Lucio Norberto Mansilla. |
Por David Rock*
El prestigioso historiador británico David Rock, profesor de la Universidad
de California, quiso intervenir en la polémica que en esta misma página
sostuvieron Pacho O'Donnell y Luis Alberto Romero sobre la Vuelta de Obligado y
la visión oficial del nacionalismo argentino.
Como inglés nativo, no
veo la década que siguió a 1840, al decir de Churchill, como nuestra hora más
gloriosa o " finest
hour". En el colegio, a esa década la llamábamos "los años
cuarenta hambrientos", no sólo por la catastrófica hambruna irlandesa,
sino por la prolongada recesión económica que perjudicó seriamente las vidas de
los obreros británicos. Las presiones económicas internas provocaron varias
aventuras imperialistas en el exterior, entre otras, las guerras infames del
opio contra el imperio chino y la intervención de 1845 en el Río de la Plata.
Sólo cerca de 25 miembros de las tropas francesas e inglesas murieron en el
conflicto de la Vuelta de Obligado, un acontecimiento casi olvidado en Francia
y Gran Bretaña. Las pérdidas argentinas fueron mucho mayores: posiblemente hubo
hasta mil muertos. La "batalla" recuerda los episodios imperialistas
típicos en la India o en África, en los cuales por cada muerto europeo
perecieron cincuenta nativos. Pacho O'Donnell define el incidente como
"una de las mayores epopeyas militares de nuestra historia". Si eso
fuera verdad, la República Argentina habría tenido una existencia casi idílica.
Ojalá la historia británica hubiera sido la misma. En Gran Bretaña, el lenguaje
de O'Donnell se aplicaría a acontecimientos como el primer día de la Batalla
del Somme, el 1° de julio de 1916, cuando sesenta mil soldados ingleses cayeron
en los primeros treinta minutos del enfrentamiento, ante las ametralladoras
alemanas. A pesar de su lenguaje
exagerado, el artículo de O'Donnell tiene un cierto contenido analítico.
Enfatiza, correctamente, la importancia de los barcos de vapor en el conflicto
de 1845. Lord Palmerston veía al río Paraná como un sitio ideal para probar los
barcos de vapor como máquinas bélicas. Los constructores de este tipo de buques
en Inglaterra querían aumentar su producción si aparecían los mercados
compradores. Algunos comerciantes de Liverpool soñaron con convertir al gran
río (que creían conectado directamente al río Amazonas, a través de las junglas
brasileñas) en un segundo Mississippi. Como señala O'Donnell, algunos
comerciantes británicos concibieron el plan de redefinir el mapa político de la
región del Plata, reduciendo el territorio de la Confederación Argentina y
aumentando el de la República del Uruguay. La batalla de la Vuelta de Obligado
resultó una derrota para Rosas, aunque posteriormente él pudo reclamar una
victoria estratégica, cuando los británicos abandonaron su acción bélica y
volvieron a la diplomacia. Estos evitaron cualquier medida violenta en la
construcción de su imperio de negocios en la Argentina. Aunque no discrepo
totalmente con O'Donnell, comparto la crítica de Romero de su versión de
romanticismo histórico. Nadie debe olvidarse del papel de la demagogia
revisionista en la tragedia argentina de los años 70 del siglo pasado. Romero
resume bien las opiniones de muchos historiadores distinguidos y confiables.
Sin embargo, tanto él como O'Donnell no mencionan varios aspectos de la
intervención de 1845 que son cruciales para su mejor comprensión. Bien
conocido, por ejemplo, es el largo esfuerzo de Rosas por controlar la Banda
Oriental; estos conflictos marcaron la continuación de la competencia entre
Buenos Aires y Montevideo para dominar el comercio del Río de la Plata, que
había empezado en el período colonial. El conflicto tipificó esta época de la
historia latinoamericana después de la independencia. Los caudillos y los
Estados-ciudades luchaban por la hegemonía de una manera más parecida a las
guerras de la Grecia Antigua o la Italia del Renacimiento que a las luchas
nacionales-populares europeas durante las revoluciones de 1848. Ni O'Donnell ni
Romero enfrentan los antecedentes de la participación de Francia y Gran Bretaña
en el conflicto de 1845. Los franceses estaban concentrados en Montevideo; se
opusieron a Rosas porque él les aplicó políticas discriminatorias; pasaron todo
el período de Luis Felipe (1830-1848) tratando de derrocarlo. Bien distinto de
la invasión de México durante el régimen siguiente de Napoleón III, los
orleanistas trabajaron contra Rosas a través de bloqueos y socios locales como
el general Juan Galo Lavalle. Los franceses nunca quisieron lanzar una invasión
en tierra con tropas europeas, pues temieron que esto resultara un desastre
costoso. A diferencia de los franceses, los británicos habían establecido una
presencia en ambas bandas del Río de la Plata. Buenos Aires atrajo a los
británicos porque ofrecía acceso a mayores mercados y a productos vacunos de
exportación. Por su parte, Montevideo tenía un puerto más caudaloso que Buenos
Aires, y más cerca del Atlántico; además, sus autoridades solían demostrar más
voluntad de cooperar con los comerciantes británicos. En 1845, los comerciantes
británicos de Montevideo convencieron a sus socios en Liverpool de montar una
campaña bélica contra Rosas. Argumentaron que Montevideo pronto podría
convertirse en la base de un nuevo comercio muy apreciable hacia el interior
sudamericano, a través del Paraná. Para cumplir este plan, era necesario
eliminar la oposición de Rosas. Los propagandistas siempre escondieron su
verdadera razón: una acción contra Rosas por un bloqueo a Buenos Aires les
daría el monopolio sobre el comercio existente en el Río de la Plata. El
conflicto de 1845 significó una lucha entre grupos de políticos y comerciantes
en competencia por la hegemonía comercial. Marcó una nueva etapa en la larga
pelea entre Buenos Aires y Montevideo por la supremacía en el Río de la Plata. Samuel
Lafone merece una mención destacada en los anales del imperialismo victoriano.
El lanzó la visión del comercio a vapor entre Montevideo y el alto Paraná;
concibió el plan de redefinir las fronteras entre la Argentina y Uruguay a
beneficio del segundo; en los años 50, gestó el desarrollo de las islas
Malvinas, desde Montevideo. En 1845, Lafone convenció a William Ouseley, el
enviado diplomático de Aberdeen, de enviar la expedición naval, junto con los
franceses, por el Paraná y emprender el ataque a las tropas rosistas en la
Vuelta de Obligado. A pesar de su triunfo militar, los británicos sacaron
escaso provecho de su agresiva aventura, porque las oportunidades comerciales
de la región del Paraná y del Paraguay fueron casi nulas. Aberdeen había
ordenado a su enviado utilizar la fuerza como último resorte y pronto condenó
la entrada forzada al Paraná. Rápidamente, la opinión pública inglesa se dio
cuenta de que la intervención contra Rosas producía grandes ganancias para los
comerciantes de Montevideo, pero provocaba el descenso del comercio británico.
La oposición creció a tal punto que a principios de 1846 los británicos
abandonaban toda su anterior estrategia. Como ocurrió repetidas veces en el
siglo XIX, el imperialismo británico se formó menos como resultado de una
política gestada en Londres que por las acciones de los agentes comerciales
locales o " men on the
spot ", en este caso,
Lafone y Ouseley. "No somos ni Argelia ni la India", declaró
gallardamente Rosas, cuando las fuerzas británicas se habían retirado. A pesar
de su oposición a la intervención, el gobernador aceptó plenamente la idea de
una asociación comercial con los europeos. En 1847, el diario pro rosista escrito
en inglés en Buenos Aires, The
British Packet , publicó un
manifiesto sosteniendo que una relación con Gran Bretaña que hoy llamaríamos
"imperialismo informal" sería provechosa para ambas partes. El diario
llamó a los británicos a enviar obreros y granjeros a Buenos Aires, que se
dedicarían al comercio y al sector rural. De haber venido, los británicos
hubieran gozado, según el diario, de "todos los beneficios de una colonia
sin costo ni responsabilidad". Los rosistas también proponían el tipo de
relación con Gran Bretaña que de hecho se materializó hacia fines del siglo
XIX. Lo que hoy los revisionistas condenan como "la oligarquía
antinacional o entreguista" asociada con los británicos? ¡incluiría a
Rosas mismo! Obviamente, lo propuesto por Rosas tuvo el apoyo de los británicos
establecidos en Buenos Aires. Ellos peticionaron al Foreign Office que se
abandonara la intervención militar y rehusaron el consejo de Ouseley de salir
de Buenos Aires. Todos se mantuvieron leales a Rosas y defensores de la
soberanía provincial. Conozco a un solo entusiasta de una hipotética conquista
militar británica de Buenos Aires. Irónicamente, un irlandés. En 1845-1847,
Antonio Fahy, un cura empobrecido y recién llegado, pidió un subsidio del
gobierno británico anunciando su voluntad de actuar como un líder colonial,
sobre la base de su prestigio dentro de la comunidad irlandesa de Buenos Aires.
Una narrativa acertada de los sucesos de 1840 en el Río de la Plata subraya lo
anacrónico de la terminología empleada por O'Donnell: "democracia
popular", "soberanía nacional" y "nacionalismo", por
ejemplo. La batalla de la Vuelta de Obligado fue una masacre de
"nativos" típica de su tiempo. Más que un arquetipo del nacionalismo
popular, Rosas era un dictador de un Estado-ciudad que, a la vez que supo
defender su propio territorio, también deseó siempre una relación cercana y
provechosa con los países imperialistas. Como
nota Romero, aquellos años pertenecieron a la época prenacional y
prenacionalista de la Argentina. Los intelectuales liberales preclaros, como
Alberdi y Sarmiento, soñaban con una república consolidada que emulara la
pujanza democrática y republicana de Estados Unidos. Pero en aquella época sus
proyectos todavía se hallaban muy lejos del imaginario de la masa popular.
*El autor,
historiador británico, es especialista en historia política argentina.
Fuente:
La Nación, Buenos
Aires, Lunes 06/12/2010
http://www.lanacion.com.ar/1331065-la-otra-vuelta-de-obligado
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