miércoles, 21 de enero de 2015

EL GRITO SAGRADO. LA LETRA DEL HIMNO NACIONAL ARGENTINO Y LA AUTOCRÍTICA DE DON VICENTE LÓPEZ Y PLANES


El Himno Nacional en la sala de Mariquita Sánchez de Thompson, donde se cantó por primera vez en 1813 (por Pedro Subercasseaux)..



                                                                      Por Guillermo Palombo


A principios de 1813 el himno compuesto por Fray Cayetano Rodríguez, con música de Blas Parera, había envejecido rápidamente ante el ritmo de la revolución que necesitaba una canción patriótica más a tono con el pensar y el sentir del momento.
El 6 de marzo, la Asamblea General Constituyente comisionó al diputado Vicente López para que “trabajara” una canción nacional. López – nacido en Buenos Aires el 3 de mayo de 1784 y autor del “Triunfo Argentino” en el cual narraba la epopeya de las invasiones inglesas – terminó de escribirla el 9 de mayo, sobre una mesita de caoba situada en la segunda habitación de la entrada de su casa de la calle Perú entre Venezuela y Méjico. El 11 de mayo la Asamblea la declaró única “marcha nacional” que debía cantarse en los actos públicos, y así se cantó con música de Parera. 
Es un cántico militante, guerrero, porque la revolución obligó a tomar partido. Había que defender a la Patria, ganar prosélitos y destruir a los enemigos. Sus versos surgen más literarios que poéticos, más sonoros que musicales. La letra, derramada con ímpetu apasionado, grita a los espacios y rompe con estruendo el aire: “¡Oíd, mortales, el grito sagrado!”… Y al conjuro de su voz se pone de pie toda una nación al grito de “¡Libertad, libertad, libertad!”, expresiones iniciales que permiten entrar el oxígeno de una emoción antes que se desate enseguida una tormenta verbal que habla de “venganza”, “guerra”, “furor”, “estandarte sangriento”, “saña tenaz”, “bañados en sangre”, “luto, y llantos, y muerte”, “tigres sedientos de sangre” y “fiero opresor”. Su estilo, que hoy suena anticuado y frío, está moldeado en la horma de la expresión literaria ochocentista.
Si se coteja su copia manuscrita existente en el Archivo General de la Nación (autenticada el 13 de mayo de 1813 por el doctor Bernardo Vélez, secretario del gobernador intendente Miguel de Azcuénaga), con el texto impreso en hojas sueltas estampadas en la Imprenta de los Niños Expósitos, fechadas al día siguiente (14 de mayo), se advierte que el tipógrafo introdujo un error que el corrector no enmendó, pues cambió los “huesos” del Inca en “huecos” de su tumba, y esto último se aceptó oficialmente.
Andando los años, López proyectó modificar la letra del himno. Así lo prueban sendas cartas suyas dirigidas en 1847 a su hijo Vicente Fidel López, por entonces exiliado en Montevideo, cuyos originales se conservan en el Archivo General de la Nación (Sala VII, legajo 21-1-2, documentos números 2339 y 2340) cuyo contenido permite aclarar porqué en una copia del texto del himno realizada en 1843 López reemplazara la palabra “abrieron” (“Ya su trono dignísimo abrieron /las Provincias Unidas del Sud”), por “alzaron” y que en otra copia posterior, que data de 1847 volviera a escribir “abrieron”.
En la primera carta (N° 2339), fechada en Buenos Aires el 18 de octubre de 1847, López dice a su hijo que las hojas impresas en 1813 con la letra del himno escaseaban por lo que él copiaba su texto a mano y le agregaba de su puño y letra la fecha del decreto de la Asamblea:“Te adjunto la copia autógrafa que me pides del himno nacional; […] Los impresos antiguos del himno están ya tan escasos, que me ha costado algún trabajo buscar entre mis papeles el que me ha servido de modelo para escribir la copia que mando, poniendo la fecha del decreto de la Asamblea, que nacionalizó mi composición”. Enseguida manifiesta su propósito: “Te aseguro que no siendo entera satisfacción, cuando tengo que revisar esta obra de mi juventud: quisiera corregir los muchos defectos que le encuentro, y que han pasado inapercibidos, o respetados más bien por el prestigio de que ha gozado esta hija mía desde su nacimiento”. Después refiere cuál era el objeto de las copias que sacaba de su puño y letra: “En esta copia, como en una que otra que he dado a instancias de algunos compatriotas para ponerlas en cuadro, para adornar sus salas, gran papel de marquilla, etc, he quitado apenas una palabra”. Indica qué es lo que palabra ha cambiado: “La de se anida en la segunda estrofa, y en su lugar he puesto reside, hablando de la Grandeza: aquella palabra y su idea son muy humildes para la dignidad del objeto; hubiera querido poner: La Grandeza levanta o dilata sus pechos, etc. pero prefería mudar sólo la palabra que abatía y poner la que ennoblecía la misma idea”. Explica el sentido de una expresión y reconoce que su voz se confunde con ecos de voces lejanas: “Hay otra estrofa que me disgusta sobremanera y es la de – en los fieros tiranos la Envidia –escupió su pestífera hiel- y lo peor es que en esto no fui original, sino que traté de salir del paso, dotando de las composiciones del mismo género que había leído unas frases que me daban el concepto que yo trataba de expresar, pero sin la detención reflexiva que después he tenido para ver que ellas no me daban una pintura seria y noble, coordinada a la altura que había tomado desde el principio, y con que iba a acabar la obra, sino una en que sacrificaba a la pasión de la época aquéllas dotes”. Reconoce que su voz se confunde con ecos de voces ajenas. Y concluye con la más perfecta autocrítica: “Veo en fin otros defectos, que me hacen sentir no poco, cuando de tarde en tarde reviso esta composición, de manera que no extraño la última voluntad de Virgilio mandando quemar su Eneida. Algunas veces me vienen tentaciones de corregir todos los defectos que reconozco, y presentar el himno reformado a la Legislatura. ¿Qué te parece?”.
Por su parte, en la segunda misiva (N° 2340), inmediato complemento de la anterior, López refiere a su hijo que, pese a su disgusto por algunas expresiones, ya no puede modificarlas porque el tiempo las ha convertido en un texto sagrado: “A la carta llevada por Campillo te acompañaba una copia autógrafa del himno nacional: te hablaba de los disgustos que me asaltan al ocuparme de cuando en cuando de esta composición de mi juventud por los defectos que le encuentro, o inapercibidos para los demás , o lo que es más cierto no queridos atender o confesar por el amor que el país profesó a esta obra desde su aparición: te señalo algunos defectos: corrijo uno: pongo resida en lugar de la humildes imagen del verbo se anida. ¿Corregiré los demás? Estoy dudoso, porque la sanción del tiempo no puede alterarse”. Y al parecer no los corrigió.
Vicente López murió el 10 de octubre de 1856 en la misma casa y en la misma habitación en que había nacido. Muchos años después el himno nacional original fue acortado, y hoy solo se canta la primera estrofa y el coro. Las demás, olvidadas, solamente son polvo de palabras arrastrado por un oscuro soplo de emoción.

Fuente:

El Tradicional
http://www.eltradicional.com.ar/contenidos/item/63-el-grito-sagrado    

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