Fermín Chávez. |
Por Francisco José Pestanha*
“En verdad, la Nación y todo proyecto
nacional, en el mundo de la periferia siempre fueron objetos de campañas
destinadas a mantener el dominio o a conquistarlo. Los argentinos sabemos bien
como funcionó el famoso dilema Civilización o Barbarie blandido como verdad
científica. Hoy aquel primer termino de la vieja disyuntiva ha sido reemplazado
por modernización, eficientismo, o poder tecnológico, contra el que no se
puede” (Fermín Chávez).
Su infancia
Benito Enrique Chávez (Fermín) nació un 13 de julio de 1924 en El Pueblito, un caserío situado a 24 kilómetros de la localidad de Nogoyá, provincia de Entre Ríos. Hijo de Gregoria Urbana Giménez oriunda de Paysandú y de Eleuterio Chávez; el pequeño transcurrirá sus primeros años en un medio rural que nunca olvidará y que, probablemente, contribuyó a forjar en él una sencillez admirable.
Su padre fue agricultor hasta que a mediados de 1920
abandonó la actividad. Son tiempos de la crisis de un modelo agro exportador
cuyos primeros indicios comenzaron a manifestarse en la periferia. Los pequeños
y medianos agricultores se constituirán en las primeras víctimas de un crack
internacional que hará tambalear al “granero del mundo”. A consecuencia de
ello, don Eleuterio, deberá alternar su tiempo entre el oficio de peluquero y
de fabricante de escobas de palma. Durante un breve lapso administrará un
pequeño boliche de campo en el paraje
de Crucesitas.
Desde muy niño sorprenderá a Fermín el cuño yrigoyenista
de su progenitor quien militará activamente en el partido centenario hasta
1951. Según su propia confesión lo deslumbrará además esa misteriosa relación
que se estableció entre el Peludo y
el criollaje. Nuestro maestro interpretará años después que para muchos
criollos, Yrigoyen, representó la reencarnación de la figura del caudillo y el
resurgimiento de la estirpe federal. Sus primeros recuerdos
políticos se remontan a la campaña de 1928, donde recuerda que su padre lo hacía
subir a una mesita junto al camino que cruzaba delante de la casa para que les
gritara a los del otro bando: “¡Viva Yrigoyen! ¡Yrigoyen presidente! ¡Melo, Gallo
que revienten!”[1].
En los comicios de 1952 don
Eleuterio votará por primera vez a Juan Perón.
Desde niño
recibirá la tradición López Jordanista de su abuela Martiniana, quien había
contraído nupcias con Santiago Moreira un criollo que, integrando las tropas de
Ricardo López Jordán, cayó prisionero en la batalla de Don Gonzalo el 9 de
diciembre de 1873. En aquella legendaria contienda que constituirá un hito en
la derrota de los federales, una columna del ejército nacional al mando de Juan
Andrés Gelly y Obes a fin de dar cuenta de “gauchos de Jordán”, recurrirá a
fusiles de repetición y asimismo, a una nueva arma: la ametralladora. El hijo de
Moreira, Santiago Pantaleón, según reconoce el mismo Chávez, tuvo sobre él
muchísima influencia debido a sus relatos históricos, además, la palabra de la
abuela Martiniana “era palabra santa” en la intimidad familiar[2].
Su formación
Una vez por semana llegaba al pueblito la revista Caras y Caretas publicación que alimentó las lecturas infanto juveniles de Fermín. Los Chávez no tenían radio, pero cada tanto, podían escucharla en la casa de su tía Vitalia López.
Su educación inicial estará marcada por las
contradicciones entre el “relato oficial” de la historia que fue adquiriendo en
la Escuela Provincial Nº 14 y las narraciones que circulaban dentro de su
ámbito familiar. Mientras en la escuela Justo José de Urquiza aparecía como el
inmenso prócer provincial con proyección nacional, en su casa, el verdadero
“héroe” será Ricardo López Jordán.
La caída del caudillo radical en setiembre de 1930
será vivida por los Chávez como un verdadero drama; la crisis económica, los
obligará a radicarse temporalmente en la ciudad de Nogoyá. Cohabitarán un
tiempo en casa de su tía Rosa Moreira, y de regreso a El Pueblito, Fermín volverá a estudiar en la escuela 14. Recién
conocerá la “gran ciudad” Paraná en 1936 oportunidad en que junto a sus padres,
visitarán a su hermana mayor María Petrona.
A instancias de fray Reginaldo de la Cruz Saldaña (hombre
de la Iglesia
al que le estará eternamente agradecido) Chávez proseguirá sus estudios en la ciudad
de Córdoba en un colegio apostólico dominico orientado hacia las vocaciones
sacerdotales. En
cierta conversación nuestro maestro relatará que aquella oportunidad fue única,
ya que en Nogoyá no había escuela nacional, y la de Victoria, estaba reservada sólo
para las familias acomodadas. Concluido el ciclo secundario en la ciudad
mediterránea viajará a Buenos aires a estudiar filosofía como novicio al
convento de Santo Domingo, para posteriormente, partir hacia Cuzco con la
intención de perfeccionarse en teología en un colegio internacional dominico.
Su estadía en la ciudad de Buenos Aires entre 1939 y
1942 será determinante en su posterior accionar intelectual y político, ya que
coincidirá con el “cenit” de los cursos de cultura católica. El principal de la
orden –el Padre Páez– enseñará en dichos cursos junto a Leonardo Castellani,
Alberto Molas Terán, y César E. Pico. De esta forma Fermín se acercará al
nacionalismo en una época donde el clima de la guerra influía nítidamente en la
política local. En 1941 publicará su primer poema en Crisol un diario nacionalista argentino dirigido por Enrique P. Osés.
Tres años habían transcurrido de su estadía en el Perú
cuando los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 lo sorprendieron como a
otros tantos, anoticiándose de lo ocurrido en su patria por radio. Fermín
retornará al país recién en octubre de 1946 para, inmediatamente, incorporarse
a la actividad cultural, intelectual y política. Su primer sustento económico
lo obtendrá gracias a los buenos oficios de su amigo José María Fernández
Unsain quién lo recomendará para la redacción diario Tribuna, un periódico de orientación nacionalista donde escribirán
entre otros Gilberto Gomes Ferrán, Luis Soler Cañas y el mismísimo Jorge
Massetti. En aquellos tiempos publicará en la revista Tacuara un poema en homenaje a Darwin Passaponti asesinado al
anochecer del 17 de octubre de 1945.
Con relación a sus principales influencias
intelectuales Chávez sostuvo en más de una oportunidad que la obra de Santo
Tomás de Aquino y las enseñanzas de Jacques Maritain y de Réginald Garrigou-Lagrange marcaron a fuego sus primeras reflexiones. Pero además,
hará especial hincapié en el influjo que sobre él ejercieron autores nacionales
como Ramón Doll, Ernesto Palacio, la prédica del periódico Crisol
y en especial, los artículos de Osés. No obstante ello, en ciertas entrevistas,
ha confesado ascendentes tempranos en Leopoldo Lugones y en Leopoldo Marechal
entrelazados con fascinantes lecturas de Federico García Lorca, Pablo Neruda y
Miguel Hernández.
El maestro entrerriano relatará además que en aquellos
tiempos, previos al peronismo, el único integrante de FORJA cuya labor
intelectual conocía era Raúl Scalabrini Ortiz, ya que nacionalistas y forjistas,
transitaban senderos paralelos. Mientras el nacionalismo ganaba la calle, los
forjistas concentraban sus actividades hacia el campo de lo cultural y lo conceptual,
aunque con el tiempo, las filiales de orientación yrigoyenista se irán
multiplicando, obteniendo significativa presencia a principios de la década de
1940 en algunas provincias y localidades. Fermín admitió, además, la existencia
en aquella época de una versión nacionalista elitista de orientación
maurrasiana surgida durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear.
Entre 1926 y 1929 se producirá el nacimiento del
periódico Nueva República y luego Liga Republicana en los que escribirán
figuras como Ernesto Palacio, Roberto de Laferrére, Federico Ibarguren, Juan E.
Carulla, Julio Irazusta, César E. Pico, Daniel Videla Dorna, entre otros, cuyos
textos integrarán en la época los tiempos de lectura de Fermín junto con los
clásicos grecolatinos.
Al advertir el fracaso político de Uriburu algunos
nacionalistas asumirán un antiimperialismo militante que los llevará a
colaborar con las investigaciones realizadas por Lisandro de la Torre sobre la cuestión de
las carnes –e inclusive– acompañarán la acción del radicalismo conspirativo
durante la década infame. Aquel nacionalismo surgido a principios de siglo
comenzará a evolucionar hacia 1935, surgiendo de allí una corriente popular.
Respecto a la relación entre el nacionalismo y Juan
Perón, Fermín admitirá que varias de sus figuras “convergerán al peronismo, así como otras se opondrán: no quieren a
Perón, y al rechazarlo a él rechazan al movimiento popular. Estos nacionalistas
ven a Perón como un caudillo excesivamente pragmatista –o para decirlo con las palabras que se
utilizaron, no sólo desde el nacionalismo sino también desde el lado liberal– como un oportunista que sabe hacerse cargo
del momento histórico y que va adelante”[3]. Entre los nacionalistas que comprenderán
al peronismo, Fermín destacará a Alberto Baldrich.
Para Chávez el nacionalismo argentino irá
evolucionando desde una matriz originaria ciertamente elitista e influida por
la obra de Maurras hacia una versión de nítida orientación popular. Trascurrido
el año 1935, atestiguará el maestro, la gran acción del nacionalismo se
expresará a través de publicaciones y periódicos que golpearán sistemáticamente
al gobierno de Justo, textos en los que aparecerán ideas como la de justicia social. Ya iniciada la década
de 1940, las tres banderas del justicialismo estarán prácticamente expresadas
en el manifiesto que José Luis Torres redactará para el general Juan B. Molina
en 1942[4].
Durante el primer peronismo, siendo ya agente estatal
en salud pública a instancias de Ramón Carrillo, Chávez será destinado a la
oficina de prensa de la GGT
donde colaborará con el órgano oficial de la central obrera. En 1950, conocerá
a Eva Perón al integrarse a una peña de jóvenes escritores y poetas que se
reunían todos los viernes en la sede del Hogar de la Empleada. Con Evita,
compartirán también cenas e interminables tertulias en la residencia de Agüero
y Alvear donde luego se trasladó la peña. Asimismo por esos años, contraerá
matrimonio con Antonia Simó. De dicha relación nacerán dos hijos, Fermín (fallecido
en un trágico accidente aéreo) y Simón, talentoso músico, fotógrafo y
realizador. Además colaborará con la Dirección General
de Cultura dirigida por aquel entonces por
José María Castiñeira de Dios.
Obra y militancia
Su primer libro de poesía Como una antigua queja será impreso en los talleres de
Acontecida la revolución “Libertadora” y ya
proscripto, su respuesta será inmediata; publicará su extraordinaria obra Civilización y Barbarie. El liberalismo y el
mayismo en la
Cultura Argentina , participando activamente al mismo
tiempo en numerosas publicaciones clandestinas como De frente, El populista, y Norte.
En 1958, será designado por Juan Domingo Perón como
miembro suplente del comando táctico creado para comunicar y difundir la orden
de voto a Frondizi –pero al negarse a votarlo– será separado inmediatamente del
cargo. En 1963 recaerá sobre su persona el rol de delegado interventor del
Partido Justicialista de Santiago del Estero, y en 1964, la Fundación Scalabrini
Ortiz publicará su obra Poemas de
fusilados y proscriptos.
Entre 1973 y 1974, dictará Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA ,
y como periodista y columnista publicará, sus artículos en Crítica, Panorama, La
Prensa , El Hogar, Crisis y Megafón.
Según Enrique Manson, la “ojeriza” de José López Rega
lo excluyó de integrar la comitiva en el primer retorno de Perón. No ocurrirá
lo mismo con el segundo y definitivo. Fermín respecto al viaje de regreso
relatará que, debido a su buena orientación en el aire, notó inmediatamente que
el avión cambiaba su rumbo para aterrizar definitivamente en Morón[5].
En 1990 recibirá el Premio Consagración Nacional por
parte de la Secretaría
de Cultura de la Nación ,
en 1991 dictará la materia Historia del Pensamiento Argentino en la Universidad de La Plata
–y entre 1996 y 1998– Historia Social y Económica en la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad
de Lomas de Zamora. El 2 de octubre de 2003, a instancias de
tantos compañeros como Arnaldo Goenaga, será declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por
Ley Nº 1090/2003.
Fermín publicó más de 46 libros además de continuar la
obra de su maestro y amigo José María Rosa con la colaboración de Juan Cantoni,
Jorge Sulé, y Enrique Manson. Alguno de sus libros más destacados aparte de los
ya mencionados: Vida y muerte de López
Jordán (1957); José Hernández,
periodista, político y poeta (1959); Historia
del país de los argentinos (1967); Perón
y el peronismo en la historia contemporánea vol. I (1975); Historicismo e iluminismo en la cultura
argentina (1977); La recuperación de
la conciencia nacional (1983); Perón
y el justicialismo (1985); Porque
esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico (1994); La conciencia nacional (1996); Alpargatas
y libros volúmenes. I y II (2003/2004). Además, editará numerosas obras de
poesía sosteniendo desde siempre una profunda valoración de lo gauchesco como
emergente de la autentica cultura popular. En este sentido publicó en 2004 Historia y antología de la poesía gauchesca
un extraordinario trabajo de setecientas páginas donde reunió la obra de más de
ochenta poetas de la gauchesca y nutrida producción gauchipolítica.
Fermín y la Historia
Desde el punto de vista historiográfico la concepción filosófica que inspiró a Fermín Chávez fue el historicismo cuyo supuesto esencial radica en que, “...para estudiar cualquier ser colectivo sea que se considere o no a éste como un organismo, es indispensable conocer todos los elementos que lo forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente”[6].
En tal contexto, Chávez batallará incansablemente
contra el recorte del relato histórico que acompañó al proceso de conformación
del Estado nacional después de Pavón. Para Fermín el rescate integral e integrado de episodios y protagonistas obliterados
en el relato institucionalizado y su
puesta en valor, resultará fundamental para superar ese verdadero desprecio por
nuestro pasado que emergió durante el siglo de las luces (Aufklärung),
período histórico donde se sobrestimó la capacidad de la razón humana (que para
muchos filósofos de la época era siempre idéntica a sí misma, igual en todos
los hombres y en todos los tiempos) –y donde lo racional– en
palabras de Fermín debía sustituir a lo real en tanto este último, era
juzgado como producto absurdo de la historia.
Cabe señalar que para los
historicistas como Fermín la redención del “ser histórico” no perseguía fines
meramente académicos –sino muy por el contrario– objetivos “político culturales vitales
en cuanto “lo pasado” es constitutivo de “lo presente” y determinante de “lo
futuro”[7].
En ese orden de ideas, para el entrerriano y otros
revisionistas, a mediados del siglo XIX, se consolidó en el poder del país una
elite que se propuso “civilizar” por la fuerza a la barbarie nativa. Civilizar,
en palabras de Arturo Jauretche, no solamente significó desnacionalizar
mediante la importación acrítica de ideas, conceptos, valores y productos
culturales, sino también cercenar la historia para acomodarla al proyecto
político, cultural y económico triunfante.
El civilizar implicó, entre otros dispositivos, la
importación a libro cerrado de la doctrina iluminista que para Fermín no sólo
generó en el país un prejuicio moral y
cultural respecto a nuestras raíces indo-hispánicas, sino que además, a
partir de su influencia, empezó a germinarse una dicotomía donde lo bárbaro
resultó paradójicamente lo propio y lo civilizado lo ajeno. La idea de barbarie
empezará a cobrar para nuestro maestro un sentido peyorativo hacia adentro, trastornando los
supuestos culturales “hasta el punto de
hacerle creer a los nativos que nuestra propia civilización consistía en la
silla inglesa y en la levita”. El iluminismo en nuestra región presupuso
así una concepción naturalista y universalista de la sociedad “bajo la cual habría de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra
propia (…) germinación espiritual”[8].
La oposición Civilización o Barbarie selló de esta
forma una fuerte impronta fundacional en la formación del Estado argentino;
dicotomía que por antinatural –ya que los civilizados no eran tan
civilizados ni los bárbaros, tan bárbaros– determinó la formación de una superestructura
opresiva y alienante, que implicaba perturbar nuestro propio proceso de
conformación nacional a partir de la negación u ocultamiento de elementos
sustanciales de nuestro pasado.
Para el autor este fenómeno de índole sociológico, al
consolidarse en el tiempo mediante su incorporación acrítica en los distintos
estamentos del sistema educativo, fue transformándose en una deformación de
índole ontológica, ya que ciertos preceptos y perjuicios se fueron expandiendo
por vastos sectores de la sociedad. Por eso Fermín insistía que las crisis
argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas,
epistemológicas, y recién por último, económicas. En síntesis: una de las
principales líneas de investigación de nuestro maestro se orientó hacia el
análisis de los mecanismos de coloniaje cultural y sus consecuencias, entre
ellas, la disociación entre las elites “ilustradas” y el pueblo.
Chávez reconocerá que contra tal opresión alienante,
surgirá desde el llano, una matriz resistente que se expresó esencialmente a
través de la cultura popular y particularmente a través la poesía gauchesca.
Luego devendrá una corriente de pensamiento nacional a la cual adscribirá.
Fermín comprenderá como pocos que ese primer peronismo, germinará luego de una
profunda revolución cultural impulsada por la llamada generación décima,
progenie que reaccionó aguda e incansablemente contra el coloniaje y que se
propuso la búsqueda de un sentido y destino colectivo. Se afirma en tal sentido
que: “la revolución estética y el nacionalismo cultural se expresarán a
través de una innumerable cantidad de artistas y autores, en todos los campos
del quehacer estético-cultural”[9]. La
importancia de lo cultural en la construcción de la autoconciencia nacional
será vital en la obra del entrerriano.
Otro de los aportes sustanciales de nuestro maestro
fue la valoración crítica de los aportes conceptuales de las distintas
vertientes del nacionalismo argentino a la conformación de la doctrina nacional,
popular y humanista que nutrió al peronismo. El abordaje que Fermín realiza de
la producción teórica del nacionalismo y su evolución hacia un nacionalismo
popular de cuño humanista, son imprescindibles no solamente para comprender al
primer peronismo sino a aquella etapa de la historia argentina.
Para finalizar cabe reseñar que sus legados
historiográficos fueron descollantes. No solamente los ampliamente difundidos
respecto al Chacho Peñaloza y a López Jordán, sino los publicados respecto a
José Hernández, Juan Manuel de Rosas y a distintos protagonistas de nuestra
historia y de nuestra cultura. Su libro Vida
y Muerte de López Jordán constituye un antes y un después en la
historiografía entrerriana, y las consecuencias de aquel texto, aún resultan
admirables.
Perón,
Evita y el peronismo tuvieron en Fermín Chávez a su máximo historiador. Como enseña Alberto González Arzac: “…sobre ellos también dio a conocer
numerosas obras, formando parte del Instituto Nacional que lleva el nombre del
ex presidente de la Nación ,
a quien conoció conversando con fray Pedro Errecart el 20 de junio de 1943, en
la vereda de la calle Victoria (ahora Hipólito Yrigoyen) al 300 de la ciudad de
Buenos Aires; poco después, publicó en Nogoyá un artículo sobre Perón y el
Derecho de Gentes, y en Buenos Aires: Perón y la humanización del capital. Esa
adhesión política, cuando aún Perón no había accedido a la Presidencia , quedó
confirmada a través del trato frecuente y afectivo que poco después recibió de
Evita (con quien colaboró); ella hizo editar cuidadosamente los versos de Chávez
titulados Dos elogios y dos comentarios (1950). En años de exilio, Juan Domingo
Perón distinguió a Chávez remitiéndole cartas personales que atesoró en su
nutrido epistolario e invitándolo a acompañarlo en el vuelo de retorno a la
Argentina”[10].
Admitiendo haber recibido
influjos de autores como Johann Gottfried Herder, filósofo y escritor alemán
que lo llevaron a publicar Herder el
alemán matrero y de la Scienza
nuova de Giambattista Vico en obras como Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico, la influencia
del historicismo en la corriente nacional será reconocida por el autor quien en
numerosas oportunidades nos desafió
recuperar la vertiente historicista en la Argentina.
Afortunadamente ese deseo comenzó a materializarse a partir del impulso
de la Rectora
de nuestra Universidad, Doctora Ana Jaramillo, quien acaba de publicar una
obra: “El Historicismo de Nápoles al Río de la Plata ” editado por La Universidad Nacional de Lanús, texto que
seguramente como aquellos clásicos de Fermín, desafiará a las nuevas
generaciones a reencontrarse con una matriz vital para encarar un adecuado
proceso de autoconocimiento.
*Texto
incluido en la obra “Fermín Chávez; epistemología de la periferia”
compiladora ANA JARAMILLO. Ediciones
Universidad Nacional de Lanús. 2013.
[1] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”.
Repositorio documental Fermín Chávez.
[2] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”.
Repositorio documental Fermín Chávez.
[3] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”.
Repositorio documental Fermín Chávez.
[4] Ibídem.
[5] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”.
Repositorio documental Fermín Chávez.
[6] Escalante,
Wenceslao: citado por Fermín Chávez: “La conciencia nacional; Historia de
su eclipse y recuperación”. Editorial Pueblo Entero. Año 1996.
[7] Pestanha, Francisco: “Las manos de Fermín”. En http://www.nomeolvidesorg.com.ar/nota0283.html
[8] Chávez Fermín:
“Historicismo e iluminismo en la cultura argentina”. Centro Editor de América
Latina. Año 1982.
[9] Wally, Juan W.: “Generación de 1940: Grandeza y Frustración”.
Editorial Dunken.
[10] González Arzac, Alberto: “Recordando a
Fermín Chávez”. En www.nomeolviodesorg.com.ar
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