamiento de inmigrantes, por "Hotel de Inmigración", "Departamento de Inmigración", o "Centro de Inmigración. El término asilo, afirmaba, "es impropio; bueno para un establecimiento de mendigos, implica una idea depresiva, aplicado al edificio que va a construirse para el servicio de los colosales intereses de la inmigración. Lo que entre nosotros se llama Asilo, en Nueva York es conocido con el nombre de "Castle Garden", jardín del Castillo, nombre que, si nada tiene de significativo, nada tiene tampoco de depresivo". (3)

Debía tratarse, en consecuencia, de una construcción capaz de llamar la atención en Europa, debía ser un reflejo de lo que la nación podía ofrecer a los que quisieran emigrar. Por ello, ‑aseguraba Wilcken‑,debería ser monumental, "más grandioso, si cabe, que el del Banco Provincial, construido con los adelantos del arte, dotando a sus oficinas de todo lo que contribuya a desarrollar el elevado y político pensamiento que entraña el axioma constitucional "poblar es gobernar". (4)

La vergüenza pública

Desde 1890, y durante dos décadas, mientras se resolvía el tema de la construcción del hotel, el antiguo panorama de Retiro, un edificio de forma octogonal, recubierto de madera, de aspecto tétrico, sirvió provisoriamente como asilo de inmigrantes.

El edificio, decía J. Rusiñol, "visto de afuera, no se sabe lo que es, pero da frío. Redondo como un circo de tablones, de color de barco abandonado, teniendo por fondo las grúas de los muelles... lo mismo parece una inmensa boya que un cinematógrafo arruinado. Adentro del edificio hay un patio cuadrado y otro más chico, uno rodeado de los comedores y otro de los dormitorios. Hemos visto muchos patios de miseria, pero como aquel, tan frío, tan simétrico... no hemos visto otro.

Aquí, en este edificio, descargan los barcos todo lo que Europa no puede mantener, lo que arrojan las inundaciones, lo que se salva de los terremotos, lo que abandonan los mares, lo que escupen los gobiernos y lo que huye de las revoluciones, todo lo que cae buscando las aguas del trabajo para salvarse de la miseria". (5)

Durante el período en que funcionó la Rotonda, paradójicamente, Buenos Aires se transformaba en un deslumbrante escenario que hablaba de la pujanza y la aspiración de una generación argentina. La ciudad comenzaba a perfilarse como la metrópoli poderosa que se mostraría al mundo. Lo que se construyó en esa época fue sencillamente colosal. Buenos Aires era, sin lugar a dudas, una ciudad majestuosa, aún para los europeos.

"Hay que ver aquellas caras que miran con asombro los adelantos edilicios de nuestra ciudad, que en su mayoría, seguramente, ni en sueños la imaginaron como realmente es”. (6)

Este paisaje de progreso, naturalmente, no admitía la vecindad de un asilo para inmigrantes. La vergüenza que su presencia provocaba en la sociedad era unánime. La prensa se hizo eco del repudio general.

Hubo críticas de todas clases. Algunas, las más moderadas, puntualizaban "la urgente necesidad que hay de buscar un local más apropiado para recibir dignamente a esos millares de obreros y agricultores que acuden a nuestro suelo, atraídos por el trabajo remunerador que aquí encuentran". (7)

Otros periodistas se ocuparon del sentir de los inmigrantes, alojados allí "sin comodidades ni higiene, en una confusión lamentable que hacía perder al que llegaba toda esperanza de prosperidad". (8)

Pero el recuerdo del cólera asociado a la inmigración había quedado en la memoria colectiva. "Francamente, ‑escribe un periodista‑, y sin querer hacer crítica rebuscada, aquello no puede continuar por mucho tiempo como hasta ahora, y aún por la misma salud de la población, que el día menos pensado se va a dar cuenta del posible foco de enfermedades que tiene en parte tan central; deben adoptarse medidas en tal sentido". (9)

"La mayor parte de la construcción es de madera y sumamente vieja; las sucesivas cepas de pintura con que se ha querido remozar no han cambiado mayormente, resultando que, aunque la limpieza interna se haga con prolijidad, siempre queda en mal estado. Y como si esto no fuera bastante, en las proximidades del edificio hay lagunas de aguas descompuestas que son una amenaza constante”. (10)

No faltó, tampoco, el toque de humor. En un extenso artículo sobre inmigración, el epígrafe de una foto del asilo dice "Ya llegará en que esto desaparecerá. Este no es verso: es una vergüenza edilicia”. (11)

Casi un siglo más tarde, en su historia del tango, Horacio Ferrer, al encarar la descripción de la ciudad de principios de siglo, no puede eludir el asilo de inmigrantes. El Hotel de Inmigrantes, dice, "esta allá abajo. En el barrancón de Retiro, sobre el río. ¿Hotel? ¿Llamar hotel a esa pajarera feroz? Eso es un hormiguero a donde van a parar con su documento y su atado de ropas los que recién desembarcan y aún no tienen conventillo conseguido”. (12)

Manos a la obra

Pasaron más de dos décadas hasta que, finalmente, en 1889, el Ejecutivo autorizó la construcción del hotel, cuyas obras comenzaron recién en 1906.

El edificio pensado por Wilcken, iba a ser llevado a ca­bo durante la gestión de otro director de inmigración, Juan A. Alsina. Su larga permanencia en el cargo ‑veinte años‑, además de permitirle orientar una política de largo alcance, también hizo posible la prosecución de las obras arquitectónicas.

El conjunto Hotel de Inmigrantes, concebido como una ciudadela, comprendía una serie de construcciones o pabellones dispuestos alrededor de una plaza central, rodeados por un muro de concreto que cada tanto alternaba con tramos de rejas de hierro pintadas de negro, en contraste con el riguroso blanco general. La superficie abarcaba 27.000 m2.

Naturalmente, el hotel se levantaría a orillas del río, en un sitio bastante aislado de la ciudad. A lo largo de la costa el desembarcadero, sobre el frente la dirección y oficinas de trabajo, a continuación el hospital y los lavaderos, y cerrando el perímetro, el edificio de los dormitorios y el comedor.

Este último, que se diferenciaba notablemente del resto por su volumen y diseño, adquirió, con el tiempo, el nombre aplicado al conjunto: Hotel de Inmigrantes, que conserva en la actualidad.

Perpendicular al desembarcadero, una avenida central unía los distintos pabellones con los jardines, y jerarquizaba la perspectiva entre el río y la estación del ferrocarril, que distribuía a los inmigrantes hacia el interior.

Las obras se ejecutaron según la urgencia operativa. Por ello, lo primero en construirse fue el desembarcadero, que era el sitio en el cual se llevaba registro y control de la llegada de inmigrantes.

Vale recordar que mientras duró la construcción del nuevo hotel, los inmigrantes, una vez desembarcados, iban caminando hasta el asilo de la Rotonda, donde pernoctaban.

En 1907, con la inauguración del desembarcadero, la prensa dio cuenta, una vez más, de la importancia que tiene el hotel en cuanto a la imagen del país, ya que "es como si dijéramos el vestíbulo de la nueva patria que los espera [...] su aspecto no debe rechazar, debe atraer. No debe auspiciar dolores y miserias, debe augurar futuras prosperidades”.

Por ello, concluye el cronista, "los diversos cuerpos de este verdadero palacio para pobres, serán construidos todos en cemento armado, estando las instalaciones de luz eléctrica y el sistema de cloacas a la altura de los mejores edificios de su índole”. (13)

Para octubre de 1910, el Hotel de Inmigrantes estaba prácticamente concluido. Sólo faltaban los pabellones de dormitorios y comedor. Pero con el triunfo electoral de Roque Sáenz Peña, Alsina deberá alejarse del cargo.

El 30 de ese mes, la revista El Hogar publicó un extenso y almibarado artículo destinado a exaltar su figura, "verdadero estadista, libre de prejuicios", pero, concluía, "es lástima que hombres tan útiles al país tengan que abandonar sus puestos, donde su laboriosidad e inteligencia se exteriorizan en tal forma, por los incidentes de la política". No obstante, advertía el cronista, "la obra del doctor Alsina quedará en la historia de nuestra administración como un precioso documento de cuanto puede el esfuerzo perseverante, la inteligencia y la buena voluntad, puestos al servicio de los bien entendidos intereses del país". (14)


Una noche inolvidable

A Juan Alsina le sucedió José Guerrico. Las primeras medidas que tomó, referidas al hotel fueron: rescindir el contrato con la empresa constructora Udina y Mosca y encomendarle el proyecto al arquitecto Juan Kronfuss, modificándolo de manera de reunir en un solo edificio los pabellones de dormitorios y comedor. Luego, inaugurar oficialmente el Hotel de Inmigrantes.

Estos cambios, contaron, naturalmente, con la anuencia de Roque Sáenz Peña, quien visitó el hotel. La revista Caras y Caretas registró el hecho desde una perspectiva bastante mordaz. "Es tan profunda en el doctor Sáenz Peña la afición a los viajes, ‑escribe el cronista‑, que necesita estar siempre en sitios que le recuerden sus muchas travesías oceánicas. Es así que presta toda su atención al Hotel de Inmigrantes velando, como buen jefe de estado, por el bienestar de todos los viajeros, aunque sean de tercera clase...” (15)

Con respecto a Guerrico, el periodista no fue más benévolo. Refirió que "en dicha ocasión los miembros de la comitiva notaron con cuanta dificultad el señor Guerrico seguía los pasos de su huésped. Opinaban la mayor parte de ellos, al comparar las piernas del uno con las del otro, que aquél era un caso clavado de handicap. El señor Guerrico no debía ser puesto en la obligación de llegar a la raya al mismo tiempo que el doctor Sáenz Peña, que es mucho más velero”. (16)

Pocos días después de la visita, el 26 de enero de 1911, Guerrico ofreció una gran fiesta, a la que asistieron Sáenz Peña, sus ministros, el clero, diplomáticos, en fin, lo más engalanado de la sociedad.

Como cabe imaginar, la fiesta del Hotel de Inmigrantes hizo las delicias de la prensa social.

La celebración se llevó a cabo al anochecer. En el edificio de la dirección, adornado con plantas, banderas y escudos, se alojaron los ministros y el cuerpo diplomático, para esperar la llegada del presidente Sáenz Peña.

Los jardines y galerías fueron profusamente adornados e iluminados. Sobre las cornisas de los edificios se habían colocado macetas de flores. "El aspecto de toda la casa ‑relata un cronista‑, era de indescriptible alegría”. (17)

En uno de los pabellones estaban alineadas las mesas del comedor de los inmigrantes, dispuestas para el lunch, cuyos mármoles blancos resplandecían a la luz de los focos.

Con la llegada del presidente, las bandas de policía y municipal ejecutaron la marcha de Ituzaingó, y a continuación el arzobispo bendijo los edificios. Terminado este acto, la comitiva se dirigió al salón destinado para la fiesta, y allí se cantó el himno nacional y se pronunciaron los discursos. En el suyo, Guerrico aludió a la construcción faltante, la que estaría terminada en seis meses.

Luego, la comitiva caminó hacia el desembarcadero, donde se hallaba amarrado el vapor "Arcona", adornado con banderas argentinas e italianas.

Una vez el presidente a bordo, la oficialidad hizo los honores y el brindis correspondiente. A continuación, se realizó un paseo por los jardines.

Las señoras, vestidas de gala, acompañaban la procesión. A la ida, advertía un periodista, "el presidente de la República daba el brazo a la señora Laura Carlés de Guerrico; el vicepresidente iba con la señora Lola Goñi de Güiraldes y el gobernador de la provincia acompañaba a la esposa del ministro de agricultura, señora Josefa C. Mayer de Lobos". Pero al bajar del barco, ya en los jardines, proseguía el periodista, "el doctor Sáenz Peña iba con la señora Teresa de Urquiza de Sáenz Valiente, el general Arias con la señora de Lobos, el ministro de marina con la señora Laura Carlés de Guernco, el doctor Plaza con la señora de Ortega, y el capitán de fragata Malbrán con la señora de Urquiza de Sáenz Valiente" (18).

La ciudadanía también fue invitada. Para atenderla, las empresas de ferrocarriles enviaron tres coches‑restaurantes con su correspondiente servicio. Los tres vagones, repletos de gente, se habían enganchado a una máquina del ferrocarril del puerto de Buenos Aires, cubierta de banderas y escudos argentinos.

A las 11 de la noche comenzaron los fuegos artificiales, y una hora más tarde apareció, entre dos vigas metálicas, un cartel formado con bombillas eléctricas que decía "Buenas Noches", dando por terminada la fiesta.

La celebración, naturalmente, tuvo amplia repercusión social y periodística, y algunos párrafos referidos al pabellón por construirse: "Ese edificio, cuyos planos están terminados, será de cuatro pisos, y su estilo será como el de los hoteles de Niza", (19) o "en la gran plaza que aparece en uno de nuestros grabados, se levantará el verdadero hotel, edificio de cinco pisos en el que se establecerán los dormitorios para seis mil camas". (20)

Un hotel con estilo


La idea de que el hotel era un palacio para pobres, pareciera haber estado generalizada entre la prensa. La casa, escribió un cronista a pocos días de la inauguración, "de lo mejor del mundo en su género, tiene tan excelentes condiciones que muchos de los que en ella se alojan sentirían tenerla que dejar" (21).

Una caricatura del mismo año que mostraba la transición del inmigrante, del hotel al conventillo, expresaba la distancia que existía entre la superabundancia nacional, de la cual valía la pena jactarse, y la paupérrima realidad del inmigrante. "Pero llega la hora de abandonar el hotel ‑dice la caricatura‑, para instalarse en la vivienda costeada con sus modestos recursos. ¡Se acabaron los menús exquisitos y las mesas paquetonas". (22)

En 1913, cuando el hotel funcionaba a pleno, la revista Caras y Caretas publicó un curioso artículo, con moraleja. El argumento giraba, naturalmente, en torno al mito de hacer la América. Para ello, el periodista se valía de una visita al hotel, la cual "proporciona siempre al espíritu ocasiones de meditación", aclaraba. "Si bien es verdad que en ese hotel no huele todo a rosas, y si es verdad, asimismo, que ciertas escenas de miseria no son muy gratas a la vista [...] los poderosos de hoy deberían visitar el hotel de inmigrantes, con objeto de abatir el demonio de la soberbia”. En lo que concierne al estado, observaba el periodista que "la providencia funcionaria les provee (a los inmigrantes) de suculenta sopa, de muelles camas", mientras ellos "pasean por los pabellones, por los jardines del vasto establecimiento en una ociosidad de bestias”. A continuación, el cronista advertía que el ocio de los inmigrantes preludiaba el trabajo, "el sudor, el polvo, la fatiga... Pero tambien acaso la fortuna”. (23)

Los servicios del hotel comprendían el alojamiento gratuito por cinco días, que eventualmente podía extenderse hasta que el inmigrante encontrara trabajo; la atención médica en el hospital a los que así la requerían, la oficina de trabajo, que se ocupaba de conseguirles empleo y de trasladarlos al interior, cursos y conferencias nocturnas acerca de las bondades del país, aprendizaje de maquinaria agrícola y de uso doméstico para las mujeres, y, por último, una oficina de interpretes.

El hotel tuvo, también, su propia agencia de prensa encargada de atraer a la inmigración, y, por supuesto, de promocionar sus actividades. Ya en épocas de Alsina, en las "Memorias" que la dirección confeccionaba anualmente, las ilustraciones contribuían a enriquecer los informes. Durante la gestión del director Manuel Gigorraga, sucesor de José Guerrico, las "Memorias" incluyeron una serie fotográfica de los servicios del hotel. Las mismas fotos, compuestas en álbumes, se obsequiaron a funcionarios del país y del exterior (24). Las fotos muestran cada una de las reparticiones del hotel, incluyendo el transporte de los equipajes en el momento en que los inmigrantes se iban de él.

En cuanto a la oficina de intérpretes, la revista P.B.T. ofreció su propia versión del asunto, en un artículo que denominó "el polígloto de la inmigración".

Tal vez movidos por la propaganda oficial, los periodistas se trasladaron al hotel a corroborar los servicios que prestaba. Allí resultó que la oficina de intérpretes se resumía en la persona de un muchacho, llamado Martín que, a duras penas, con más voluntad que escuela, lograba descifrar los misterios del ruso, polaco, búlgaro, sirio o rumano, según el caso. Para ello, Martín anotaba las palabras "tal como las escuchaba", en un cuaderno cuya fotografía integra el artículo. Así, por ejemplo, fader=padre, mader=madre, etc.

Pero, salvo indiscreciones como esta, la prensa coincidía con la información oficial, cuando no la condimentaba con exageraciones de cosecha propia.

En vísperas del declive que la crisis del 30' habría de causar a la inmigración, La Vida Moderna, editaba un extenso artículo "Cómo recibimos y tratamos a los inmigrantes".

Comenzaba el cronista afirmando que pocos países podían ser tan cordiales y hospitalarios para con el extranjero como el nuestro. "Desde que pisa el umbral de esta casa confortable y simpática, en el ánimo del inmigrante, por torpe que éste sea, una verdad irrecusable se le prende: nuestra generosidad”.

"Desde los comedores espaciosos y ventilados, ‑continuaba la nota‑, hasta la panadería, todo allí es blanco, de una blancura brillante. Las paredes, las mesas, los bancos, la cocina, los corredores, todo sin excepción. Da la sensación de una clara y luminosa sonrisa este hotel respaldado en el puerto cordial y accesible como un antiguo señor feudal”.

Terminaba diciendo: "Visión de patria en el cielo, cordialidad y amparo en la tierra... Francamente, es un orgullo ser argentina”. (25)

Tiempos difíciles

Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial el saldo migratorio fue negativo, esto significa que no sólo no llegaban inmigrantes, sino que muchos volvieron a Europa a tomar parte en la lucha.

Por su parte, las autoridades de inmigración reforzaron las medidas con respecto al ingreso de refugiados o inmigrantes de la posguerra. Estas previsiones respondían a la consideración de que el fin del conflicto dejaría millones de personas física y mentalmente enfermas, sumidas en la miseria más absoluta, boyando por un continente devastado. Esta gente, por lo tanto, buscaría refugio en otros países donde pudiera subsistir. Uno de ellos sería, sin lugar a dudas, la Argentina.

Si bien la ley prohibía el ingreso de dementes, presidiarios y mendigos, no existía, en la práctica, forma de constatar, con total certidumbre, si la gente que entraba al país se hallaba en alguna de estas situaciones, ya que estos datos no se consignaban en ninguna documentación al momento del embarque. Por ello, a criterio del director de inmigración Gigorraga, era indispensable el dictado de un decreto que obligara a los inmigrantes a presentar un certificado de las autoridades judiciales de su país de origen, en el que constara que no habían estado bajo la acción de la justicia por delitos contra el orden social durante los diez años anteriores a su llegada, o por delitos que hubieran dado lugar a penas infamantes, ni padecido enajenación mental ni ejercido mendicidad.

Asimismo, el retrato del inmigrante debería estar adherido a su pasaporte, y este sellado por la autoridad que lo expidiera. Mediante el consiguiente decreto, estas medidas entraron en vigor durante el año 1916.

Los conflictos sociales que tuvieron lugar entre 1919 y 1921 (Semana Trágica y Huelgas de la Patagonia), y la ola de delincuencia que se extendió por el país desde la década del 20', con bandas como las de Chicho Grande y Chicho Chico, secuestros extorsivos, o la existencia de organizaciones dedicadas al tráfico de mujeres como la Zwi Migdal, obligaron, por otra parte, al recrudecimiento de las medidas restrictivas de ingreso al país.

A partir del año 1923, y de acuerdo con lo resuelto en la circular telegráfica 192 del Ministerio de Relaciones Exteriores, los cónsules no pudieron conceder más permisos de embarque para la república. Esto significaba que debían limitarse, únicamente, a visar los documentos de aquellas personas que reunieran todos los requisitos exigidos por dicha circular. Uno sólo que faltaba, y el cónsul no visaba los demás, ya que el pasajero, en esas condiciones, no sería aceptado en el puerto de Buenos Aires.

Vale la pena la enumeración de los documentos exigidos:

* 1‑ Libreta de enrolamiento para los argentinos nativos, mayores de 18 años.

* 2‑ Carta de ciudadanía o libreta de enrolamiento de los extranjeros naturalizados argentinos, acompañadas del certificado de buena conducta anterior, en seis meses, a lo menos, del día del embarque.

* 3‑ Cédula de identidad, cuando hubiere sido otorgada a los argentinos nativos.

*4‑ Cédula argentina de identidad de extranjeros residentes en el país, que acreditara una residencia en el país de más de cinco años, y acompañada por un certificado de buena conducta, expedido como máximo seis meses antes del día a ser utilizado.

*5‑ Pasaporte argentino expedido por la policía de Buenos Aires, debidamente legalizado. En el caso de extranjeros residentes, el pasaporte que otorga el consulado de su nación.

*6‑ Partida de nacimiento o la libreta de casamiento argentina, que presentaban las mujeres o los menores de 18 años, acompañadas de una fotografió sellada por la Dirección General de Inmigración.

*7‑ Permisos especiales o credenciales de desembarco expedidos por la Dirección General de Inmigración, a los que los cónsules debían agregar, en el momento de visarlos para el embarque, las fotografías de los interesados, selladas oficialmente.

*8‑ Pasaportes oficiales del país de nacimiento, con fotografía a los extranjeros que se embarquen para un puerto argentino.

*9‑ Certificados de las autoridades judiciales o policiales del país en que se haya expedido el pasaporte, que acrediten que el poseedor de este no ha sufrido condena por delitos comunes que merezcan pena corporal, y que no ha estado bajo la acción de la justicia por delitos contra el orden social en los cinco años anteriores a su embarco.

*10‑ Pasaportes expedidos en un país que no sea el de nacimiento del pasajero, en cuyo caso deberán estar acompañados de un certificado judicial o policial, que acredite que esa persona ha residido desde tal a tal fecha en dicho país.

*11‑ Certificado policial o comunal, que acredite que el pasajero no padece enfermedades físicas o mentales que disminuyan su capacidad para el trabajo.

*12‑ Certificado policial o comunal que acredite que el pasajero no ha ejercido la mendicidad.

*13‑ Ficha consular que acredite los datos personales del pasajero y los documentos.

*14‑ Partida de nacimiento con fotografió para los menores de 15 años, que vengan solos o acompañados.

Así, por ejemplo, para los de 2a y 3a. clase, extranjeros con pasaporte del país de nacimiento, es decir, inmigrantes, los documentos necesarios para ingresar al país eran los números 8 y 9 y 11 y 12 y 13.

De la época de esta circular son las "Instrucciones a los Cónsules", cuadernillos elaborados por la Dirección de Inmigración, en ese entonces a cargo de Juan Peralta Ramos, en los que se puntualizaban las medidas a que los funcionarios debían sujetarse: "Los cónsules no harán ninguna propaganda en favor de la inmigración; deben disuadir, en lo posible, de venir al país a toda persona que traiga el propósito de radicarse en las ciudades; la entrada al país está completamente cerrada para los que tengan defectos o enfermedades físicas o mentales o no posean la documentación que se exigencia" (27).

El cónsul argentino, de acuerdo a estas instrucciones, aún frente a documentos per­fectos, ante la mínima duda respecto de la situación moral, o la verdadera identidad del viajero, debía, por lo pronto, no sólo no visar sus documen­tos sino tratar de comprobar por todos los medios la auten­ticidad de los mismos. "El do­cumento solo es una presun­ción de identidad. General­mente, el elemento nocivo está bien, pero, falsamente docu­mentado; a veces lo está mejor que el hombre honrado que cree suficiente credencial el papel que acredita sencilla­mente quiénes".

Por ello, concluyen las Instrucciones, "un funcionario consular o de inmigración que escudado en que visa documentos perfectos, deja pasar a su poseedor sabiendo 0 sospechando que es un traficante de mujeres, o una mujer sola que será destinada a la prostitución, o cualquier otra persona que pueda ser sujeto activo o pasivo de un tráfico inmoral o ilícito, es un funcionario que no cumple con su deber". (28)

Pasaron los años, y con el declive de la inmigración la prensa olvidó el hotel que desde 1950 ya no recibía inmigrantes, sino soldados, empleados públicos, desamparados, prostitutas, en fin, aquello que las vicisitudes de la historia le acercaba.

Sitio emblemático, el Hotel de Inmigrantes resume la memoria tangible de un siglo de historia argentina. Sus paredes guardan el testimonio del sueño de grandeza que dio impulso a su construcción y del devenir de los hechos que signaron nuestra historia contemporánea.


Antonio y Giuseppe, crónica de una fuga

*29 de diciembre de 191126 ‑ de la División Investigaciones de la Policía de Buenos Aires, al Director de Inmigración, Manuel Gigorraga: "Tengo el agrado de dirigirme a Ud. para hacerle saber por lo que pueda interesarle, que se tienen noticias de que en el vapor francés 'Pampa', que llegará mañana a este puerto, viene a su bordo el llamado José Soro o Antonio Amberto sindicado como rufián".

*1° de enero de 1912 ‑ Acta de visita e inspección marítima: "Quedan detenidos por orden de la junta de visita, por causa de ser sospechosos de inmorales, Amberto Antonio y Soro Giuseppe, el primero francés de 28 años, soltero, y el segundo italiano de 24 años, ambos proceden de Marsella".

*2 de enero de 1912 ‑ De la junta de visita al jefe de desembarco: "Tengo el agrado de comunicar a Ud. que ayer a las 5.15 p.m. fue practicada la visita de inspección en la dársena norte al vapor francés 'Pampa' , de la matrícula y procedencia de Marsella y escalas en Barcelona, Almería, Dakar, Río de Janeiro y Santos. [...] Quedaron detenidos a bordo hasta resolución superior los pasajeros de 3a. Clase Amberto Antonio y Soro Giuseppe, francés e italiano respectivamente, por estar sindicados como rufianes, según nota de fecha 29 de diciembre pasado, del señor jefe de la División Seguridad Personal del Departamento General de Policía de la Capital".

*3 de enero ‑ Del jefe de desembarco al director de inmigración: "De acuerdo con la resolución que antecede cúmpleme en informar al Sr. Director que según la presente nota pasada por la policía de la Capital, debía llegar en el vapor 'Pampa' José Soro o Antonio Amberto, sindicado como rufián, y en vez de uno han llegado dos: Giuseppe Soro, italiano de 24 años y Antonio Amberto, francés de 28 años, los cuales han quedado detenidos abordo hasta tanto resuelva el Sr. Director. Dicen estos ser la primera vez que vienen al país, y proceden de Marsella. Es cuanto puedo informar al Sr. Director. (Nota al pie: "agréguese al parte del vapor 'Pampa' y téngase presente para resolver. Cigarreras'').

*3 de enero de 1912 ‑ Resolución N° 8: "Visto el parte del vapor 'Pampa' en que se da cuenta que han quedado detenidos a bordo los pasajeros de 3a. Clase Antonio G. Amberto y José Soro [...] y considerando que los sujetos Antonio G. Amberto y José Soro se dedican al inmoral tráfico de carne humana, circunstancia que los hace peligrosos e inconvenientes a la sociedad de nuestro país, y al no poder acreditar su moralidad y a levantar el cargo que se les imputa, los comprende la prohibición de entrada al país que prescribe el Art. 32 de la ley, el Director General de Inmigración Resuelve: 1ro. El capitán del vapor 'Pampa' reconducirá, a sus expensas, hasta el puerto de procedencia (Marsella), a los inmigrantes rufianes Antonio G. Amberto y José Soro, quedando pendientes las penalidades [...]".

*8 de enero de 1912 ‑ del jefe de sección de la oficina de desembarco al director de inmigración: "En esta fecha comparecieron en esta oficina el capitán del vapor 'Pampa' y el apoderado de la agencia del mismo buque, a quienes notifiqué de la resolución No. 8, que precede, manifestando su conformidad con ella y haciendo presente a la vez que los detenidos Antonio Amberto y José Soro, se habían fugado de a bordo, pero que practicarían todas las diligencias posibles para dar cumplimiento a la reconducción de dichos individuos.

*8 de enero de 1912 ‑ del visitador al jefe de la oficina de desembarco: "Comunico a Ud. Que en el día de la fecha me trasladé a bordo del vapor francés 'Pampa' a objeto de constatar la presencia de los detenidos Amberto Antonio y Soro Giuseppe. Hablé con el segundo capitán, por no encontrarse a bordo el primero, y requerí la presencia de los detenidos, a lo que se me contestó que el día viernes 5 del corrientes estos habían desaparecido de a bordo y que ignoraban su paradero.

*8 de enero de 1912 ‑Del jefe de desembarco al director de inmigración: "Tengo el agrado de elevar a Ud. la presente nota, en la que da cuenta el visitador, haberse trasladado a bordo del vapor francés 'Pampa', con objeto de constatar la reconducción de los detenidos Amberto Antonio y Soro Giuseppe, los cuales no se encontraban a bordo.

*8 de enero de 1912 ‑ Resolución N° 9: De acuerdo con el Art. 7 del Acuerdo de Gobierno de Marzo de 1880, reglamentario de la Ley de Inmigración, el Director General de Inmigración resuelve: lo. El capitán del vapor 'Pampa' reconducirá, a sus expensas hasta el puerto de procedencia (Marsella), a los individuos rufianes Antonio Amberto y José Soro, transportados en contravención al Art. 32 de la ley de inmigración, previa una caución que para el presente caso se fija en la suma de ($1.000) mil pesos moneda nacional por cada uno, o sean ($2.000)


Bibliografía y Notas


1- Revista Mundo Argentino, Cómo recibimos y tratamos a los inmigrantes, Año XIX, No. 940, enero de 1929.
2- República Argentina, Ministerio del Interior, Anexo de la Memoria del Ministerio del Interior, Memoria del encargado de la repartición de inmigración 1873, pág. 13, Imprenta, Litografía y Fundición de tipos a vapor, Buenos Aires, 1874.
3- Ibid, p. 15
4- Ibid, p. 16. Es interesante notar que Wilcken invierte los términos de "gobernar es poblar".
5- Citado en "La inmigración en la República Argentina, El período de gran expansión: 19081913, El Hotel de Inmigrantes", mimeo., pág. 91 (trabajo compilado por investigadores de la Dirección Nacional de Migraciones, s/d).
6- Diario La Nación, Suplemento Ilustrado No. 10, Los Inmigrantes, 6 de noviembre de 1902.
7- Diario La Nación, Los inmigrantes, 6 de noviembre de 1902.
8- Revista P.B.T., El Hotel de Inmigrantes, 4 de febrero de 1911.
9- Diario La Nación, Suplemento Ilustrado No. 10, Los Inmigrantes, 6 de noviembre de 1902.
10- Ibid.
11- Revista El Hogar, El inmigrante, 30 de octubre de 1910, Año XII, N° 163.
12- Ferrer, Horacio, El libro del tango, historia e imágenes, p. 73, Ediciones Osorio, Buenos Aires, 1970.
13- La vida moderna, El nuevo Hotel de Inmigrantes ‑Cómo es y cómo será dentro de poco, 28 de noviembre de 1907.
14- Ibid.
15- Revista Caras y Caretas, No. 643, Año XIV, 28 de enero de 1911
16- Ibid.
17- Diario La Prensa, Inaugura­ción del nuevo Hotel de Inmigrantes, 27 de enero de 1911, p. 12.
18- Ibid.
19- La vida moderna, 1 ° de febrero de 1911, p.23.
20- Revista P B.T., El Hotel de Inmigrantes, Año VIII, No. 323, 4 de febrero de 1911.
21- Ibid.
22- Ibid.
23- Revista Caras y Caretas, Los futuros millonarios, Año XVI, N° 746, 18 de enero de 1913.
24- E1 museo de Casa Rosada conserva uno de ellos.
25- La vida moderna, op. cit.
26- República Argentina, Ministerio de Agricultura, Dirección General de Inmigración, Expediente N° 19, "D", 1912.
27- República Argentina, Ministerio de Agricultura, Dirección General de Inmigración, Instrucciones a los cónsules, Talleres gráficos de la Penintenciaría Nacional, Buenos Aires, 1923
28- Ibid.




* Este artículo fue publicado en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires”  (N° 8, Marzo de 2001), que autorizó su reproducción a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
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