sábado, 29 de noviembre de 2014

LOS PRONTUARIOS POLICIALES EN LA ÉPOCA DE ROSAS




Índice del Archivo del Departamento General de Policía.




Por Julio Castellanos*



Con Rosas está ocurriendo lo que con muchas ciudades desaparecidas, que al excavar sus ruinas los arqueólogos se encuentran con que hay que modificar el concepto que se tenía de ellas, calificadas de ciudades bárbaras, puesto que la piqueta viene a poner al descubierto, hoy una estatua artísticamente modelada, mañana una copa de oro cincelada de una manera maravillosa y al otro una columna perfecta, obras que por su estilo y por la materia empleada en ellas, ponen de manifiesto que esas ciudades habían adquirido una cultura superior, y por lo tanto, hay que modificar el juicio que de ellas se tenía.
El hecho no debe sorprender –veinte años de gobierno dejan muchos resentidos -, y cuando éstos triunfan es humano, políticamente, modificarlo todo.
Al estilo Luis XIV sucedieron los Luises XV y XVI, el Directorio, el Napoleónico, el Luis Felipe, etc., y como es lógico, cuando un estilo deja de ser porque la moda hizo ley imponiendo otro, el anterior pasa a los desvanes o a los cuchitriles de los chamarileros. Tal suelen hacer los políticos triunfadores o muchos historiadores que disfrutan de sus prebendas.
Todo cuanto se escribió contra Rosas, no ya por los políticos contrarios, sino lo que fue invención de mentes calenturientas que fabricaban novelas por entregas para solaz de sus lectores, y de acuerdo con el último grito del romanticismo, pasa por cierto.
El folletinero ha hecho mucho daño a la historia porque desempeñó un papel muy semejante al del falsificador de moneda, que pretende pasar lo malo por bueno.
Pero las mentiras, por muchas que sean, y a veces estén refrendadas por algún pseudo historiador, tienen que dejar paso a la verdad. Y el documento que pone en circulación una orden, el decreto oficial, y hasta la misiva íntima al correligionario, así como el tratado internacional que se archiva en una cancillería extranjera, suele hacer extemporáneamente su aparición y deja en descubierto al falsificador.
No es que creamos “tabú” a los documentos oficiales, pues de sobra sabemos que hay mensajes que dicen lo contrario de lo que el gobernante hizo.
Volviendo al caso de Rosas, es mucho lo que hay que desbrozar todavía para que, a su persona y a sus hechos, se les dé en la historia el lugar que en justicia le corresponde, pero ya existen trabajos que han realizado parte de la tarea, algunos abonados por historiadores de prestigio, y otros, por escritores que han hambre y sed de justicia histórica, porque han llegado a descubrir que la figura de Don Juan Manuel merece de los verdaderos patriotas, que no están embanderados en ningún partido, que se la rehabilite.
Podrá ser hoy o mañana, pero ello llegará; hay muchos Plutarcos que en su afán de hacer paralelismo ven que no desmerece la personalidad de Rosas al lado de muchos próceres, y más se afirman en ello, cuando ven que la Ilustrísima Personalidad de San Martín, con mayúscula, con sus escritos y con su acto de donarle el glorioso sable, está de parte de ellos.
Época es ésta de revisión, y al hacerla, surge que la Unidad Nacional se logró por el tesón y el patriotismo del Ilustre Restaurador de las Leyes, y que si mucho se le ha vilipendiado en el pasado, hoy son muchos los que creen que la autoridad que él impuso como mandatario, sus actos de gobierno, tanto en lo nacional como en lo internacional, deben imitarse porque estaban inspirados en la justicia, en el desinterés y en el más puro amor a la patria.
De los crímenes que se le achacan no están libres, ni los gobernantes que le antecedieron, ni los que le sucedieron, y es de notar que todos los gobernantes de los países americanos fueron tildados de lo mismo. Era la época. El sectarismo no reflexiona, y atribuye, a los que se encuentran en el poder, las fantasías que suelen ser parto de su imaginación.
Y un hecho indiscutible debemos hacer notar: que si Rosas llegó al poder no se debió a la sorpresa de un cuartelazo afortunado de un militar ambicioso, o con la ayuda de empresas extranjeras, sino que fue llevado al gobierno por la libérrima voluntad de los legítimos representantes del pueblo, y después de un plebiscito que dio una mayoría abrumadora a su favor.
Y de que sus dotes de gobernante algo debían significar, dicenlo el recibimiento oficial que se le hizo en Inglaterra a su llegada,  cuando pobre y desterrado, nada podía dar, siendo el jefe del gobierno, Lord Palmerston, quien más le honró, brindándole una amistad que duró hasta su muerte.
A pesar de todo cuanto se ha dicho en su contra, nadie osó hasta hoy enrostrarle que fuera malversador de caudales públicos; sus cuentas con el erario son bien claras y precisas, y aun cuando tuvo que sostener guerras internacionales jamás recurrió a empréstitos.
En cuanto puso mano, se nota enseguida su espíritu ordenado; era un trabajador infatigable al que no se le escapaba detalle,  exigiendo de todo empleado público el cumplimiento de su deber, no perdonando a nadie la menor falta, y, cuando de la tranquilidad del país se trataba, era inexorable hasta con sus allegados.
El estaba en potencia en todo, bien se tratase de Hacienda Pública, de la Organización del Ejército, del régimen a que tenía que estar sometidos los hospitales y asilos, de la Instrucción Pública, del servicio de chasques y de cuanto se refería a los servicios públicos.
Y del rigor a que tenía sometida la Policía, todo sabemos que cuanto pasaba en la ciudad pronto era sabido por él; díganlo la rápida pesquisa del robo de dos millones de pesos a la Casa de Moneda por medio de la falsificación de una orden firmada por Rosas, que había hecho un titulado Murillo, que se hacía pasar por Vidal y después por Vera y por último resultó llamarse Andrés Vallejo.
En veinticuatro horas se prendió al delincuente, y Rosas al recibir la nota de su detención, se asombra de que su letra y firma hayan podido ser falsificadas con tal perfección, lo que no obsta para que al pie de ella, en uso de las facultades extraordinarias que le había acordado la legislatura, pusiera el cúmplase a la pena a que se había hecho acreedor el tal Vallejo.
Tal rapidez se explica, porque en aquellos tiempos, aunque no existían las impresiones digitales, no faltaban los prontuarios que se hacían escrupulosamente, y para muestra vamos a transcribir dos, cuyos originales se encuentran en el Archivo del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (estos documentos juntamente con su magnífica biblioteca fueron donados al Instituto por la familia del ilustre historiador don Martín V. Lascano).

Departamento de Policía

“Viva la Confederación Argentina”

“Mueran los Salvajes Unitarios”
“Muera el loco traidor Salvaje unitario Urquiza”
                                                                      
                                                               Buenos Aires, Octubre 9 de 1851.
                                                                       Año 42 de la Libertad, 36 de la
                                                                       Independencia y 22 de la Confede-
                                                                ración Argentina.
José Ma. Bustillos, edad 32 años calza bota fuerte, es sano no es borracho. Patria Buenos Ayres, no sabe domar, anda regularmente a caballo, se ocupa en el Comercio de Frutos del País, domicilio Calle la Victoria n° 33 y ¾ sabe leer y escribir presta sus servicios en el 3er. Batallón de Patricios en clase de soldado es hijo de Don Manuel José Bustillos y de Doña Manuela Prudant. Estado casado, color blanco, pelo rubio, es hombre de pueblo, bueno para infantería.
Viste pantalón de casimir negro chaleco de raso punzó camisa de hijo corbata de seda, levita de paño negro, sombrero redondo usa la divisa y cintillo federal. Es de buena conducta y no sabe emborracharse.
Servicios que ha prestado a la Santa Causa Nacional de la Federación.
Siendo empleado en el Correo fue preso en el año de 1840 por salvaje unitario y conducido a la cárcel de Cabildo, de donde salió poniendo personero, y fugó en ese mismo año a Montevideo y el Gobierno intruso de Montevideo le dio el grado de Teniente Coronel de infantería a las órdenes del salvaje asqueroso unitario Manco Paz hasta que este salió de Montevideo. Luego emigró al Brasil y acogiéndose al indulto que S.E. tuvo a bien acordar regresó a su país.
                                                                                                          Juan Moreno
Se trata en este caso de una persona conocida, a la que solían llamar el paquete Bustillo por su elegancia y el esmero que acostumbraba a poner en su persona.
Como se deduce de la lectura de ese prontuario, a pesar de sus andanzas contra el régimen implantado por Rosas, se acogió al indulto que acordó el gobierno a los que regresaban al país, siéndole concedido, lo cual prueba que Rosas no era tan duro de corazón como lo hacen figurar, y que los unitarios sabían que nada tenían que temer cuando el Restaurador tenía empeñada su palabra.
En cuanto al otro prontuario se trata nada menos que del hijo de don Bernardino Rivadavia, el que, como es natural, no podía ser más unitario. Leámosle:

Departamento de Policía


“Viva la confederación Argentina”
“Mueran los Salvajes Unitarios”
“Muera el loco traidor Salvaje unitario Urquiza”

                                                                       Buenos Aires, Octubre 17 de 1851.
                                                                       Año 42 de la Libertad, 36 de la
                                                                       Independencia y 22 de la Confede-
                                                                ración Argentina.

Joaquín Rivadavia: edad 37 años – calza bota fuerte – es sano – no es borracho – natural de Buenos Aires – no sabe domar – sabe andar bien a caballo -  se ocupa en un escritorio de Agencia – Su domicilio Calle del Parque num. 51. Sabe leer y escribir y en prueba de ello firma la presente clasificación – se halla enrolado actualmente en el Juzgado de Paz de la Catedral al Norte – hijo legitimo de D. Bernardino Rivadavia y de Da. Juana del Pino – de estado casado – color blanco – pelo castaño algo cano – es hombre de pueblo – es bueno para caballería.
Viste: levita de paño – chaleco punzó – pantalón de paño – camisa blanca corbata de seda – bota fuerte – sombrero de pelo negro – usa la divisa y sintillo federal.
Es de buena conducta y no es borracho.
Servicios a la Santa causa de la Federación Nacional. No ha prestado ninguno – Dice que habiendo llegado de Francia el año de 1828, cuando el motín militar del Salvaje asqueroso unitario Lavalle, lo hicieron Alférez de Caballería, y que sirvió con los amotinados hasta la convención, después de lo cual emigró al Estado Oriental del Uruguay hasta el año de 1833 que volvió a esta Ciudad, y que en el mismo año pasó con licencia a Mercedes en la Banda Oriental á hacerse cargo de una estancia de su Padre – Que el año de 1837 entró al servicio con los salvajes asquerosos unitarios en el Ejército del salvaje asqueroso unitario Lavalle, quien lo hizo Capitán en la campaña contra el Sr. Presidente legal del Estado Oriental: que se halló en toda la guerra que hizo el pardejón salvaje asqueroso unitario Rivera contra el Gobierno legal de aquel Estado. Que cuando el salvaje asqueroso unitario Lavalle invadió esta Provincia sirvió con él en toda la campaña habiéndole dado el título de Sargento Mayor de Caballería hallándose en todas las acciones de guerra que tuvieron lugar hasta la Rioja, en donde se separó y pasó a Bolivia, y desde allí por Matogrosso se vino al Rio Janeiro se embarcó y se vino a Montevideo. Que allí fue llamado al servicio por el titulado Ministro salvaje unitario Pacheco y Obes y le fue dado el mando de un escuadrón de Caballería con el que salió a campaña hasta que los emigrados argentinos se separaron y marcharon a Corrientes donde sirvió a las órdenes del salvaje asqueroso unitario manco Paz – Que cuando el ejército Paraguayo llegó a Corrientes, fue pedido por su titulado general y al presentarse a servicio le dieron el grado de Teniente coronel continuado en aquel hasta la disolución, que pidió su pasaporte para el Brasil donde se retiró. Que de allí paso embarcado a Montevideo y a los pocos días se trasladó a esta Ciudad el año 1848. Que luego que se hizo pública la traición del salvaje, loco, traidor, unitario Urquiza, ofreció sus servicios al Supremo Gobierno, dirigiéndose á S.E. por conducto del Capitán escribiente D. Pedro Rodríguez, lo mismo que lo ha hecho personalmente recordando su oferta a la Señorita Da. Manuelita Rosas y Ezcurra, la cual la reitera hoy al hacerle la presente clasificación.
Nota
Agrega este individuo que el año de 1848 se enroló en la Pasiva del Juzgado de Paz de Catedral Norte, donde presta sus servicios como ciudadano de la 2da. Compañía
                                                                       Joaquín Rivadavia
                                                                                               Juan Moreno (Este documento rectifica lo afirmado por don Jacinto Yaben en la pág. 91 del Tomo IV de su obra “Biografías Argentinas y Sudamericanas”, en la que afirma que Joaquín Rivadavia volvió al país después de Caseros.
Se encuentra en Buenos Aires desde mucho antes de este hecho,
Es curioso y frecuente el afán de hacer pasar como volviendo al país después de Caseros a muchas personas que residían tranquilamente en él. El ambiente de la dictadura no era tan irrespirable como se pretende y muchos de los presuntos proscriptos hicieron su fortuna en el país durante esa época.
Lo mismo puede decirse de José María Bustillos, a quien también el señor Yaben, hace volver a Buenos Aires después del 3 de febrero de 1852.

Como se habrá notado, no se trata en este caso de un cualquiera, sino de un hombre que había actuado en cuantas pellejerías  se lanzó el partido unitario para derrocar a Rosas, que sabía leer y escribir, y que, dado el medio en que había figurado, es de suponer que debía conocer a sus correligionarios para no tomar en cuenta lo que decían de las barbaridades de Rosas, puesto que el año 1848 viene a Buenos Aires y se enrola en la pasiva del Juzgado de Paz de Catedral al Norte, donde presta servicios con la 2ª. Compañía.  Más tarde al hacerse pública la traición de Urquiza se ofrece para prestar servicios en el Ejército rosista, dándose el caso de que un unitario peleara en defensa del gobierno de Rosas, y ello solicitado personalmente a doña Manuelita, y también por conducto del Capitán Pedro Rodríguez.
Indudablemente se vivía en una época de sorpresas y la que debe causarnos el hecho de que el hijo de don Bernardino adoptase resolución tan patriótica, se explica, porque no se trataba como en las contiendas anteriores de una guerra civil, sino de una guerra internacional contra el Brasil, al que se había aliado Urquiza. Así lo entendieron muchos otros, entre ellos, los coroneles Díaz y Chilavert, quienes combatieron al lado de Rosas en Caseros.
Para terminar vamos a transcribir unos párrafos del notable ensayo del señor E. M. S. Danero, titulado “Lucio Vicente López”: “Y – como dice Ernesto Quesada- mientras el primero (don Vicente López y Planes), siguiendo sus inclinaciones y obedeciendo a su idiosincrasia, continuó viviendo en Buenos Aires sin que personalmente nadie le achacara nada ni le hiciera el menor reproche, el hijo (don Vicente Fidel López), batallador y altivo, tuvo que emigrar de nuevo a Montevideo..." Y más adelante refiere, tratándose de don Lucio Vicente López: “Con el propósito de que iniciara sus estudios universitarios, su padre le envió a Buenos Aires”, y eso ¡en plena tiranía!  Lo cual prueba dos cosas: que eran muchos los que se autoperseguían, y en que en lo referente a estudios superiores, los de aquí eran mejores que en Montevideo, puesto que allí no existían.
Mucho debía representar Rosas para los argentinos que lo estimaban cuando para vencerlo, por primera vez, tuvieron que coaligarse todos los descontentos y buscar la ayuda de fuerzas extranjeras.        


 *Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas n° 6, Buenos Aires, Diciembre de 1940


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