Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña (1905). |
Por Sandro Olaza Pallero
Manuel Pedro de la Quintana,
jurista, catedrático y estadista, fue presidente de la República Argentina
entre 1904 y 1906. Nació en Buenos Aires
el 19 de octubre de 1835, siendo hijo del estanciero Eladio de la Quintana y
Uzín (1806-1874) y de Manuela Sáenz de la Gaona y Álzaga (1811-1890). Sus
padres contrajeron nupcias en la basílica de Nuestra Señora del Socorro el 21
de diciembre de 1834, y sus familias pertenecían al patriciado rioplatense. Fue
bautizado en la Iglesia San Miguel Arcángel el 4 de marzo de 1836 y sus
padrinos fueron José Luciano de la Quintana y María Severa de la Quintana. Sus
abuelos paternos eran el veterano de la guerra de Independencia, coronel
Francisco Bruno de la Quintana y Aoiz (1769-1841) y Micaela de Uzín. Los hijos
del matrimonio Quintana-Sáenz de la Gaona fueron Manuel, Elario Erasmo
(1837-1883), Nereo Mariano (1839-1841), Federico Fortunato (falleció a los 10
días de su nacimiento en 1841), Julio Avelino (1842-1882), Juan (murió al día
siguiente de nacer en 1845), Mercedes (1848-1904) y Rita (su deceso se produjo
a la semana de su nacimiento en 1849).
Quintana inició sus
estudios en el colegio dirigido por Carlos Clermont e ingresó a la Universidad
de Buenos Aires en 1851, donde se graduó en cuatro años después como doctor en
jurisprudencia. Su tesis se titulaba “División de los bienes; muerta la mujer
con hijos menores no emancipados, si el viudo pasa a segundas nupcias”. En 1856
se incorporó a la Academia de Jurisprudencia, donde tuvo el honor en pronunciar
el discurso de apertura en 1858. Ejerció la cátedra de Derecho Civil en la Facultad
de Derecho de Buenos Aires, cuando reemplazó a Marcelino Ugarte, por nombramiento
del 24 de marzo de 1859 y en ese año publicó su primer artículo en la revista
El Foro sobre Necesidad de un Código
Criminal. Llegó a ser decano de la Facultad de Derecho y rector de la
Universidad de Buenos Aires.
Su actuación pública
fue muy prolífica, donde se desempeñó como diputado y senador nacional en
varias ocasiones. De tradición familiar unitaria, Quintana actuó después de
Caseros en el partido de Bartolomé Mitre. Al ingresar a la Legislatura de
Buenos Aires en 1860, no tenía la edad establecida por la Constitución para ser
diputado, por lo que quiso alejarse, pero finalmente su diploma fue aceptado.
Cuando se produjo la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación, se
contó entre los diputados nacionales electos para el Congreso de Paraná, pero los
porteños no se pudieron incorporar por ser rechazados sus diplomas. Intervino
en una polémica suscitada entre Dalmacio Vélez Sarsfield y Eduardo Acevedo por
la idea de formar un código de comercio. Quintana, antiguo practicante del
estudio de Acevedo, fue quien inició el debate. Sostuvo en la Cámara de Diputados,
el 27 de agosto de 1862, que el único nombrado para confeccionar el código
había sido Acevedo: “Este código no ha sido redactado por los doctores Vélez y
Acevedo, ni el gobierno de aquella época encargó a ambos su redacción. Al
doctor Acevedo se le pasó una nota encomendándole la redacción del código, sin
decirle que debiera hacerlo en unión con el doctor Vélez, ni con nadie”. Según
Abelardo Levaggi la existencia o no de nombramiento escrito y si el papel
mencionaba a uno de ellos o a los dos “es una cuestión formal que cede en
importancia ante la del verdadero o los verdaderos autores del proyecto”. De
acuerdo a lo afirmado por Quintana, quien se decía “testigo presencial de los
hechos”, Vélez le había solicitado a Acevedo “con el carácter de una
oficiosidad”, que a medida que redactaba los títulos, se los pasara para “revisarlos”.
Así lo hizo “se reunían los sábados a conferenciar acerca de las
modificaciones, adiciones o supresiones que el doctor Vélez había proyectado”.
Pero éste “no ha redactado jamás un solo título”.
En 1869 con motivo de
discutirse en el Congreso el proyecto de intervención a las provincias, el
diputado Quintana manifestó entre aplausos de los legisladores y concurrentes
al recinto en la sesión del 9 de agosto: “Durante los tres años que llevo en la
Cámara, he respondido al voto de mis electores, presentando diversos proyectos
de ley sobre capital de la República, sobre acefalía del P. E. y sobre elección del Presidente y
Vice-Presidente, y he cooperado además a que la Cámara se ocupara a la brevedad
posible de otros proyectos análogos, por ejemplo, el relativo a la contabilidad
nacional, tan reclamado para la regularidad de la Administración y la vigilancia
que el Congreso debe ejercer sobre ella. He de satisfacer los deseos del
gobierno sobre la cuestión relativa a los tribunales militares, presentando,
así que pase esta cuestión, otro proyecto de ley que determine con precisión y
claridad la jurisdicción de los tribunales, para que en adelante los ciudadanos
no se vean expuestos a caer bajo la cuchilla de los consejos de guerra”. En un
debate en la Cámara de Senadores, Nicolás Avellaneda opinó sobre Quintana: “El
señor senador tiene aquellos secretos que convierten la palabra en magia y la
elocuencia en poder”.
En 1888 actuó como co-presidente
junto a Roque Sáenz Peña del Congreso Sudamericano de Derecho Privado,
celebrado en Montevideo. Un año después, concurrió a la primera Conferencia
Panamericana en Washington, donde como
representante de nuestro país tuvo un papel importante en materia de forma,
procedimiento y plan de arbitraje para las Américas. Tuvo breve actuación en el
gabinete como ministro del Interior del presidente Luis Sáenz Peña. Luego se
retiró por un tiempo de la vida pública, pero regresó para restaurar el orden
en las provincias de Tucumán, Santiago del Estero y Santa Fe. Su enérgica
acción ocasionó la oposición de radicales y otros partidos. Después de
ausentarse regresó al Congreso entre 1900 y 1903, para ser posteriormente
candidato del Partido Autonomista como Presidente de la Nación a fines de 1904.
Quintana asumió como
Presidente el 12 de octubre de 1904, a los setenta años de edad, oportunidad en
que formuló su programa de gobierno. Su ministerio quedó integrado de la
siguiente manera: Rafael Castillo, en Interior; Carlos Rodríguez Larreta, en
Relaciones Exteriores; José Antonio Terry, en Hacienda; Adolfo F. Orma, en Obras
Públicas; Damián Torino, en Agricultura; Joaquín V. González, en Justicia e
Instrucción Pública; Enrique Godoy, en Guerra; y Juan A. Martín, en Marina. Con
Quintana concluyó definitivamente el poderío político de Julio A. Roca. En el
discurso de recepción del mando, Quintana contestó a Roca: “Si tenemos el mismo
espíritu conservador, no somos camaradas ni correligionarios, y hemos nacido en
dos ilustres ciudades argentinas más distantes entre sí que muchas capitales de
la Europa”. La orientación económica era eficiente y firme. Poco después, problemas
políticos y la cuestión social contribuyeron a que estallara la revolución
radical de 1905. A pesar de que el vicepresidente José Figueroa Alcorta y Julio
Argentino Roca (h) fueron secuestrados y retenidos como rehenes por los
rebeldes, Quintana sofocó el levantamiento y restauró la tranquilidad, por lo
menos transitoriamente. Carlos Ibarguren, subsecretario de Agricultura del
presidente Quintana dijo sobre éste último: “Fue dogmático y estoico ante el
deber”. El 31 de agosto de 1905, el Congreso daba sanción a un proyecto de ley
de diputado Alfredo L. Palacios sobre descanso dominical obligatorio. Se
promulgó el 25 de septiembre la ley N° 4699 por la que se nacionalizaba la Universidad
de La Plata, fundada en 1889 por el senador Rafael Hernández como Universidad
provincial. El 19 de octubre el gobierno nacional sancionó la ley N° 4874,
bautizada con el nombre de su propulsor, el senador Manuel Láinez, por la que
se mandaba al Consejo Nacional de Educación establecer en las provincias que lo
solicitaren “escuelas elementales, infantiles, mixtas y rurales”.
A fines de diciembre de
1905, se enfermó el presidente Quintana y asumió el ejercicio del Poder
Ejecutivo el vicepresidente Figueroa Alcorta. El presidente Quintana falleció rodeado
de su familia en Buenos Aires el 12 de marzo de 1906, a los siete meses de
salvarse del atentado cometido por el anarquista español Salvador Planas y
Virella. La sirena del periódico La Prensa sonó en el silencioso amanecer para
anunciar la noticia. Figueroa Alcorta convocó a una reunión extraordinaria de
gabinete y tomó las providencias de solemnes honras fúnebres. Se suspendieron
las clases y todos los actos públicos, mientras en la calle se comentaba con
tristeza la desaparición de Quintana. Según sus contemporáneos era un hombre
afable y en su habla introducía frecuentes reflexiones y observaciones.
Ibarguren recordaba: “Cierta tarde de verano mientras firmaba, molestábale una mosca con tanta insistencia
que dejó la pluma para hacerme esta reflexión: Mire usted lo limitado que es,
en realidad, el poder de los hombres: ¡todo un jefe del Estado no puede con una
mosca!”. Fue sepultado el 15 de marzo en el cementerio de la Recoleta. Se había
casado con Susana Rodríguez Viana y fueron padres de: Manuel Mariano
(1862-1863); Manuel Carlos (1864-1920); Eduardo Abraham (1865-1900); Adolfo
Mario (fallecido a los tres meses de nacer en 1867); María Luisa (1869-1944);
María Susana (1871-1894); Elena Julia (1873-1910); Adela Mercedes (1874-1959);
Alfredo Luis (1880-1911); y María Eugenia (1881-1961). Una de las hijas de
Quintana, Adela Mercedes se casó con Hilarión Domingo Moreno Montes de Oca (1863-1931)
y fueron padres del célebre jurista, catedrático y diplomático Lucio Moreno
Quintana (1898-1979).
Fuente:
Discursos
pronunciados por el Diputado doctor Manuel Quintana en el Congreso Argentino en
la discusión del proyecto de ley de intervención,
con prólogo de Nicasio Oroño, Buenos Aires, Imprenta Moreno 130, 1870.
Bibliografía:
Cutolo,
Vicente O., Nuevo Diccionario Biográfico,
Buenos Aires, Elche, 1978, t. V.
Ibarguren,
Carlos, La historia que he vivido,
Buenos Aires, Peuser, 1955.
Levaggi,
Abelardo, Dalmacio Vélez Sarsfield,
jurisconsulto, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 2005.
Pérez
Amuchástegui, Antonio J., Crónica
argentina histórica, Buenos Aires, Codex, 1979, t. V.
Wright,
Ione S. y Nekhom, Lisa M., Diccionario
histórico argentino, Buenos Aires, Emecé, 1990.
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