sábado, 27 de febrero de 2016

UNIÓN CÍVICA RADICAL-MANIFIESTO DEL COMITÉ DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES (1897)

Hipólito Yrigoyen en su juventud.




Buenos Aires, setiembre 29 de 1897.


Al señor Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, doctor Bernardo de Irigoyen.

El Comité de la Provincia ha tomado en consideración la nota del señor Presidente, adjuntando copia de las resoluciones de la Convención Nacional y de ese Comité, referentes a la política sancionada de coalición de nuestros Partidos con otras agrupaciones, y pasa a exponer los fundamentos en cuya virtud no le es dable adherirse a esa política.
Sin duda alguna, es éste uno de los momentos más solemnes y más graves de la vida de nuestro partido, puesto que se ha resuelto modificar la ley fundamental de su existencia.
[…] El poder, a pesar de ser uno de los medios más eficaces para hacer práctico un programa, no es el fin a que pueda aspirar un partido de principios, ni el único resorte que pueda manejar para influir directamente en los destinos del país. El Partido Radical es prueba elocuente de esta afirmación, el despertamiento del espíritu público y los procedimientos democráticos aplicados en su seno, no sólo seguir imperturbable el camino que recorriera con honor, en horas más difíciles y a costa de mayores sacrificios.
Encarrilar dos partidos que han revelado distintas tendencias y que manifiestan tener propósitos distintos, es no sólo una transgresión a su fe política, sino también neutralizar dos fuerzas que rechazan, acercar elementos para producir entre ellos la anarquía, inutilizar la capacidad política de cada uno y esterilizar sus iniciativas extraviando el criterio público.
La transformación social y política de la República debe comenzar por efectuarse en los partidos, aumentando sus fuerzas con el ejemplo constante de la firmeza indeclinable de su conducta y de su patriotismo abnegado.
Los servicios que no son prestados al país entero no pueden ser ambicionados por colectividades que aspiran a perpetuarse en la gratitud nacional. Sólo los partidos que no tienen más objetivo que el éxito aplauden a benefactores que los acercan al poder a costa de sus propios ideales.
Cuando se abriga fe en la causa por la que se ha combatido se salva, ante todo, la pureza del principio, en la convicción de que horas propicias le darán la victoria; porque
los pueblos que llevan en su seno un porvenir grandioso avanzan siempre en las conquistas de sus verdaderos anhelos.
Y es en nombre de estos anhelos institucionales que en una buena hora suprema nuestro Ejército y nuestra Armada, solidarizados en la causa y en el sentimiento nacional, acudieron a una de las protestas más gloriosas que registra la historia cívica de nuestra Patria. Y es también en nombre de esos principios democráticos, que han llegado a constituir en la educación de nuestro país una verdadera aspiración nacional, que surgió y se agigantó el Partido Radical a medida que su acción inspiraba confianza pública en la rectitud de sus procederes, y cuya inspiración salvó en un momento supremo el decoro argentino comprometido, resistiendo el acuerdo que esterilizó aquel gran sacrificio.
¿Y bien? ¿Podemos nosotros tronchar esa obra nacional que pertenece a la Historia, a la memoria de los que han caído y a las generaciones presentes y del porvenir? ¡Jamás!, porque ello importaría un atentado a tan sagradas tradiciones y porque estamos plenamente convencidos de que la anormalidad e inestabilidad política de la República son debidas a la falta de partidos orgánicos con creencias fundamentales y propósitos definidos, y por lo tanto creemos que no puede esperarse ningún bien público, si para ello ha de requerirse la destrucción del Partido Radical, que es el único que tiene impreso ese carácter.
[…] Saludan al señor presidente con toda consideración.

H. Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, José de Apellániz, Tomás A. Le Breton,
Ángel Gallardo, Eufemio Uballes, Ángel T. de Alvear, Leonardo Pereyra,
Eduardo Bullrich, Julio Moreno, Francisco Ayerza, José León Ocampo,
José Gregorio Berdier, Juan Martín de la Serna, Manuel A. Ocampo,
Manuel Durañona, Cornelio Baca, Emiliano Reynoso, Norberto J. Casco,
Mariano H. Alfonso, Felipe G. Senillosa, Manuel de la Fuente y otros.


Fuente:

Botana, Natalio y Gallo, Ezequiel, De la República posible a la República verdadera (1880-1910), Buenos Aires, Emecé, 2007.

jueves, 11 de febrero de 2016

SALAVINA, UNA ANTIGUA POBLACIÓN SANTIAGUEÑA (SIGLOS XVII-XIX)

























Por Sandro Olaza Pallero*

Introducción

          Salavina es uno de las poblaciones más antiguas de Santiago del Estero y también de los curatos de esta provincia y de Argentina, siempre nombrada en el canto popular santiagueño. Ya existía antes de la llegada de los españoles y figura como curato en 1717, 1799, 1826 y 1835 (1). Los sanavirones poblaban el norte de la provincia de Córdoba y la parte sur de Santiago del Estero donde se hallaba Salavina. El jesuita Alonso Barzana señaló que el idioma de los sanavirones era uno de los principales del Tucumán y que además hablaban quechua. Todos los indios de Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba “por medio de esta lengua [quechua], que aprendimos, casi todos,  antes de venir a esta tierra, se ha hecho todo el fruto en bautismos, confesiones, sermones de doctrina cristiana que se ha hecho y hace”. (2) Sobre la religión de los sanavirones se conoce una causa judicial de 1620 donde se afirmaba que rendían culto a Supay. (3)
         En 1543 comenzó la conquista y colonización de las tierras del Tucumán. Con la primera entrada llegaron sacerdotes que fueron con el capitán Diego de Rojas y sus soldados, para asistirlos religiosamente en esa etapa exploratoria. La primera misa que se celebró fue en territorio santiagueño y entre otros oficios, se efectuó el sepelio del jefe expedicionario asesinado por los naturales. Capellanes de la expedición fueron Francisco Galán, de la Orden de los Comendadores de San Juan y Juan Cedrón. (4) Dos ríos tuvieron una importancia decisiva con su cauce amplio y exuberancia de peces: el Dulce y el Salado. Francisco de Aguirre, fundador de Santiago del Estero, comenzó su primer gobierno con expediciones militares al Salado, tierras de los sanavirones, Córdoba y el Paraná al sur y el cauce del Bermejo a su regreso. Una vez emplazada definitivamente la ciudad de Santiago del Estero, desde allí se expandió la empresa fundacional que finalizó con el establecimiento de todas las ciudades mediterráneas del territorio argentino. A su vez esta primigenia etapa misional tuvo su corolario con la erección del obispado del Tucumán, dispuesta por Pío V en 1570 con la Bula Super Specula Militantes Ecclesiae, el primero del Río de la Plata, solicitado por Felipe II. Por la misma establecía a Santiago del Estero como sede episcopal y su catedral fue la primera del país hasta 1699 cuando se mudó a Córdoba. (5)
Siglos XVII y XVIII
          Para algunos historiadores en 1623 se creó el curato de Salavina, establecido en la antigua villa del mismo nombre. Orestes Di Lullo afirmó que en 1622 la doctrina de Salavina, junto con las de Mopa y Sicha daba pingües beneficios. Amalia Gramajo de Martínez Moreno señaló que el curato de Salavina provino de una doctrina, de acuerdo a un documento eclesiástico de 1622 y que posteriormente se llamó curato de Lindongasta. (6) Los curatos eran las antiguas parroquias y su fundación se debía a la necesidad espiritual de los pobladores. (7) Varias disposiciones reales establecieron la reducción de los indios rebeldes en los distintos distritos, como la real cédula dirigida al obispo de Tucumán para que coordinara acciones con los obispos y gobernadores del Río de la Plata. (8)
         El gobernador Gutierre de Acosta y Padilla otorgó en 1649 a Jacinto de Maldonado y Saavedra -yerno de Pedro Villarroel y Cabrera quien falleció ese año- la merced de la encomienda de Salavina y Siquinano. En el mismo año dejó el pueblo y repartimiento de Maquixata. La confirmación de la encomienda se resolvió el 23 de abril de 1654 y se le ordenó dar buen tratamiento a los aborígenes, adoctrinarlos y establecer vecindad en Santiago del Estero. La encomienda tuvo 36 indios tributarios que pagaban 5 pesos de tasa, de los cuales 1 peso era para el cura doctrinero. En 1677 Francisco de Maldonado y Saavedra recibió del gobernador José de Garro las encomiendas de Salavina y Siquinano que eran de su padre. (9) Por el año 1672, el licenciado Cosme del Campo Ibáñez era cura y vicario de Salavina y sus anexos e informó de las desviaciones del río Dulce a la altura de Lindongasta. (10) Las Ordenanzas de Alfaro -protectoras de los naturales- fueron en varias ocasiones letra muerta y un ejemplo de ello fue el proceso iniciado en Sabagasta por el alcalde Juan de Trejo en 1676 contra el indígena Juan Balumba. Balumba era paje de Francisco de Solórzano y fue acusado por haberse “vestido en traje de español con medias, zapatos, capa ungarina y espada, queriéndose introducir a mestizo”. Fue castigado con veinte azotes y además se dispuso “sea desnudado de dicho traje y vestido en el que tenía de antes de indio…y corte el cabello a la barba como le usan los indios”. Según Hebe Luz Ávila, el reo era un indígena bautizado: “…puesto que, así como a las indias se les ponía el nombre de María, a ellos se los nombraba José o Juan. El balumba (con minúscula), vendría a ser un apodo (“por mal nombre balumba”) y, si atendemos al significado del término –de reminiscencias negroides en su sonoridad-, podría tratarse de un personaje alborotador”. (11) La pobreza de los feligreses y la falta de apoyo en general, hizo difícil el cometido de los curatos pero esto no obstaculizó su influencia en las poblaciones santiagueñas en el período hispánico, incluso mucho más importante que en la administración civil de los partidos. (12)
Existieron procesos criminales por hechicería en el Tucumán, donde también se incluía a Salavina. Los acusados admitieron su participación en las salamancas. Ya existía una leyenda española de la salamanca en la literatura barroca y evocaba a un tiempo magia, aprendizaje y pacto diabólico. Destaca Judith Farberman que la ciudad de Salamanca dio el nombre a estas prácticas ocultistas: “la ciudad universitaria, su mística cueva y sus estudiantes habían atravesado el océano para llegar a una  remota aldea indígena de las fronteras del imperio español”. Entre los personajes locales que intervenían en estos procesos se destacaban los “médicos del monte”, especialistas terapéuticos, que también eran llamados adivinos, yerbateros, “doctores”, “callahuayas de las yungas” y “médicos de encantos”. Los médicos del monte, como los chamanes andinos y chaqueños de época más remotas, poseían un poder de curar a las presuntas víctimas, ya sea por negativa o fracaso del hechicero. (13) Farberman no resulta extraño que las mujeres resultaran casi siempre identificadas como hechiceras más que los hombres. (14)
Clemente Jerez y Calderón era cura de Guañagasta y Salavina en 1733 y en 1754 se desempeñó como cura y vicario de la reducción de vilelas denominada Vuela en la doctrina de Salavina. Jerez y Calderón contribuyó a difundir la advocación de la Virgen del Carmen en todo el territorio santiagueño, motivo por el cual las autoridades del Cabildo de Santiago del Estero la proclamaron “nuestra Abogada y Patrona” en asamblea pública del 11 de abril de 1760. La imagen de la Virgen del Carmen fue donada por Jerez y Calderón a la Catedral de Santiago del Estero, pero fue destruida en el terremoto de 1817. Nuestra Señora del Carmen también fue entronizada como patrona de las villas de Salavina y de La Punta y sus imágenes que datan de esa época todavía se veneran en estas localidades. (15) El padre Jerez observaba que los vilelas no progresaban ni en lo espiritual, ni en lo material, pues mantenían supersticiones y se entregaban a la bebida. Aquejado por numerosos problemas, entre ellos desazones y vejez, renunció el 14 de julio de 1757 y aconsejó que se entregara la reducción a la Compañía de Jesús. Los jesuitas encargaron su dirección al religioso santiagueño Martín Bravo, acompañado del padre Pedro Ruiz, quienes entendieron la necesidad de unificar las reducciones de Santiago del Estero con las del Chaco. (16)
Entre 1757 a 1810 –año en que murió-, José Gaspar Benavidez fue cura vicario de la parroquia de Salavina y de Matará. Se hallaba postrado en 1757 por una parálisis crónica y se enteró de los milagros del Señor de Mailín adonde viajó y recobró la salud. Agradecido mandó construir una capilla en Mailín y para el cumplimiento de la promesa le acompañó el cura Mariano Ibarra. (17) María Antonia de Paz y Figueroa en su peregrinación por el norte argentino en 1774, siguió el camino de Silípica, Loreto, Atamisqui, Salavina y en la Cañada de San Ramón, dejó en casa del cura José Ramón Alcorta la imagen del Divino Pastor. (18)
La creación del virreinato del Río de la Plata también trajo el reordenamiento jurisdiccional santiagueño a cargo de jueces pedáneos en los partidos de la Sierra, Sumampa, Oratorio, Salavina, Soconcho, Tuama, Matará, Guañagasta, Remate, Maquijata y el Salado. En 1783 el coronel del Regimiento de Salavina, Antonio del Castillo, fue facultado para reunir la población costera al Salado para trabajar en este río a objeto de encauzarlo. (19) A fines del siglo XVIII la población de Salavina se trasladó a la margen izquierda del río Dulce. La antigua Salavina estaba ubicada en la margen derecha del río Dulce, en un paraje anegadizo expuesto a inundaciones que causaban desastres irreparables, esto motivó su cambio de ubicación. Varias familias, entre ellas dos que vinieron del Perú con abundantes recursos económicos, emigraron a Córdoba escapando de lo que llamaban el río “novelero”, por sus constantes desviaciones y sus crecidas en las lluvias de verano. Sin embargo, quedó una buena cantidad de vecinos con el que se formó la nueva villa que prosperó por sus riquezas en ganado y terrenos de labranza. (20)

 Siglo XIX

La única calle de la villa era forzosamente el centro urbano y al mismo tiempo social y comercial de Salavina. Entre los comerciantes más conocidos se hallaban Manuel Gregorio Cavallero -quien arribó en 1805-, Baltasar Capdevila, Juan Regis Sosa, Cándido Montes, Rey Medina, Polinar Cejas, Pastor Luna, Carmen Montenegro, Juvenal Maguna, Robustiano Vieyra, José Zamudio, Pablo Lascano y el español Javier María Feijóo. En 1807 la recepción de las alcabalas en los curatos de Salavina, Mula Corral y Sumampa era realizada por Juan Pascual Sebeira. (21)
La diócesis de Salta del Tucumán fue creada el 25 de mayo de 1807 por bula del Papa Pío VII, siendo nombrado obispo Nicolás Videla del Pino. Carlos IV expidió el 17 de febrero de 1807 la real cédula que fijaba la extensión del nuevo obispado: Salta, Jujuy, San Miguel de Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero, Tarija y San Ramón de la Nueva Orán. Videla del Pino visitó la diócesis comenzando por Sumampa el 7 de septiembre de 1808 y posteriormente por los curatos de Asingasta, Salavina, Río Salado o Matará, Guañagasta, Soconcho, Loreto y Silípica. (22) Por este tiempo el río Dulce cambió su recorrido y Salavina se quedó con escasa agua por lo que se pensó en abandonarla otra vez. Se rogó a Nuestra Señora del Carmen para que realizara un milagro y mientras tanto los habitantes se proveían de agua de Yacumuyu un vasto depósito natural formado por las lluvias situado al naciente. La laguna de Yacumuyu no se agotó ni siquiera en la sequía de 1847. (23)
Cuando se produjo la Revolución de Mayo el cura de Salavina era Basilio Ibarra, tío y educador de Juan Felipe Ibarra. El sacristán de la iglesia era Pascual Belisán quien se retiró en edad avanzada en 1819. José de San Martín –según Ricardo Rojas- habría pasado por Salavina en 1814, lo que es negado por Orestes Di Lullo quien dice “no existe ninguna base documental”. (24) En el acta capitular del 14 de marzo de 1816 se citó a los delegados de los siguientes curatos: 1) Rectoral; 2) Silípica; 3) Loreto; 4) Salavina; 5) Soconcho; 6) Matará; 7) Mula Corral, 8) Guañagasta y 9) Copo. Entre los vecinos principales de Salavina que firmaron el acta capitular de la elección de los presbíteros Pedro León Gallo y Pedro Francisco de Uriarte el 4 de abril, se encontraban Tomás Antonio Castillo, Ambrosio Contreras y Pedro Francisco Maldonado. (25)
Entre los personajes famosos de Salavina se destacaron Francisco Javier Lascano, nacido en Córdoba el 2 de diciembre de 1790, hijo de Hilario Andrés de Lascano y Usandivaras, capitán de milicias en Santiago del Estero, casado en 1777 con Andrea del Castillo y Hernández de León, hija del gobernador de armas, coronel Antonio del Castillo. Su hermano mayor fue Benito Lascano, nacido en Salavina, rector del Colegio de Montserrat y más tarde obispo de Córdoba. También Mercedes del Niño Jesús Guerra, fundadora del Instituto de Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad, nació en Salavina en septiembre de 1817, hija del español Antonio Guerra y de Inés Contreras. Privada de sus padres en su infancia, quedó al cuidado de una hermana mayor y luego fue alumna del colegio de Huérfanas de Córdoba. Asimismo, Pedro S. Barraza que becado para estudiar en el Colegio Nacional, posteriormente llegó a ser gobernador de Santiago del Estero. (26)
Entre los vecinos de Salavina que juraron la Constitución el 13 de junio de 1819 con la presencia del ayudante mayor de la plaza de Santiago, Domingo Cainzo, se hallaban: Baltazar Acosta, Félix Acosta, Manuel Argañarás, Tomás Antonio Castillo, Juan Cejas, Domingo Costas, Francisco Hernández, Manuel Matías Galván, Ildefonso Gaya, Melchor Herrera, Hermenegildo Herrera, Marcos Jerez, Matías Jerez, Juan Pablo Montenegro, Ramón Montenegro, Pedro Nazarre, Climaco Palavecino, Ramón Antonio de la Rosa y Eusebio Suárez. (27)
Juan Felipe Ibarra en 1836 sostuvo y defendió sus facultades derivadas del Real Patronato para nombrar párroco de Salavina, en lugar del cura Francisco Flores que había sido designado por el obispo José Agustín Molina. Ibarra no estaba facultado para nombramientos eclesiásticos, pero eligió al dominico Manuel Cordón para el curato de Salavina, quien sucedió a fray Mariano Horcajo. Señaló Ricardo Levene que los decretos de 1837 y otros pusieron en evidencia el espíritu cada vez más regalista de Juan Manuel de Rosas en el ejercicio del Patronato, pero manteniendo los vínculos de “obediencia y respeto” al Papa. (28) En 1840 se produjo una sublevación unitaria contra el gobernador Ibarra, liderada por el juez Pedro Ignacio Unzaga, los Olaechea y Neitor, y los españoles José María Libarona y Domingo Rodríguez. En la madrugada del 24 al 25 de septiembre se pronunciaron contra Ibarra y asesinaron a su hermano Francisco A. Ibarra. Rodríguez fue electo gobernador y le tomó juramento el juez Unzaga, entre fervorosos aplausos y mueras al “tirano Ibarra”. Los sublevados fueron derrotados al poco tiempo e Ibarra emprendió su persecución y castigo. Santiago Herrera, asesino del hermano de Ibarra fue ajusticiado. Libarona y Unzaga fueron confinados en el fortín del Bracho, donde el primero murió loco y el segundo huyó. (29) Unzaga se presentó ante Ibarra en un estado lastimoso solicitando indulto sin conseguirlo, siendo remitido el 16 de agosto de 1844, al comandante de Salavina, Juan José Tévez, con la orden expresa de degollarlo. En la noche del 23 de agosto, Unzaga fue velado en vida en la puerta de la iglesia de Villa Salavina, recostado sobre un trapo negro entre cuatro velas, en medio del terror de los pobladores que no pudieron dormir en toda la noche. A la madrugada concluyó el velatorio y Unzaga fue conducido a la parte de atrás de la iglesia donde fue obligado a cavar su propia tumba y poco después fue degollado en medio de los clamores de los habitantes. (30)
El viajero inglés Tomás Hutchinson realizó una expedición por el valle del Salado desde el 25 de noviembre de 1862 hasta el 10 de marzo de 1863. Hutchinson dijo que desde San Roque a Santiago había dos caminos “uno por el Carmen a Carabajal, por el cual vamos, y el otro a la derecha por Abipones y pasando por el Fortín Esperanza, encontrándose ambos en Salavina, como a veinticinco leguas de donde estamos ahora”. Salavina fue descripta como una villa antigua con cuarenta o cincuenta casas y algunos cientos de habitantes: “Su raquítica iglesia parece que a cada minuto va a caerse, porque sus paredes están partidas, y ya no tienen sino unas pocas varas de techo”. Después destacó que no había municipalidad ni jefe político “siendo sus autoridades un comandante, un juez de paz y un comisario”. El comandante era Domingo Contreras que residía en Santa Lucía a una legua del pueblo donde pasó la noche. (31)
Por ley del 30 de junio de 1863, el gobernador Manuel Taboada mandó delimitar los 17 departamentos santiagueños y esto se cumplió el 9 de enero de 1864. El 25 de agosto de 1887, Salavina fue dividida en distritos: Salavina, Taruca Pampa, Carrillos, Verón, Anga, Navarro, Fuerte Esperanza, Guerra, Saladillo, Sabagasta, Bajada y Salinas. Respecto de la educación y cultura en Salavina se produjeron notables avances en la segunda mitad del siglo XIX. Se desempeñaba como maestro Mariano Silvetti, que a pesar de la falta de recursos para la enseñanza, aceptó los sacrificios y penurias con un sueldo de $ 20 por mes. Los Silvetti participaban política e institucionalmente de la red de familias partidarias del “taboadismo”. Domingo F. Sarmiento creó una biblioteca en Salavina entre 1868 y 1874, y su primer presidente fue Clodomiro Luque. Pero dejó de funcionar en 1883, y se cerró la casa donde se inauguró frente a la de Manuel del Castillo. (32)
La iglesia de Salavina en el transcurso del siglo XIX estuvo expuesta a los ataques de los aborígenes chaqueños. En 1871 su párroco era fray Ramón Fernández, quien estaba ordenando el archivo, pero lamentablemente varios papeles y libros desaparecieron. Otra capilla que pertenecía a la jurisdicción de Salavina era Taruca Pampa, donde se rendía culto al Señor de la Paciencia. Según la tradición su imagen se habría encontrado en las montañas catamarqueñas al naciente de su capital. En 1872 el curato de Nuestra Señora del Carmen de Salavina tenía una población de 7.500 personas, según un informe del párroco Fernández. (33) En 1893 el visitador padre Clodomiro Arce informó que el antiguo templo de Salavina estaba en regular estado, pero se conservaba a pesar de su pobreza y no había ornamentos para realizar la misa. También observó que la villa estaba destruida y su población escaseaba. Su cura seguía siendo Ramón Fernández pero podía ser atendida también por el cura de Atamisqui. El informe de Arce expresaba: “La iglesia parroquial es un edificio muy antiguo; sin embargo se conserva en regular estado; es sumamente pobre y nada tiene de alguna consideración”. Asimismo afirmaba: “Tiene esta iglesia una casa parroquial casi en destrucción. Este beneficio es el más pequeño de todos los curatos de la jurisdicción de Santiago”. (34)
Orestes Di Lullo ha recogido tradiciones locales sobre la vida religiosa de Salavina del siglo XIX desde la voz de antiguos pobladores como don Absalón, viejo sacristán de la iglesia: “Este pueblo es muy viejo…no estaba ubicado en este lugar. La Villa Vieja se encontraba cuatro o cinco leguas más al sud. Fue trasladada en 1838”. Luego se refirió a relatos sobre sacerdotes: “El cura D. Mariano Acosta predijo la desaparición del pueblo y también que se secaría el río Utis…”. Añadió: “Cuentan los viejos que a un cura Domínguez lo desnudaron y lo votaron para que se fuera. Quién sabe si su maldición no pesa sobre el pueblo porque desde entonces –sería el 75- empezó la decadencia”. Las fiestas religiosas en Salavina tuvieron una gran importancia en el siglo XIX, tal como dijo don Absalón: “El día de la Patrona, o sea de la Virgen del Carmen, se bailaba, después de la misa, se corrían carreras, siendo los mantenedores de estos festejos los síndicos que se elegían entre los encumbrados personajes”. Estas festividades, aparte de la novena, duraban ocho días. Del mismo modo, el 8 de diciembre, con motivo de la fiesta de la Purísima, “en que desde la madrugada comenzaba a celebrarse con el disfraz de los indios, los cuales salían para llegar hasta el altar corriendo desde 1 o 2 leguas, siendo recibidos a unos cuantos kilómetros por el cura y el pueblo que los acompañaba hasta la adoración”. (35)

Notas:

* Sandro Olaza Pallero, abogado y doctorando (Universidad de Buenos Aires). Docente de Historia del Derecho (Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador). Miembro correspondiente por la Provincia de Buenos Aires del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Santiago del Estero.
(1) MARIO ÁNGEL BASUALDO, Rasgos fundamentales de los departamentos de Santiago del Estero. Un documento para su historia, Santiago del Estero, Municipalidad de Santiago del Estero, 1981, vol. II, pp. 186-187. JUDITH FARBERMAN, “Migrantes y soldados. Los pueblos de indios de Santiago del Estero en 1786 y 1813”, en Cuadernos del Instituto Ravignani, núm. 4, Buenos Aires, Febrero de 1992, p. 8.
(2) CAYETANO BRUNO, Historia de la Iglesia en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1966, vol. I, pp. 69-70. GUILLERMO FURLONG, Alonso Barzana S. J. y su Carta a Juan Sebastián (1594), Buenos Aires, Ediciones Theoría, 1968, p. 83. 
(3) BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. I, p. 70. FURLONG, Alonso Barzana…, p. 83.
(4) AMALIA GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO y HUGO N. MARTÍNEZ MORENO, Cruces catequísticas de Santiago del Estero, Santiago del Estero, Ediciones V Centenario, 2008, p. 7. BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. I, pp. 325-326. ORESTES DI LULLO, Antecedentes biográficos santiagueños, Santiago del Estero, Provincia de Santiago del Estero, 1948, p. 109.         
(5) LUIS C. ALÉN LASCANO, Los orígenes de Santiago del Estero. Ensayos históricos, Santiago del Estero, Marcos Vizoso Ediciones, 2006, pp. 49-51.
(6) MARÍA MERCEDES TENTI, “Iglesia y sociedad en Santiago del Estero a principios del siglo XX”, en Archivum XXVI, Buenos Aires, 2007, p. 207. ORESTES DI LULLO, Caminos y derroteros históricos en Santiago del Estero, Santiago del Estero, Fundación Cultural, 2010, p. 94. BASUALDO, Rasgos fundamentales…, p. 188. GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO, “Los curatos en la organización eclesiástica de Santiago del Estero. II Parte”, en Archivum XXVI, Buenos Aires, 2007, p. 248.
(7) AMALIA GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO, “Los curatos en la organización eclesiástica de Santiago del Estero”, en Archivum XXIV, Buenos Aires, 2005, p. 44.
(8) Real cédula al obispo de Tucumán, Madrid, 22-5-1675, en VÍCTOR TAU ANZOÁTEGUI, Libros registros-cedularios del Río de la Plata (1534-1717). Catálogo, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1987, vol. II, p. 161.
(9) Jacinto Maldonado de Saavedra fue capitán y se casó en Santiago del Estero con Catalina Villarroel y Ugarte, nieta de Juan Ramírez de Velazco y biznieta de Gerónimo Luis de Cabrera e hija del sargento mayor Pedro Villarroel y Cabrera. Fueron padres de Josefa y Francisco. Francisco de Maldonado era sargento mayor e hijo de Jacinto Maldonado de Saavedra y de Catalina de Villarroel. Se casó con Andrea Ibáñez del Castrillo, siendo padres de Catalina y Pedro. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, pp. 181 y 292. ALICIA I. SOSA DE ALIPPI, Registro de encomiendas en territorio argentino siglo XVIII existentes en el Archivo General de Indias, Córdoba, Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Córdoba, 2007, pp. 95-97.
(10) Cosme del Campo Ibáñez nació a comienzos del siglo XVII en Santiago del Estero, hijo de Cosme del Campo y de María Ibáñez. Estudió en la Universidad de Córdoba, obteniendo el curato de Lindongasta y posteriormente de Salavina. Dirigió el Colegio del Seminario de Santiago del Estero desde el 21 de julio de 1689 hasta el 29 junio de 1699, fecha en que el juez eclesiástico ordenó su clausura para abrirlo en Córdoba el 7 de octubre de 1700. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 62.
(11) ALÉN LASCANO, Luis C., Historia de Santiago del Estero, Buenos Aires, Plus Ultra, 1992, pp. 112-113.  TAU ANZOÁTEGUI, Libros registros-cedularios…, vol. III, pp. 13 y 62. HEBE LUZ ÁVILA, “Un desagravio para Juan Balumba”, en  La Fundación Cultural, núm. 48, Santiago del Estero, Septiembre de 2011, p. 34.
(12) GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO, “Los curatos en la organización eclesiástica de Santiago del Estero. II Parte”, p. 246.
(13) JUDITH FARBERMAN, Las salamancas de Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2005, pp. [145], 212, 213 y 237.
(14) Todavía en los tiempos de Juan Felipe Ibarra y Manuel Taboada se perseguía a las brujas, castigándolas cruelmente en el tradicional lugar denominado Culo Saca. JUDITH FARBERMAN, Magia, brujería y cultura popular. De la Colonia al siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2010, pp. 21-23 y 122.
(15) DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 154. SILVIA PICCOLI DE BARRÓN, “Santos patronos santiagueños”, en La Fundación Cultural núm. 10, Santiago del Estero, Julio 2001, pp. 21-22. ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, p. 153.
(16) SARA DÍAZ DE RAED, “Las reducciones: Vilelas, Petacas y Abipones”, en La Fundación Cultural, núm. 34, Santiago del Estero, Marzo 2008, pp. 34-35. ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, p. 138.
(17) DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 47.
(18) Ídem,  p. 218.
(19) ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, p. 160. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 74.
(20) PABLO LASCANO, “Juallo”, en Discursos y Artículos, Santiago del Estero, Edición del autor, 1927, pp. 177-178.
(21) DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 75. ORESTES DI LULLO, La agonía de los pueblos. Viejos pueblos, Santiago del Estero, Fundación Cultural, 2010, pp. 80-81. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 260.
(22) BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. VII, p. [171]. ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, pp. 197-200.
(23) LASCANO, “Juallo”, pp. 179-180. Yacumuyu o agua redonda en quichua está a 1 km de la villa y ahí asentó su cuartel militar en 1879 el coronel Octaviano Olascoaga con el regimiento 3 de línea para defenderse contra los ataques de los indígenas chaqueños. DI LULLO, La agonía de los pueblos…, p. 82.  En Yacumuyu habita desde tiempos lejanos la familia Castillo y uno de sus miembros, Andrés Castillo –hijo de Casimiro Castillo-, ha encontrado restos de la fortificación realizada por Olascoaga.
(24) Basilio Ibarra era hijo de Simón de Ibarra y María del Carmen Grillo Dora, siendo sus hermanos: Felipe, Matías, Marcos, Dionisio, Agustina, Cayetano, Manuel Antonio y Juana María. En la elección para diputado al Congreso de 1816, donde fue consagrado Pedro León Gallo, Ibarra obtuvo dos votos. Pascual Belisán nació en 1739 y estaba casado con Ignacia Jijena, fueron padres de Justa y Manuela. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, pp. 46 y 137. Ricardo Rojas afirmó: “Pasó por Loreto, Atamisqui, Salavina, Oio de Agua, y entró por Río Seco en la frontera de Córdoba”. RICARDO ROJAS, El Santo de la Espada, Buenos Aires, Editorial G. Kraft, 1961, p. 97. DI LULLO, Caminos y derroteros…, p. 126.
(25) GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO, “Los curatos en la organización eclesiástica de Santiago del Estero. II Parte”, p. 246. Tomás Antonio Castillo fue elegido alcalde del partido de Salavina el 4 de octubre de 1816. Ambrosio Contreras nació en Santiago del Estero en 1763 y estaba casado con Pabla Rillo y fueron padres de: Encarnación, Domingo, Regalado, Pascuala Bailón, Ramón y José. Diputado por Salavina en 1816, fue comandante de este partido en 1819 y suscribió el acta de juramento de la Constitución en presencia de Domingo Cainzo enviado desde Santiago del Estero. Pedro Francisco Maldonado, nacido en Santiago del Estero en 1776, estaba casado con Francisca Acosta y fueron padres de Basilio, Hilario y Consolación. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, pp. 75, 78 y 183.
(26) BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. VIII, pp. [297]-306 y vol. XI, p. [532]. JULIO CÉSAR CASTIGLIONE y ELSA CASTILLO DE GIMÉNEZ, Retrato de un siglo. Una visión integral de Santiago del Estero desde 1898 en el centenario del diario El Liberal, Santiago del Estero, Editorial El Liberal, 1998, p. 181. DI LULLO, La agonía de los pueblos…, p. 87. La Escuela n° 406 de Villa Salavina lleva el nombre “Sor Mercedes Guerra”.
(27)  DI LULLO, Antecedentes biográficos…, pp. 15, 27, 75, 84, 110, 115, 130, 133, 136, 154, 197, 198, 202 y 265.
(28) ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, p. 315. Rosas en carta a Ibarra del 31 de mayo de 1837 le expresó “no ha obrado usted con acierto” al disponer “por sí solo” el envío del padre Cordón a Salavina. BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. IX, pp. 406-410. RICARDO LEVENE, Historia del Derecho Argentino, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1956, t. IX, p. 239.
(29) Pedro Ignacio Unzaga Argañarás era hijo de Lorenzo Unzaga y de Jacinta Argañarás Gramajo. Fue designado por el gobernador Ibarra, juez de primera instancia en lo civil, en reemplazo de de Baltazar Olaechea el 25 de julio de 1837. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 281. ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, pp. 325-327.
(30) ALFREDO GARGARO, Ibarra y la Coalición del Norte, Santiago del Estero, Edición del autor, 1940, p. 125. DI LULLO, Antecedentes biográficos…, p. 274. ALÉN LASCANO, Historia de Santiago del Estero, p. 327.
(31) Luis Varela traductor de este libro de Hutchinson aclaró que la iglesia de Salavina fue refaccionada en 1865 durante el gobierno de Absalón Ibarra. THOMAS J. HUTCHINSON, Buenos Aires y otras provincias argentinas, Buenos Aires, Huarpes, 1945, pp. 23, y 209-215.
(32) BASUALDO, Rasgos fundamentales…, p. 186. DOMINGO MAIDANA, “Maestros laicos en la escuela primaria. Escuelas de primeras letras y maestros laicos desde 1810”, en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Santiago del Estero, núm. 2, Santiago del Estero, 1943, pp. 184-186. ROSSI, Espacios y relaciones de poder..., p. 78. DI LULLO, La agonía de los pueblos…, p. 87.
(33) GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO, “Los curatos en la organización eclesiástica de Santiago del Estero. II Parte”, p. 248. BRUNO, Historia de la Iglesia…, vol. XI, p. 233.
(34) Ídem.
(35) DI LULLO, La agonía de los pueblos…, pp. 86-88.


Fuente:


Revista La Fundación Cultural n° 58, Santiago del Estero, Marzo de 2014, pp. 52-59.
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