Manuel Belgrano. |
Por Alfredo Félix Blanco
Normalmente, hablar del Doctor Manuel Belgrano es referirse al patriota de la revolución de mayo, al integrante de la Primera Junta de Gobierno, o al general de la guerra de la independencia creador de nuestra bandera. Esos son los rasgos más conocidos del prócer argentino de cuya muerte se cumplirán 185 años el próximo 20 de junio.
Existen también, por supuesto, trabajos que han destacado otros aspectos de su existencia. Desde aquellos que han apuntado a la consideración de su vida privada hasta los que analizando la profundidad de sus convicciones independentistas no pueden comprender las razones de su propuesta, a favor de crear una monarquía “suavizada” que estuviera encabezada por un descendiente de la “Dinastía de los Incas”. Propuesta que, como se sabe, fue expuesta por Belgrano el 6 julio de 1816 en sesión secreta a los congresales que se aprestaban a declarar la independencia argentina. Juan Bautista Condorcanqui, hermano menor del rebelde Túpac Amaru que después de una azarosa vida murió y fue enterrado en Buenos Aires, parece haber sido quien había elegido Belgrano para encabezar aquella monarquía de cuyas virtudes no pudo persuadir al Congreso de Tucumán.
Aunque afortunadamente existen muy buenos trabajos sobre las ideas económicas de Belgrano, su imagen como profundo conocedor de los principios de la por entonces “nouvelle science” es poco difundida. Entre los estudios que merecen destacarse están el de L. Gondra (“Las ideas económicas de Manuel Belgrano”), y los trabajos del Profesor Manuel Fernández López de la Universidad de Buenos Aires.
Sin embargo, el gran público nunca ha considerado a Belgrano como un pensador de los problemas económicos. Realmente la únicas razones que pueden explicar esta injusticia es que las tareas del “Belgrano economista” se desarrollaron fundamentalmente hasta 1810 y que, a partir de aquella fecha, las acciones del luchador por la independencia nacional oscurecieron las contribuciones de aquella etapa anterior de su vida.
Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, del matrimonio de Domingo Belgrano y Peri con María Josefa González Casero, fue enviado a proseguir sus estudios a España en el año 1786. Ya graduado de abogado en Valladolid, retornará en 1794 a Buenos Aires habiendo recibido las influencias intelectuales de una Europa que abrazaba ya las ideas racionalistas y liberales. Como prueba de sus preocupaciones por el conocimiento, vale la pena mencionar que en 1790 había sido designado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca.
La efervescencia intelectual de la ilustración, la revolución francesa y la independencia de Estados Unidos marcaban el fin de una etapa histórica. El “tempo social” que se aceleraba y la atmósfera intelectual que cambiaba influirían decisivamente en la formación de las convicciones de nuestro ilustre patriota.
Con absoluta claridad y sinceridad describió ese proceso en su Autobiografía cuando relata que: "Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aun las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente".
En materia de pensamiento económico, recibió Belgrano una influencia determinante para su visión de la economía. La del francés Francois Quesnay, el fundador de la “secta de los economistas”. Quesnay, de gran prestigio en Versalles, y a quien Luis XV llamaba su “pensador”, publicó el “Tableau Economique” en 1758.
Ese “cuadro económico” es el primer intento, en la historia de las ideas, de analizar la economía como un sistema de relaciones entre sus diversos sectores o clases. Ese trabajo no solamente ha sido considerado como el acta fundacional de la escuela económica conocida como “Fisiocracia” (etimológicamente: “gobierno de la naturaleza”) sino que constituyó el mojón que anunciaba la etapa de nacimiento de la economía como disciplina científica autónoma.
Marx, que no era precisamente una persona dispuesta a elogiar fácilmente algo, llegó a afirmar en relación al “Tableau” que “…jamás la economía política había concebido una idea más genial”. W. Leontief, que obtuvo el Premio Nóbel de economía en 1973 por el desarrollo y aplicación del análisis de insumo-producto, reconoció como antecedente de su trabajo al de Quesnay de mediados del siglo XVIII.
El pensamiento de los fisiócratas es un capitulo muy importante en la historia de los esfuerzos intelectuales del hombre por comprender la economía, y ha quedado asociado básicamente a dos conceptos. El primero es la afirmación de que el único sector que genera riqueza (producto neto) es el agrícola, y el segundo es la convicción de que existe un orden en la naturaleza que no debe ser violentado por acción del hombre. Basándose en esta creencia sobre la existencia de un orden natural, los fisiócratas van a postular que la mejor forma de garantizar el desarrollo de una economía es la no intervención. “Laissez faire” (“dejar hacer”) será la consigna que enarbolará el liberalismo económico para rescatar a la economía de la parálisis que las políticas de intervención mercantilistas producían. El impulso de las nuevas formas del capitalismo ya no necesitaba de las reglamentaciones excesivas que ayudaron a su nacimiento, pero que ahora obstaculizaban su desarrollo y expansión.
Belgrano recibió también la influencia de Adam Smith, el celebre escocés fundador de la escuela clásica inglesa, que en su “Investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones” (1776) consagró la expresión de la “mano invisible” como la síntesis que resumía la confianza en los mecanismos de ajuste automático de los mercados de la economía capitalista que se encontraba en pleno desarrollo.
Sin embargo, las lecturas de otros autores (como Galiani, Genovesi, y Jovellanos) le permitirían advertir que el contexto más avanzado en que se desarrollaban las ideas del liberalismo económico europeo no podía ser obviado y que trasladar el nuevo paradigma a su tierra requería adaptaciones. Es por ello que, al analizar la realidad y difundir sus ideas en Buenos Aires, su posición será algo más ecléctica y su liberalismo más moderado. Las condiciones institucionales y de desarrollo más atrasado de las tierras del sur de América le exigieron que fuera más cuidadoso a la hora de difundir y postular la aplicación de las nuevas ideas.
A esa tarea de difusión del nuevo mensaje se dedicará intensamente a partir de 1794, cuando regresa para asumir como funcionario de la Corona en el recientemente creado Consulado de Buenos Aires. Esta institución formó parte del conjunto de reformas realizadas por los Borbones para la reformulación y consolidación del sistema colonial y tenían, además de la tradicional función judicial en cuestiones comerciales, una nueva responsabilidad que era la del fomento de las actividades relacionadas a la nueva burguesía, como la agricultura, la navegación, el comercio y la industria.
Aunque el Consulado era un organismo colegiado, Belgrano potenció la importancia del cargo de Secretario que ejercía y la institución fue entonces el escenario desde el cual se defendía la autonomía de la colonia y se difundían las nuevas ideas sobre la economía.
Su tarea de difusión de las nuevas ideas económicas comenzó cuando aun residía en España; para ello, en 1794, tradujo el trabajo de Quesnay “Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola” que es la fuente de influencia fisiocrática más clara que llegó al Río de la Plata. En 1796, ya en Buenos Aires y con el mismo objetivo de hacer conocer estas ideas, presentó “Principios de la Ciencia Económica Política” que es la traducción de dos trabajos de autores fisiócratas.
Las ideas económicas que caracterizaron al pensamiento de Belgrano están muy desarrolladas en las Memorias del Consulado. Las memorias, con cuya lectura por parte del Secretario se abrían anualmente las sesiones, era una exposición sobre alguno de los “objetos propios del instituto del Consulado”.
Belgrano transformó esas presentaciones en verdaderas conferencias sobre temas de economía y en fuertes alegatos en defensa del libre comercio de las colonias en contra de las restricciones monopólicas de la metrópoli.
Finalmente debe señalarse también la tarea de difusión que realizó a través del periódico “El Correo de Comercio”, publicación en la que tuvo la responsabilidad de su dirección.
Sus ideas sobre el valor de los bienes (donde se percibe la influencia de Condillac), la convicción en las ventajas del librecambio, sus análisis sobre la necesidad de desarrollar las actividades agrícolas y el comercio, de fomentar el cambio tecnológico y la educación técnica y de desarrollar las obras de infraestructura, permiten apreciar el carácter progresista de su visión económica.
La equilibrada combinación de las nociones fisiocráticas y del liberalismo en ascenso con la realidad que le rodeaba, le impulsaban a luchar por el desarrollo de una economía que aun estaba contenida por instituciones que gradualmente dejaban de ser funcionales a la expansión económica. La independencia y, muchos años después, la consolidación de la unidad nacional crearía las condiciones para soñar en la Argentina moderna, que Belgrano probablemente intuyó alumbrada por las nuevas nociones de la economía. Por supuesto que la función de analizar, adaptar y divulgar los nuevos principios de la economía tuvo también otros protagonistas. Su primo Juan José Castelli, quien lo reemplazó en algunas ocasiones en el Consulado; Juan H. Vieytes, que le acompañó desde el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio son dos ejemplos de voceros de las nuevas doctrinas cuya mención no puede ser omitida.
Más adelante, ya al final de su camino, a Belgrano lo esperaría (como a tantos otros grandes hombres de nuestra historia), la pobreza con que se enfrentó a la muerte. Final que lo engrandece aun más a aquel hombre que contribuyó tan significativamente a la independencia argentina. Grandeza que, como dijimos, ha oscurecido su contribución a las ideas económicas que iluminaron el nacimiento de nuestro país.
En 1946, en la recién creada Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, se organizó una biblioteca. En Abril de 1966, al inaugurarse el actual edificio de nuestra facultad, aquella biblioteca pasó a ocupar un área especialmente diseñada.
Esa biblioteca, de la cual hoy nos sentimos tan orgullosos porque es sin dudas una de las mejores de nuestra disciplina en el país, lleva como nombre “Biblioteca Manuel Belgrano”. Un merecido homenaje para quien, aunque aun lo ignoren muchos, ha sido llamado con justicia el primer economista argentino.
Referencia electrónica:
Alfredo Félix Blanco, "Manuel Belgrano el economista de nuestra independencia",Suplemento debates, en La mañana de Córdoba, Córdoba, [En línea], Puesto en línea el 19 de junio 2005, consultado el 15 de mayo 2010.portal.eco.unc.edu.ar/files/Biblioteca/mbxblanco.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario