viernes, 29 de abril de 2011

JUAN BARTOLOMÉ BEVERINA, Las invasiones inglesas al Río de la Plata 1806-1807. Desde la organización territorial hasta la reconquista de Buenos Aires. Estudio preliminar y notas de Guillermo Palombo, Buenos Aires, Círculo Militar, 2008, 3 volúmenes.

Por Sandro Olaza Pallero




La aparición en 1939 de esta obra, considerada como un modelo en su especialidad, constituyó una contribución de primera calidad en la historiografía argentina. El autor, historiador, sereno y minucioso, explicó las dificultades que, para cumplir su ambicioso programa, tuvo que afrontar frente a la dispersión de fuentes documentales locales y las formas que pudo llevarlas a cabo con las del Archivo General de Indias y la de los archivos ingleses. Reprodujo documentos, muchos de ellos inéditos, pudiendo el lector contar con un rico material de lectura y consulta. El coronel Juan Bartolomé Beverina nació en Córdoba, el 24 de agosto de 1877 y falleció en la misma ciudad el 10 de julio de 1943. Ingresó al Colegio Militar, instituto del cual egresó, el 1 de diciembre de 1897, con el grado de alférez de artillería, ocupando en su promoción, la número 22, en cuarto lugar en orden de mérito. En 1925, año en que ascendió a coronel, fue nombrado comandante de Artillería en la 1° División del Ejército. Solicitó su retiro, el que le fue concedido el 3 de mayo de 1930. Esta obra importante para el estudioso no puede faltar en las bibliotecas, con importantes notas de Beverina y actualizadas por el doctor Guillermo Palombo. Entre los contenidos se destacan: Situación interna y organización militar del virreinato del Río de la Plata; rivalidades y luchas entre España y Portugal en sus dominios coloniales de América; amenaza inglesa al Río de la Plata; medidas previstas de defensa de 1805; expedición inglesa al cabo de Buena Esperanza, expedición del comodoro Popham al Río de la Plata; medidas inmediatas de defensa del virrey Sobre Monte del 9 al 24 de junio de 1806; desembarco de los ingleses en los Quilmes; ocupación de Buenos Aires por la columna de Beresford; los ingleses en Buenos Aires; anexos documentales.

Este libro fue declarado de Interés Legislativo por Orden n° 1419 del 9 de diciembre de 2008.
Orden del día n° 1419:                     
Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación
Impresa
el día 9 de diciembre de 2008
Término del artículo 113: 18 de diciembre de 2008
SUMARIO: Reedición de la obra Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata 1806-1807, de Juan B. Beverina. Declaración de interés de la Honorable Cámara. Katz, Albarracín, Areta y Roldán. (5.910-D.-2008.)
Dictamen de comisión: Honorable Cámara:
La Comisión de Cultura ha considerado el proyecto de declaración de los señores diputados Katz, Albarracín y Roldán y de la señora diputada Areta, por el que se declara de interés legislativo la reedición de la obra Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata 1806-1807, del coronel Juan Bartolomé Beverina; y, por las razones expuestas en el informe que se acompaña y las que dará el miembro informante, aconseja la aprobación del siguiente Proyecto de resolución. La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Declarar de interés de esta Honorable Cámara la reedición de la obra Las invasiones inglesas al Río de la Plata 1806-1807, de autoría de Juan Bartolomé Beverina.
Sala de la comisión, 19 de noviembre de 2008.       
Jorge E. Coscia – Lidia E. Satragno – Margarita Ferrá de Bartol – Hilda Aguirre de Soria – Luciano R. Fabris – Claudia Gil Lozano – Gloria M. Bidegain – Miguel A. Barrios – Sergio A. Basteiro – Nora E. Bedano – Rosana A. Bertone – Delia B. Bisutti – Rosa L. Chiquichano – Eduardo L. Galantini – Luis A. Galvalisi – José I. García Hamilton – Luis A. Ilarregui – María Lenz – Claudio M. Morgado – Julia A. Perié – Silvia B. Vázquez de Tabernise
INFORME: Honorable Cámara:
La Comisión de Cultura ha considerado el proyecto de declaración de los señores diputados Katz, Albarracín y Roldán y de la señora diputada Areta, por el que se declara de interés legislativo la reedición de la obra Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata 1806-1807, de autoría de Juan Bartolomé Beverina. Las señoras y los señores diputados, al iniciar el tratamiento de esta iniciativa, han tenido en cuenta que la obra en cuestión, no solamente aborda lo acontecido en el orden militar ante la presencia invasora, sino que nos introduce en el estudio de los factores políticos previos a la intervención militar británica y las consecuencias derivadas de la misma. Es importante resaltar, que la nueva edición va acompañada de un estudio preliminar y notas del historiador y académico doctor Guillermo Palombo, con agregado de nuevas citas documentales, ampliatorias de las señaladas por Beverina. Por lo expuesto, las señoras y los señores diputados, integrantes de esta comisión, han decidido dictaminar favorablemente la presente iniciativa. Jorge E. Coscia.
ANTECEDENTE: Proyecto de declaración
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA: De interés legislativo la reedición de la obra Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata 1806-1807 del autor coronel Juan Bartolomé Beverina. Daniel Katz. – Jorge L. Albarracín. –María J. Areta. – José M. Roldán.

jueves, 21 de abril de 2011

CARLOS ALOÉ Y EL PRIMER HOMENAJE OFICIAL AL COMBATE DE LA VUELTA DE OBLIGADO (1953)


Combate de Obligado. Discurso pronunciado por el Excmo. Señor Gobernador de Buenos Aires Don Carlos Aloé el 5 de diciembre de 1953, Eva Perón, Provincia de Buenos Aires/Ediciones del Ministerio de Educación, 1954.




                                          Por Sandro Olaza Pallero


Sostiene Julio Stortini que el revisionismo histórico argentino intentó construir una “contrahistoria” que develara aquella que había sido deliberadamente tergiversada por la historiografía liberal y que había servido como instrumento de legitimación de la entrega del país a los intereses extranjeros. Este hallazgo de una historia “verdadera” exigía rescatar del olvido a quienes habían luchado en el pasado por la defensa de la tradición, de la unidad y de la soberanía nacional. Intelectuales, periodistas, militares, docentes y profesionales, reivindicaron a Juan Manuel de Rosas como figura paradigmática de la nacionalidad.
Hay que señalar que la irrupción del peronismo renovó al revisionismo en menor medida de lo que era posible esperar. Si se analiza la temática y las claves de indagación del pasado nacional, como también las declaraciones de principios, en escasas oportunidades se percibe la influencia del peronismo en la construcción argumentativa de los revisionistas. Quizá el contexto de la época se expresó mejor a través de la profundización del aspecto confrontativo y retórico del revisionismo y en la búsqueda de un público popular que parecía más receptivo que los grupos tradicionalmente interpelados por el movimiento. [1]
El 5 de diciembre de 1953 se llevó a cabo el primer homenaje oficial al combate de la Vuelta de Obligado. Carlos Aloé, gobernador bonarense, encabezó el acto en la Vuelta de Obligado, donde inauguró las obras de construcción recordatorias de este hecho histórico. Su discurso fue publicado un año después por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires.
En el texto se hace intérprete del homenaje de Juan Domingo Perón a los héroes de Obligado y señala los antecedentes del conflicto: “Soy intérprete en este emotivo momento, del homenaje profundo de patriota y de argentino que el General Perón rinde a los héroes que aquí murieron defendiendo la soberanía nacional. Y traigo la representación del Gobierno y del pueblo todo de la provincia de Buenos Aires para honrar a los héroes que en la Vuelta de Obligado, por la voz del cañón argentino, dijeron al mundo que la República Argentina debía ser la nación libre y soberana que habían recibido de San Martín. El combate de la Vuelta de Obligado no es un episodio más en la historia argentina. Es necesario que se recuerden aquí las causas determinantes de esta acción, cuál fue su motivo y cuál fue su consecuencia. En el año 1838 la escuadra francesa, en combinación con malos argentinos que no fueron capaces de sobreponerse a las pequeñas y deleznables pasiones políticas, habían decretado el bloqueo del Río de la Plata. Quienes así obraban desconocían el profundo significado que para nuestro pueblo tienen la Patria y su soberanía. Y así, con la derrota más humillante del extranjero, en el año 1840, se firmó el acuerdo Arana-Mackau, por el que nuestro país reafirmó solemnemente su dignidad y sus derechos. Años más tarde, movidos por los mismos oscuros designios que impulsaban a aventureros europeos e impulsaban también a malos argentinos a favor de una cuestión interna en la guerra de la Banda Oriental, se provocó nuevamente la intervención extranjera y se produjo el robo ignominioso de los barcos del glorioso Almirante Brown, en Montevideo…Compañeros: hoy, a 108 años de la gesta, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, por la inspiración rectora del Conductor de la Nación, el general Perón, viene a rendir este fervoroso homenaje a los héroes que aquí murieron…En esa tradición y en esos hechos se va formando el alma nacional; en acontecimientos como la Vuelta de Obligado se va gestando el espíritu de la raza, en ellos el sentimiento popular se identifica hondamente con las Fuerzas Armadas de la Nación, cuyos exponentes de aquella época asumieron la tremenda responsabilidad de conducir la desigual pero indeclinable lucha por la Patria”. [2]
El acto fue reproducido por diversos medios periodísticos y por el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, que señalaba: “Acto de justicia histórica: El 5 de diciembre último una gran satisfacción invadió el pecho de los argentinos que sostienen las verdades históricas del revisionismo. En una solemne ceremonia militar y popular, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, señor Carlos Aloé, inauguró las obras de conservación y embellecimiento de los históricos parajes de la Vuelta de Obligado, junto al río Paraná, lugar donde el 20 de noviembre de 1845, las baterías argentinas del general Mansilla defendieron denodadamente la soberanía nacional en un desesperado intento por contener a los buques anglo-franceses que pretendían forzar el paso del río. Esta es la primera vez que se ha rendido un homenaje de carácter oficial a los gloriosos marinos y soldados que ofrendaron su vida en el combate de la Vuelta de Obligado”. [3]
Días antes, el 2 de diciembre, el gobernador destacó en un artículo titulado “Fiel a Perón y a la Historia, Aloé señaló la segura justicia de Rosas”, publicado por La Fronda: “La figura de Rosas, deslumbrante de energía, disciplina, valor, rectitud y sentido social, cualidades fincadas en una cepa criolla de prócer vocación, fue tratada con todos los odios mortales del extranjerismo y envuelta en una fábula infamante por quienes asumieron la indescriptible audacia de hacer la relación de los sucesos que se desarrollaron en su tiempo”. [4] En la misma fecha el diario La Época también rememoraba este acontecimiento en el artículo La Vuelta de Obligado, primera gloriosa jornada en defensa de la soberanía argentina contra una coalición franco-británica”: “Se han cumplido 108 años del combate de la Vuelta de Obligado uno de los hechos que más merecen destacarse en nuestra breve y gloriosa historia, y que había sido olvidado ex profeso, durante el régimen oligárquico al servicio del imperialismo, al que no quería molestarse con tal recuerdo”. [5]

Notas:

[1] Stortini, Julio, “Polémicas y crisis en el revisionismo argentino: el caso del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” (1955-1971)”, en Devoto, Fernando y Pagano, Nora, La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. [81]-83.
[2] Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas n° 17-18, Buenos Aires, Enero-Abril de 1954, pp. 6-7.
[3] Ídem, p. 6.
[4] Ibídem, p. 2.
[5] Ibídem, p. 8.

viernes, 15 de abril de 2011

COMIENZO DE LA DESORGANIZACIÓN NACIONAL

Tomás de Iriarte.



                                         Por Tomás de Iriarte*


"El partido caído se había lanzado en la arena de una lucha encarnizada contra el gobierno por medio de la prensa. Aquellos hombres intolerantes y exclusivos olvidaron sus doctrinas moderadas cuando se encontraron separados y a distancia de la silla del poder y no perdonaron ni los medios que ellos mismos habían reprobado en sus antagonistas, cuando, en posesión del mando, designaban a los que los atacaban. Ahora, para ellos, ningún medio encontraban vedado y daban así una prueba bien patente de su inconsecuencia e iliberalismo. Dorrego tenía un carácter fogoso. Sus antecedentes habían sido tumultuarios, bulliciosos y marcados con el sello de la insubordinación y la imprudencia. Los unitarios querían precipitarlo lastimando su susceptibilidad con diarias filípicas en las que no perdonaban ni el sagrado de la vida privada. Le llamaron mulato muchas veces y agotaron el diccionario de los improperios para exasperarlo y conducirlo a un abuso estrepitoso de la fuerza. Pero Dorrego los comprendió y estuvo muy sobre aviso para abstenerse de violar las garantías legales en sus adversarios. Recuerdo que a este propósito me dijo un día: "¡Qué chasco se llevan los unitarios! Ellos se proponen precipitarme. Me creen hombre capaz de un gran golpe de autoridad, de un escándalo, y por eso me improperan para exasperarme y conducirme a una violación inaudita. Se equivocan. Ellos hacen alarde de la liberalidad de principios de su maestro, don Bernardino Rivadavia. Pues bien: yo me he propuesto excederlo en tolerancia". Y Dorrego fue constantemente fiel durante su mando a esta regla de conducta. Jamás la prensa había estado tan desencadenada contra el gobierno. Era la licencia más desenfrenada y, sin embargo, fueron muy pocos los casos de juicio de imprenta. Al partido federal pertenecía Juan Manuel de Rosas, comandante general de las milicias de campaña. Este caudillo, como creemos haber ya indicado, estaba en constante acecho, no cesaba de trabajar sordamente en la campaña para aprovechar la primera oportunidad favorable de satisfacer sus altas miras de ambición personal. Desde que Dorrego subió al gobierno, Rosas y su círculo, al que pertenecían los hermanos Anchorena (don Juan José, Tomás y Nicolás), manifestaron sin rebozo sus pretensiones de dirigir la marcha de los negocios públicos, pero Dorrego no era hombre para soportar semejante dependencia. Incitó a don Tomás de Anchorena para que aceptase el ministerio de gobierno, pero Anchorena lo rehusó, porque la pretensión de este hombre de ideas rancias, y antisociales era mandar desde su casa sin revestir carácter público para evitar toda responsabilidad. Dorrego se condujo con dignidad señalando a los Anchorena el lugar que les correspondía: el de no tomar parte directa en la marcha de la administración. De modo que esto produjo como era consiguiente, una división en el partido federal, que no hizo su explosión entonces por el interés común a las dos fracciones de luchar contra la oposición del partido unitario. Hacía tiempo que Rosas aspiraba a obtener el destino de comandante general de campaña como el medio más eficaz para ir preparando el camino que debía conducirlo al mando supremo: un empleo que ejercido por un hombre ambicioso, inmoral y sin patriotismo debía necesariamente imponer al gobierno, por el uso siniestro que podía hacer de los campesinos armados, y Rosas tenía la astucia suficiente para haberse muy popular entre ellos. El no era más que comandante general de las milicias, las atribuciones de este destino no eran tan altas que pudiera con gran ventaja y facilidad consumar sus siniestros designios. Así es que durante la época de la presidencia no consiguió obtenerlo. Pero Dorrego, que debió cortar los vuelos a Rosas, cuyas tendencias anárquicas y predominio absoluto eran tan conocidos, tuvo la debilidad, por temor, sin duda, de conferirle el título de comandante general de campaña y, desde entonces, quedó entregado cuerpo y bienes en manos del gaucho feroz.Este iba gradualmente saturando su plan, preparando en silencio y al abrigo de la soledad y despoblación de los campos los elementos combustibles que más tarde debían producir un incendio, un gran desorden de que él solo sacase buen partido, y para hacer la explosión esperaba sin duda la terminación de la guerra con el Brasil. No creía al menos que hubiera llegado el momento de levantar el grito de rebelión, porque mucho le importaba que continuase la discordia encarnizada entre el partido de Dorrego y el unitario. Detestaba ambos círculos y esperaba con increíble calma, con paciencia y disimulo, que tuviese lugar una conflagración para presentarse en la palestra dando la ley a entrambos partidos a favor del poder que le daba su popularidad en la campaña y la preponderancia de ésta sobre la ciudad. Más tarde lo veremos aparecer en la escena y ser aclamado como el iris de la paz por un pueblo cansado y abrumado bajo el peso mortífero y destructor de una prolongada contienda civil, amén de dos guerras exteriores que habían acabado de aniquilarlo y de hacer general el deseo de la paz aun a costa de sufrir un pesado yugo para conquistarla. Veremos cómo el infame Rosas supo aprovecharse de las calamidades públicas para subyugar a sus compatriotas bajo un cetro de hierro y por medio del terror".


* IRIARTE, Tomás de, Memorias del general Iriarte. Textos fundamentales, Selección y comentarios por Enrique de Gandía, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1962, t. II.


lunes, 11 de abril de 2011

EXPOSICION “MARTIN FIERRO” EN AZUL




Dr. Bartolomé Ronco.



Sector de la Biblioteca que contiene la colección de ediciones del "Martín Fierro".




Por Guillermo Palombo



El 11 de mayo de 1948, se llevó a cabo en el moderno Cine Teatro “San Martín”, de la ciudad de Azul, un homenaje al doctor Bartolomé J. Ronco (1881-1952), jurista, historiador y bibliófilo, por la obra de cultura que realizaba y con motivo de su reelección para el 10° período consecutivo en la presidencia de la Biblioteca Popular de Azul. En esa oportunidad, Ronco manifestó que Azul estaba en camino de ser, en el centro de la provincia de Buenos Aires, lo que Córdoba en el centro de la República, Rosario en el litoral, Tucumán en el norte y Mendoza en el oeste. Y al cerrar el acto, proclamó su convicción de que Azul era una “expresión de orgullo argentino”.
Sus palabras, proféticas, han venido a cumplirse sesenta años después. Porque Azul, enclavada en el centro de la provincia, ha sido declarada “ciudad cervantina”, y es hoy un potente faro de cultura que proyecta su luz más allá de la región.
Precisamente, en esa ciudad, con denominación de reminiscencias rubendarianas, en la espaciosa casa de San Martín 362, que perteneció al doctor Ronco, y hoy forma parte del patrimonio de la Biblioteca Popular de Azul, que preside con acierto el señor Enrique Rodríguez, se desarrolla desde el 14 de octubre de 2010 y hasta el próximo 14 de abril, la exposición “Martín Fierro y Azul. El bicentenario en las Pampas”: organizada por la Biblioteca Popular de Azul “Dr. Bartolomé J. Ronco” y la Asociación Española de Socorros Mutuos, cuenta con el apoyo de la Municipalidad de Azul y de la Unidad Bicentenario de la Presidencia de la Nación. La curaduría de la muestra corresponde a Alejando Parada, Director de la Biblioteca de la Academia Argentina de Letras, y la museográfica al Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene” que aportó un reducido pero selecto y valioso conjunto documental sobre José Hernández.
Distribuidas en tres amplios salones, ambientados conforme a las más modernas técnicas de exposición, 30 vitrinas permiten admirar las 146 piezas (libros, folletos, manuscritos, recortes, almanaques, cajas de fósforos, expresiones gráficas) que integran la muestra.
Hace ochenta años, a fines de junio de 1931, se realizó en la Biblioteca Popular de Azul una exposición de la colección de ediciones que Ronco poseía del “Martín Fierro”. Entonces se exhibieron libros, grabados, autógrafos, planchas de impresión, carátulas, mapas, retratos y objetos relacionados con nuestro poema nacional, de lo que se publicó un catálogo titulado “Exposición Martín Fierro”, impreso en el taller gráfico de Placente y Dupuy,
Tres lustros después, para 1945, Ronco –que continuaba aumentando su colección- poseía casi todas las ediciones del poema, tanto las de la primera parte como las de la segunda, y las de ambas en conjunto, publicadas en nuestro país o en el extranjero.
Su ejemplar de la edición príncipe de “El gaucho Martín Fierro”, publicado en Buenos Aires, por la imprenta de “La Pampa”, en el año 1872, perteneció a Estanislao Zeballos y contiene correcciones de puño y letra del autor. Llegó a su poder por compra que hizo al señor Julio Suárez, propietario de la librería “Cervantes,” el 18 de agosto de 1928. Suárez lo había adquirido de un hijo natural de su primer poseedor. Además de las correcciones hechas por Hernández en el texto, este ejemplar ofrece la particularidad de algunos signos taquigráficos que, seguramente, han sido trazados por el propio Hernández. Sabido es que el poeta escribía taquigráficamente. Al respecto Ronco tuvo el mérito de haber publicado la primera edición facsimilar de esta primera parte en el número 1 de la revista “Azul” (febrero 1930).
También obtuvo un ejemplar de la primera edición de la segunda parte, es decir de “La vuelta de Martín Fierro”, publicada en Buenos Aires por la Imprenta de Pablo E. Coni, en el año 1879. Este ejemplar también perteneció a Zeballos, y en el reverso de la portada, y escrita por su autor, se lee la siguiente dedicatoria escrita en cuatro líneas: “Señor Dr. D. Estanislao Ceballos. Obsequio de su affmo. y antiguo amigo, J. Hernández”.
Los dos ejemplares enunciados se encuentran hoy en óptimas condiciones.
De la edición príncipe de la primera parte Ronco solamente conoció cinco ejemplares, incluido el suyo: los dos que se encontraban en la Biblioteca Nacional, el que estaba en poder del profesor Eleuterio Tiscornia y el que era propiedad del coleccionista Guillermo Moores. Por mucho que averiguó, no llegó a su conocimiento la noticia de la existencia de otro, En veinte años de búsquedas no logró ver ningún ejemplar de la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta edición de la primera parte. Antonio Santamarina le mostró una vez un ejemplar de la octava. Ronco logró obtener la séptima, octava, novena, décima, undécima, y duodécima ediciones (con esta última terminaron las ediciones publicadas en vida del autor, las que siguieron son clandestinas y de ellas tuvo la 14ª. y la 15ª.). Tuvo, además varias ediciones de la segunda parte y todas las ediciones completas o fragmentarias posteriores a la muerte del autor y sus traducciones.
Resta agregar, que además de las ediciones mencionadas, la colección incluye las obras que sobre el autor y al poema se refieren, que se completa con un archivo de recortes de diarios y periódicos, estampas, reproducciones facsimilares y demás motivos gráficos, sobre Hernández, formado por 39 carpetas, donde el material reunido se encuentra clasificado. La Biblioteca Popular de Azul ha suscripto un convenio con la Academia Argentina de Letras para la edición del catálogo de la colección hernandiana del Dr, Ronco.
En síntesis: una valiosa e imperdible muestra que puede visitarse, a 300 kilómetros de Buenos Aires, los jueves y sábados de 17 a 21. Quienes lo hagan serán atendidos cordialmente por el señor Eduardo Agüero. Para mayores detalles consultar al teléfono 42-4368 (casaronco@ceal.com.ar).
De este modo, debemos considerar que Azul, además de ciudad cervantina, lo es también hernandiana.

viernes, 8 de abril de 2011

INDULTO A LOS REALISTAS DE CÓRDOBA (1810)

Santiago de Liniers.
Fusilamiento de Santiago de Liniers.

Por Sandro Olaza Pallero


1. Introducción
 
Los miembros de la Junta Provisional Gubernativa establecida el 25 de mayo de 1810 y presidida por Cornelio Saavedra, juraron “desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegramente esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del reino”. Entre sus objetivos se encontraban proveer a cubrir las vacantes de los empleos, celar sobre el orden y la tranquilidad pública y la seguridad individual de todos los vecinos. Otra cuestión importante era que el acta de su instalación establecía que sus integrantes quedaban “excluidos de ejercer el poder judicial, el cual se refundirá en la Real Audiencia, a quien pasarán todas las causas contenciosas que no sean de gobierno”.
En el oficio que dirigió la Junta al Gobierno Soberano de España e Indias el 21 de junio, le comunicaba su instalación en forma similar a las establecidas en la metrópoli. Destacaba que nada debía extrañar cuando repetidas declaraciones solemnes, habían enseñado que la América era parte integrante de la monarquía y que sus habitantes eran en todo iguales a los de España, “se entablase una Junta enteramente uniforme a las de las provincias europeas”.[1]
El gobierno patrio no se limitó al ejercicio de esta justicia administrativa, sino que frecuentemente conoció en las causas pertenecientes a la justicia ordinaria, resolviendo directamente algunas de ellas, designando a jueces especiales o comisionados para su sustanciación o constituyendo comisiones especiales. No fue posible reconocer la independencia del poder judicial de inmediato, mientras perduraba el estado revolucionario que obligó al gobierno patrio a dictar sentencias de muerte por razones políticas y constituir comisiones especiales en virtud de la convulsión pública.
La gracia de indultar por parte de los gobiernos patriotas fue constante, y su vez, desde el campo realista se dictaban indultos a los partidarios de la revolución. Cabe destacar que ambos indultaban a nombre del rey, como se podrá apreciar en el caso del perdón a los realistas de Córdoba en 1810.

 
2 Los realistas de Córdoba
 
Señalaba el deán Gregorio Funes que el gobernador de Córdoba, Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo Rodrigo Antonio de Orellana y Santiago de Liniers “miraban esta revolución como un crimen de estado, incitaban los pueblos a la inobediencia, y los provocaban a la venganza”.[2] El 20 de junio de 1810, el cabildo de Córdoba remitió a la Junta de Buenos Aires un oficio donde impugnaba la formación de un gobierno general por la sola voluntad del ayuntamiento porteño y manifestaba que tampoco era necesario el envío de los 500 hombres resuelto para la pública tranquilidad de aquellas provincias: “Sobre no ser necesario conmovería los ánimos y causaría desórdenes sobre que protesta las resultas en el concepto de estar pronto a la elección de personas para la Junta Central.[3]
Este oficio llegó a Buenos Aires pocos días después y el 27, la Junta conminó por circular dirigida a los gobernadores y cabildos del interior a rendirle acatamiento, haciendo mención a “los díscolos que pretenden la división de estos pueblos, que es hoy día tan peligrosa; los perseguirá y hará un castigo ejemplar, que escarmiente y aterre a los malvados”.[4]
La Junta envió la Expedición de Auxilio a las provincias interiores al mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo y estableció por decreto del 2 de julio la formación de “una Junta de Comisión, autorizada para acordar, disponer y proveer lo necesario y útil a los objetos de dicha expedición y de más que se ve encargada”.[5] El 28 de julio se impuso en la Junta el criterio del secretario Mariano Moreno de que no había otra solución que el ajusticiamiento de los cabecillas realistas de Córdoba, lo que fue aprobado por todos los miembros del cuerpo gubernativo.
Los sentenciados debían ser arcabuceados apenas se los hallara “sin dar lugar a minutos que proporcionen ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden y el honor de vuestra excelencia. Este escarmiento debe ser la base del nuevo sistema”.[6] De esta forma, los realistas de Córdoba fueron tratados como “los primeros delincuentes que han tenido la osadía de perturbar nuestro sosiego”.[7]
El 8 de agosto, Ortiz de Ocampo entró en Córdoba y comunicó a la Junta la captura de Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, Victoriano Rodríguez, Santiago Allende y Joaquín Moreno, “a excepción del obispo Orellana, de quien dice el mayor general Balcarce haber mandado por él”.[8] Ortiz de Ocampo cumplió el decreto y anunció al cabildo cordobés que asumía la presidencia de la Junta de Comisión encargada del gobierno.
Al mismo tiempo, apartaba de la institución capitular a los miembros sospechosos de ser contrarios a la revolución. El 26 de agosto los jefes realistas fueron ajusticiados en el Chañar de los Loros, excepto Orellana quien recibió el perdón de la pena capital por su orden sagrado, aunque se estableció que éste debía presenciar la ejecución de sus compañeros.
El deán Funes condenó esta ejecución ordenada contra Liniers, caudillo popular que enfrentó y derrotó a los ingleses: “La junta había decretado cimentar la revolución con la sangre de estos hombres aturdidos, e infundir con el terror un silencio profundo en los enemigos de la causa. Mi sorpresa fue igual a mi aflicción cuando me figuraba palpitando tan respetables víctimas”.[9] Ignacio Núñez justificó esa disposición del gobierno patrio: “El general Liniers era el enemigo más temible que podía echarse la revolución, por el prestigio de sus anteriores victorias, porque tenía a su lado al gobernador de la misma provincia de Córdoba, capitán de fragata don Juan Gutiérrez de la Concha, que había sido su segundo en la reconquista de Buenos Aires el año de 1806, y su mentor en la defensa de 1807; y porque además de hallarse rodeado de otros personajes no menos influyentes, era todavía idolatrado entre el populacho de la capital y en todos los pueblos interiores…El gobierno lo consideraba inevitable, si había de salvarse la revolución que pesaba sobre su cabeza; todos murieron y entre todos murió Liniers no dejando a la posteridad más objeto, como él lo anunció a la corte, que el que ofrecen unas cenizas frías y despreciables; él hubiera merecido un epitafio con esta inscripción: Nació con sangre francesa: murió de corazón español”. [10]

 
3. Indulto a los contrarrevolucionarios
 
La Junta de Comisión, pronto convertida en “temido y temible tribunal” dictó el día 13 el secuestro y embargo de los bienes, fincas, dinero, alhajas y cualquier otra propiedad de Orellana, Gutiérrez de la Concha, Liniers, Allende, Moreno y Rodríguez.
El 16 de agosto, el nuevo gobernador de Córdoba, Juan Martín de Pueyrredón, otorgó un indulto general a los realistas, donde quedaban exceptuados los cabecillas de la reacción contra el gobierno revolucionario.[11] Un día después informaba a la Junta: “mandé inmediatamente publicar un bando de indulto general, a todos aquellos que coadyuvaron y cooperaron a la conspiración de los que tenían fundada su suerte en la opresión de un pueblo”.[12]
La Junta le responde su beneplácito por el perdón y por la elección del deán Funes como diputado al Congreso General y le dice: “Ha sido muy plausible para la Junta la elección hecha por parte de esa ciudad para diputado en el Congreso General en la persona del Dr. Don Gregorio Funes, que participa V.S. en oficio de 18 del corriente: asimismo ha sido de su aprobación el indulto general que publicó V.S. en esa ciudad, lo que hará saber al pueblo para su satisfacción, y para que quede inteligenciado que la Junta no busca delitos, sino que quiere prevenirlos”.[13]
Pueyrredón manifestó que a pesar del indulto publicado en Córdoba y aprobado por la Junta, no usaría la menor indulgencia en el embargo de cuantos bienes aparecieran pertenecientes a los reos de la pasada insurrección “sobre lo que me ocupo sin cesar, para descubrir muchos que deben estar ocultos, vista la mezquindad de los embargados por los señores de la Junta de Comisión”.[14] La Junta advirtió a Pueyrredón el mismo día que embargara los bienes de los rebeldes “para cubrir las ingentes cantidades que se extrajeron de las arcas reales, y gastaron en sus perniciosos objetos”.

 
4. Conclusión
 
Mariano Moreno ha sido considerado uno de los más entusiastas de los revolucionarios que asumieron el poder el 25 de mayo de 1810. Cabe destacar que en ese primer momento, todos los miembros del gobierno patrio estuvieron dispuestos a llevar adelante los métodos jacobinos para alcanzar el triunfo sobre sus adversarios, no obstante las disparidades ideológicas entre ellos.
Al fusilamiento de los cabecillas de la revolución, siguió un embargo de sus bienes y un indulto general implementado por Pueyrredón, lo que tuvo significativo efecto en Córdoba, tanto a españoles como criollos. Se tranquilizaron los ánimos y Pueyrredón obtuvo hasta el apoyo de gente que había estado complicada con la contrarrevolución. [15] Este indulto tuvo transcendencia, pues contribuyó a la paz en el orden social y político en una de las provincias más importantes del virreinato.
De acuerdo con lo expuesto, es importante recordar que en Hispanoamérica los intentos por reducir la violencia y hallar un estado de orden y seguridad han estado vinculados con la dominación de los instintos y las pasiones mediante la racionalización de las conductas. Un medio importante fue esta institución de clemencia: el indulto.

 
Apéndice documental
 
Oficio de Juan Martín de Pueyrredón a la Junta Gubernativa del Río de la Plata, Córdoba, 16-VIII-1810.
“Excmo. Sr. Presidente y Vocales: Aprovechando las pocas horas que se detiene en ésta el correo que va dirigido a V.E. desde el Perú, escribo para participar de mi llegada el 13, mi presentación a este ayuntamiento el 14, y mi recibimiento del mando el 15. Desde el momento me he dedicado a imponer a este pueblo de las benéficas intenciones de V.E. y de mi esmero en realizarlas, por medio de una proclama que haré hoy mismo fijar en los sitios más públicos de esta ciudad. He creído que debía ser éste el primer paso que me preparase el cumplimiento más fácil de las órdenes de V.E. Incluyo una copia de ella para que, si V.E. la halla conforme y útil, se digne mandarla publicar en la Gazeta a fin de que circule con más facilidad. En cumplimiento de la providencia de V.E. de 6 de agosto presente sobre embargos de bienes y ventas de los conspiradores contra nuestro gobierno, nada he tenido que hacer, por haberlo ya verificado la Junta de Comisión. Poco o nada restará en este particular, porque castigados ya los primeros autores de la conspiración, debe entrar la piedad a borrar manchas en gran parte involuntarias: me preparo, en consecuencia, a publicar un perdón general que afirme la confianza y atraiga las bendiciones generales sobre V.E. Todo respira contento y alegría en este pueblo y nada hay que pueda inquietar mis cuidados. No me descuidaré, sin embargo, en velar con el mayor celo por la quietud pública e impondré a V.E. de cuanto ocurra en cumplimiento de mi deber. Nuestro Señor guarde a V.E. muchos años, Córdoba, 16 de agosto de 1810. Excmo. Señor Presidente y Vocales de la Junta Gubernativa del Río de la Plata.[16]
 

Notas:
 
[1] Oficio de la Junta Provisional Gubernativa al Gobierno Soberano de España e Indias. Buenos Aires, 21/VI/1810, en Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960, t. XVIII, p. 16196.
[2] Funes, Gregorio, Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos-Ayres y Tucumán, Buenos Aires, Imprenta de Benavente y Compañía, 1817, t. III, p. 490.
[3] Oficio del cabildo de Córdoba a la Junta Provisional Gubernativa. Córdoba, 20/VI/1810. Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16370.
[4] La Junta Provisional Gubernativa señala a los complotados de Córdoba como a los promotores de la división de Buenos Aires con las provincias. Buenos Aires, 27/VI/1810. Ídem, p. 16257.
[5] En mayo de 1810 el ejército urbano había sido el alma del movimiento revolucionario debido a su poder militar y porque proporcionó el marco organizativo dentro del cual se originó el partido revolucionario. Halperín Donghi, Tulio, “Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815”, en Halperín Donghi, Tulio, El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Buenos Aires, Sudamericana, 1978, p. 148.
[6] La Junta provisional Gubernativa comunica haber fulminado sentencia de muerte contra los conspiradores de Córdoba. Buenos Aires, 28/VII/1810. Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16260.
[7] García Belsunce, César, “La Revolución de 1810 en Córdoba. La gobernación de Pueyrredón”, en Historia n° 22, Buenos Aires, 1961, p. [76].
[8] Oficio del comandante del ejército de la expedición al Perú, general Francisco Antonio Ortiz de Ocampo a la Junta Provisional Gubernativa. Córdoba, 8/VIII/1810, en Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16396.
[9] Funes, Ensayo de la historia civil del Paraguay…, p. 490.
[10] Núñez, Ignacio, Noticia histórica de la República Argentina aumentada y corregida por el hijo del autor, señor don Julio Núñez. Biblioteca de Mayo…, t. I, pp. 363 y 375.
[11] Véase Apéndice documental.
[12] Oficio del gobernador Juan Martín de Pueyrredón a la Junta Provisional Guberna Oficio de la Junta Provisional Gubernativa al gobernador Juan Martín de Pueyrredón. Buenos Aires, 26/VIII/1810. Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16384. Raffo de la Reta, J.C., “¡Revolución!”, en Etchepareborda, Roberto, Mayo su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, 1960, p. 809.tiva. Córdoba, 18/VIII/1810. Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16397.
[13] Oficio de la Junta Provisional Gubernativa al gobernador Juan Martín de Pueyrredón. Buenos Aires, 26/VIII/1810. Biblioteca de Mayo…, t. XVIII, p. 16384. Raffo de la Reta, J.C., “¡Revolución!”, en Etchepareborda, Roberto, Mayo su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, 1960, p. 809.
[14] Oficio del gobernador Juan Martín de Pueyrredón a la Junta Provisional Gubernativa. Córdoba, 2/IX/1810. Ibídem, p. 16400. Aspell, Marcela, “Santiago de Liniers. La pasión y el infortunio”, en Heredia, Santiago de Liniers y las invasiones inglesas, p. 197.
[15] Fue el caso de José Javier Díaz, quien primero había apoyado a los conspiradores realistas y luego mudó su opinión y apoyó a la revolución. Pueyrredón en oficio a la Junta del 7 de septiembre de 1810, señala que Díaz “no cesa de hacer visibles esfuerzos para acreditar su adhesión a nuestro gobierno; ha prestado cuantos auxilios ha podido con sus caballadas para la expedición; y por último, señor, a pesar de su conducta anterior, él tiene la confianza y la amistad de toda esta ciudad; está relacionado con todo lo principal de ella y es un paisano que por debilidad suscribió a cuanto le mandaron”. Raffo de la Reta, J.C., “¡Revolución!”, p. 807.
 [16] Raffo de la Reta, “¡Revolución!”, p. 804.


Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810.

sábado, 2 de abril de 2011

JUAN DE MARIANA Y LA DEFENSA PRIVADA



Por Gabriel Calzada



Uno de los aspectos menos conocido del pensamiento del Padre Juan de Mariana es su idea de cómo debe organizarse y financiarse la defensa de la sociedad -y la guerra en general- estrechamente ligada a al estricto respeto de la propiedad privada. Esta posición surge de su comprensión del origen de la sociedad, los incentivos que se dan en las relaciones sociales según sean éstas libres o no, y sus sólidos principios éticos.

Para Mariana, los individuos habrían creado la sociedad debido a la escasez de los recursos y a la inseguridad provocada por los continuos ataques de fieras y de algunas personas contra la vida y propiedad de las otras personas. Ese fue el motivo del surgimiento de las primeras sociedades urbanas y de la potestad real. Dada su concepción del origen de la sociedad, Mariana cree que no por haber adquirido el rey la potestad real pierden los individuos el derecho a defenderse. Todo lo contrario. El derecho a la defensa sigue recayendo en el individuo y es por lo tanto un derecho a la defensa privada. Para él, el rey que tratase de impedir que su pueblo se defienda por sí mismo o esté provisto de armas no es rey, sino tirano. El rey, dice Mariana, “no desarma a los ciudadanos, ni les confisca los caballos, ni consiente que se debiliten en el ocio y la molicie, como hacen los tiranos”. Por el contrario, el tirano “teme necesariamente a los que le temen, a los que trata como esclavos, y para evitar que éstos preparen su muerte, suprime todas sus posibles garantías y defensas, les priva de las armas, no les permite ejercer las artes liberales dignas de los hombres libres para que no robustezcan su cuerpo con ejercicios militares y desmoronar la confianza en sí mismos."

Por otro lado, Mariana cree que el rey, como principal garante de la seguridad y defensa de la sociedad, no debe esperar a que una guerra haya comenzado para prepararla. Antes bien,“debe aprovisionar, mientras esté tranquilo el reino, de armas y municiones y caballos. Y cuando goce de paz, no dejará de pensar en la guerra si quiere vivir seguro.” Sin embargo llama poderosamente la atención que para el jesuita las ventajas de este aprovisionamiento por adelantado no sólo redunda en la mayor discrecionalidad del rey a la hora de comenzar una guerra, sino que además sirve para evitar la costumbre de ordenar nuevos impuestos, siempre perjudiciales e ilegítimos si no cuentan con el consentimiento de los súbditos. Pero si los impuestos son perjudiciales -e incluso inmorales según Mariana-, ¿de dónde debe el rey obtener los recursos que constituyan ese fondo de recursos materiales y humanos para la guerra? Mariana sugiere que el rey debe sufragarlo a partir de sus rentas privadas ordinarias y de las aportaciones voluntarias de los ciudadanos. Llega a decirle al príncipe que la gente le dará recursos de forma voluntaria si el monarca les demuestra ser un buen rey, y usar los recursos para guerras necesarias y razonables. Así pues, el jesuita trató de resolver el problema de cómo organizar la defensa de una manera eficiente y, al mismo tiempo, radicalmente respetuosa con la propiedad privada. Merece la pena reproducir lo que decía el propio Juan de Mariana:

"Un buen rey no necesitará imponer a los pueblos grandes y extraordinarios tributos para atender a contratiempos o guerras inesperadas, sino que obtiene los recursos necesarios con el consentimiento de los propios ciudadanos sin necesidad de fraudes ni amenazas (y ¿qué consentimiento habría si así lo hiciera?). Si es necesario, el rey explicará a su pueblo los peligros que amenazan, los apuros del erario o las circunstancias de la guerra. Un príncipe no debe creerse nunca dueño del Estado ni de sus súbditos por más que los aduladores se lo susurren al oído, sino un gobernante al que los ciudadanos han asignado unos recursos, cuya cuantía no debe nunca aumentar sino por el consentimiento de los mismos pueblos. Y sin embargo así acumulará tesoros y enriquecerá el erario público sin un solo gemido de los súbditos"

El jesuita lleva tan lejos este principio que declara que, ni siquiera para financiar una guerra, puede el rey adulterar la moneda sin el consentimiento de sus vasallos. A fin de cuentas, la inflación –Mariana no usa este término pero describe el concepto- no es más que una forma sutil de quitarle al pueblo lo que es suyo. Y para Juan de Mariana ni el robo ni ninguna otra forma de quebranto del derecho a la propiedad privada pueden ser guías para la financiación de un servicio. Ni siquiera si ese servicio tiene la importancia que tiene la defensa del reino.


Fuente:


www.juandemariana.org.ar , publicado el 9 de junio de 2006.

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