domingo, 31 de mayo de 2015

GABRIEL DEL MAZO (1898-1969)

Gabriel del Mazo.






“Para alcanzar claramente la verdad se requiere centrar el problema de la historia de la Nación argentina en la historia del pueblo argentino. Se requiere examinar la contienda del pueblo por defender la integridad de su cuerpo y la armonía de su alma, contra todas las fuerzas de opresión o contrarias a su índole: épica pelea de ascensos y descensos, subterránea o aflorante, de lo histórico y lo anti-histórico” (Gabriel del Mazo).

                                                                                                 Por Sandro Olaza Pallero


El ingeniero Gabriel del Mazo fue un distinguido miembro de la Unión Cívica Radical, nació en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1898 y falleció en la misma ciudad el 9 de marzo de 1969.
Atraído desde muy joven por la militancia universitaria, fue conformando el movimiento estudiantil FUA (Federación Universitaria Argentina), siendo su fundador y presidente entre 1919 y 1922. Tuvo dos encuentros con Hipólito Yrigoyen, el primero fue el día de la fundación de la FUA, el 11 de abril de 1918, y el otro poco tiempo después: “[Dijo textualmente] que su gobierno pertenecía al espíritu nuevo; que se identificaba con las justas aspiraciones de los estudiantes, y que la Universidad argentina debía nivelarse con el estado de conciencia alcanzado por la República”.[1]
Había sido uno de los impulsores de la Reforma universitaria de 1918, de singular trascendencia en la educación superior y a la cual se refirió Arturo Andrés Roig: “Es lugar común creer que la Reforma universitaria comenzó en Córdoba con la explosión del 18. Se olvida de este modo un importantísimo movimiento que llevó a la elaboración  y experimentación de nuevos métodos de enseñanza y que tuvo sus inicios en la Universidad Nacional de La Plata, antes de aquel año”.[2]
Sobre la Reforma universitaria y el radicalismo, del Mazo decía: “El acceso del ciudadano a la vida nacional, traído por el radicalismo, como el acceso del estudiante a la vida de las universidades, traído por la Reforma Universitaria, son dos índices de un mismo fenómeno, dos formas de un mismo proceso de alumbramiento civil de la conciencia nacional, de una misma lucha por la integración orgánica de la nacionalidad. El vasallaje social impuesto por las oligarquías políticas dueñas del poder y de la riqueza habían consumido nuestro aliento vital, del mismo modo que en el orden educativo, el régimen de tutela mental que ejercieron sofocaba el porvenir argentino en los retoños del espíritu naciente”.[3]
Cuatro décadas después de la Reforma, los estudiantes de la FUA se dirigían a del Mazo en un petitorio reproducido por el diario La Prensa: “La convención nacional de centros adheridos a la Federación Universitaria Argentina enviaron una carta abierta al ingeniero Gabriel del Mazo en su carácter de ex presidente de aquella institución en la que lo exhortan a leer el manifiesto universitario de 1918 que guarda en su poder. Esas páginas amarillas –dice el documento- le dirán qué lejos está de aquellos planteos: allí se hablaba de la unidad de los pueblos, de la lucha antiimperialista y de la creación de una genuina cultura nacional. Cómo conjugar con ello y con tantas declaraciones y con tantas declaraciones y resoluciones de congresos por usted compilados: el caso DINIE, petróleo, CADE, y ahora la enajenación de nuestra cultura nacional. Difícil –se añade- y por qué no decirlo, imposible conjugación: pero el viejo maestro no ha hablado. ¿Qué pasa? ¿Cuarenta años de vida se borran o la juventud debe dar de baja a otro guía? Los reformistas de todo el país reunidos en esta convención nacional de centros esperan su palabra, la retirada nada soluciona porque ella es sinónimo de debilidad, y ésta ha estado ausente siempre de nuestro ideario, pero cuando se llega a una posición de gobierno después de varios años de lucha, hay que dar todos los días la batalla por aquellos postulados que aunque amarillos en el papel, siguen configurando el gran programa de los pueblos de esta América oprimida. Esperamos su palabra; si tenemos que darlo de baja, lo haremos con profundo dolor por ser un trozo humano de la Reforma que queda en el camino, pero si seguidamente contando con un maestro, ocho universidades nacionales lo rodearán con una fuerza juvenil que supera en mucho a la de 1918. Si así no fuese le rogamos que nos devuelva el manifiesto; miles de manos de todo el país tomarán la bandera que usted deja caer. Maestro, cuarenta generaciones lo escuchan”.[4] Del Mazo apoyó a Arturo Frondizi, de quien fue ministro de Defensa en 1958 y embajador en el Uruguay. Cabe destacar que el estudiantado universitario después de apoyar a Frondizi entró en conflicto con su gobierno. Frondizi se consustanciaba con el respeto de autonomía a la reforma universitaria plasmado en su campaña. Además, el presidente había firmado un decreto que le concedía a la Universidad de Buenos Aires los terrenos destinados a construir la futura Ciudad Universitaria. Juan Sebastián Califa menciona el origen del conflicto entre los estudiantes y el gobierno desarrollista: “No obstante, el monopolio de las universidades públicas para la emisión de títulos habilitantes que tal proyecto contemplaba se convertiría en un grave escollo en las relaciones con el gobierno que trocaría el signo positivo que hasta aquí estas ostentaban por otro negativo. Cuando el presidente haga público a fines de agosto de 1958 su deseo de que también las universidades privadas puedan otorgar esos títulos se desatarían las más vivas polémicas”.[5]
Del Mazo hizo sus primeras armas en la docencia universitaria en la Universidad Nacional de La Plata, donde enseñó dibujo, entre otras asignaturas. Entre 1929 y 1930 fue decano de la Facultad de Química Industrial y Agrícola de la Universidad del Litoral. Fue vicepresidente de la Universidad de La Plata de 1943 a 1945.
Publicó entre otros libros: El pensamiento escrito de Yrigoyen (Buenos Aires, edición del autor, 1945); Reforma universitaria y cultura nacional (Buenos Aires, Raigal, 1950); e Historia y doctrina del radicalismo (Buenos Aires, Raigal, 1951).
En su obra El pensamiento escrito de Yrigoyen compiló escritos y discursos de Hipólito Yrigoyen, dividido en cuatro partes. La primera parte tiene cuatro capítulos: I (El Régimen); II (La Unión Cívica Radical); III (La reparación y sus fuerzas morales); y IV (La demanda fundamental y previa). Mientras que la segunda parte incluye tres capítulos: I (Principios políticos generales); II (Reivindicaciones sociales de orden social: A) Tierra, B) Petróleo, C) Dominio Ferroviario, D) Cosechas, E) Alimentos, F) Legislación Social); y III (Síntesis nacional). La tercera parte titulada “La Unión Cívica Radical y la función argentina en el mundo, comprende” dos capítulos: I (Escenario general); y II (América). La cuarta parte tiene tres capítulos: I (Página inmortal); II (Último memorial a la Corte Suprema de la Nación); y III (En la hora suprema).
Del Mazo en su prólogo “Significación argentina de Yrigoyen”, aludía a la importancia del rol del caudillo radical en la vida política de Argentina: “El drama del surgir de nuestro Pueblo, está en la lucha entre emancipación y vasallaje, entre americanidad y coloniaje, entre lo nacional y lo antinacional, entre autonomía y oligarquía, entre la Nación y la encomienda”. Por esa causa el pueblo argentino hizo suyo a Yrigoyen, protagonista culminante en la formación de la nacionalidad: “Sin la comprensión de Yrigoyen no se entiende el último medio siglo de la vida nacional, ni es posible tampoco alcanzar inteligencia de nuestra historia toda”.[6]
Luego analizó el proceso emancipador desde 1810, criticando al centralismo porteño y elogiando la obra de los caudillos y gauchos federales: “Correlativamente a la descomposición del orden virreinal, herido de muerte por la fecunda embestida del año XX, crepita en sangrienta hornalla la guerra civil, de donde se sacan candentes formas crudas y primeras del verdadero orden constituyente del nuevo Estado. Sus jefes se federan: una Patria sin Europa: Igualdad. Cada jefe lo es por voluntad de los suyos. ¡Qué se le va a hacer!: una lanza, un voto. Y éste es así montaraz, el comenzar del genuino elegir y legislar, causa de las causas nacionales. Mientras los gobiernos no hacen partícipe de la revolución al pueblo que pelea para sostenerlos en los campos de batalla, la guerra gaucha si vincula al hombre con el destino de la Nación”.[7]
Respecto a la lucha del radicalismo contra el orden conservador, decía del Mazo: “En oposición al régimen, se iba levantando sillar por sillar y sobre todos los contrastes la Unión Cívica Radical, la Nación misma en su unidad de Pueblo. Por eso su nombre de radical. Su programa es tan amplio como el gran pensamiento que cien años atrás congregó a los argentinos para su independencia. Pedir otros programas, sería lo mismo que pretender el ejercicio de instituciones que no se han fundado o la aplicación de una constitución que no se ha hecho. La Unión Cívica no es una composición de lugar para tomar asiento en los gobiernos, ya que el gobierno es sólo una realidad tangible”. Es en cambio, la religión cívica de la Nación, comprendida por el sentimiento argentino, como el mandato de su nativa solidaridad nacional. Es, a la vez, una solemne convocatoria y una meditación superior”.[8]
Sobre el origen del radicalismo y su enlace con el federalismo, del Mazo hacía esta interesante reflexión: “La Unión Cívica Radical nacida en 1891, se enlaza históricamente con la tradición del federalismo popular vencido por la oligarquía; y surge del movimiento que definieron Alem, del Valle y el joven Hipólito Yrigoyen en 1877 contra la conciliación y después de la revolución del 90 contra los que entraron en acuerdo con el oficialismo prefiriendo el gobierno al Pueblo. El radicalismo que no pacta, consensa las fuerzas de la reivindicación nacional representativa. Desde entonces lo histórico está en la historia de esta corriente radical, que es la del pueblo en la instauración de su personalidad. No ha de buscarse el proceso histórico de la Nación en las figuraciones y desfiguraciones de los gobernantes o tendencias personeras del régimen, variantes de una misma ignominia, ni en el mecánico automatismo de las simulaciones públicas que les fue característico, sino en las vicisitudes de la Unión Cívica Radical, en sus sacrificio, en su lucha”.[9]
Amplia documentación de Yrigoyen reunió del Mazo en esta obra, recopilando también el famoso Memorial a la Corte Suprema que envió el caudillo a sus juzgadores desde su injusta prisión en la Isla Martín García, el 24 de agosto de 1931: “La suposición de tener que volver a las tragedias del pasado, significaría el retroceso más triste, desconsolador y menguando de las idealidades tan justas y sublimemente sentidas y experimentadas. De modo que no hay otra solución reparadora que la que surge del mandato de las leyes supremas que rigen la Nación”.[10]
Cabe agregar que del Mazo fue también miembro fundador de FORJA (Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina) en junio de 1935, donde desempeñó una gran actividad junto a otros jóvenes líderes e intelectuales: Luis Dellepiane, Atilio García Mellid, Arturo Jauretche, Homero Manzi y otros. En la declaración fundacional decían sus miembros: “Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre. La Asamblea Constituyente de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, considerando: 1. Que el proceso histórico argentino en particular y el sudamericano en general revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en procura de la soberanía popular, para la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana, contra las oligarquías como agentes de los imperialismos políticos, económicos y culturales, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de América. 2. Que la Unión Cívica Radical ha sido, desde su origen, el instrumento continuador de esa lucha por el imperio de la soberanía popular y la realización de sus fines emancipadores. 3. Que el actual recrudecimiento de los obstáculos puestos al ejercicio de la voluntad popular corresponde a una mayor agravación de la realidad colonial, económica y cultural del país: Declara: Que la tarea de la nueva emancipación sólo puede realizarse por la acción de los pueblos; Que corresponde a la Unión Cívica Radical ser el instrumento de esa tarea, consumando hasta su totalidad la obra truncada por la desaparición de Hipólito Yrigoyen”.[11]






[1] Gabriel del Mazo, La primera presidencia de Yrigoyen, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, cit. en Germán López, El pensamiento del radicalismo, Buenos Aires, El Ateneo, 2009, p. 83.
[2] Arturo Andrés Roig, La Universidad hacia la Democracia. Bases doctrinarias e históricas para la constitución de una pedagogía participativa, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 1998, p. 20.
[3] Gabriel del Mazo, Reforma universitaria y cultura nacional, Buenos Aires, Raigal, 1951, cit. en López, El pensamiento…, pp. 83-84.
[4] La Prensa, Buenos Aires, 11 de septiembre de 1958.
[5] Juan Sebastián Califa, Reforma y revolución. La radicalización política del movimiento estudiantil de la UBA 1943-1966, Buenos Aires, EUDEBA, 2014, p. 148.
[6] Gabriel del Mazo, El pensamiento escrito de Yrigoyen, Buenos Aires, edición del autor, 1945, p. 8.
[7] Ídem, pp. 9-10.
[8] Ídem, pp. 20-21.
[9] Ídem, pp. 18-19.
[10] Ídem, pp. 172-173.
[11] López, El pensamiento…, pp. 123-124.
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