sábado, 30 de marzo de 2013

OPINIONES Y CONCEPTOS SOBRE JUAN MANUEL DE ROSAS

Juan Manuel de Rosas (óleo de autor anónimo).



“Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate. Hablar de la expectabilidad de Rosas es hablar de la expectabilidad del país que representa”. (Juan Bautista Alberdi, Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho).

“Yo fui su enemigo, lo recuerdo con disgusto”. (Juan Bautista Alberdi, Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho).

“No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar (Plebiscito del 26, 27 y 28 de marzo de 1835, en Buenos Aires). Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión...que el de Don Juan Manuel de Rosas” (Domingo F. Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie).

“Se paseaba triunfante por las calles de Buenos Aires, hacía gala de su popularidad, recibía a todo el mundo, era un eco de alegría y de aplausos el que se alzaba por donde él pasaba; su casa era el pueblo, el pueblo lo amaba” (Florencio Varela, cit. en Manuel Gálvez, Vida de Juan Manuel de Rosas).

“Buenos sentimientos le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle” (Justo José De Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858, cit. en Mario César Gras, Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros).

 “Rosas... llegó un momento en que dominó por completo el escenario del país y su acción trascendió los límites de Argentina... Rosas tuvo amigos entre gente importante y entre los humildes. Mas su prestigio como hombre lo afirmó en estos últimos; entre los importantes se incubaron sus enemigos... A los personajes federales del interior, los envolvió en una trama amistosa tan fuerte y sutil que sin su conocimiento haría inexplicable la acción política desplegada. Con Estanislao López y Juan Facundo Quiroga estructuró la confederación a partir de 1831 sobre la base de un íntimo entendimiento... En la correspondencia sostenida con uno y otro y los respectivos actos de conducta aparenta dos ecuaciones personales diferentes fruto de una conciencia política proteiforme. Es un Príncipe Criollo” (Emilio Ravignani, cit. en Fermín Chávez, La Vuelta de Don Juan Manuel).

“En muchas oportunidades como en una carta a Clarín en 1966, afirmé que es una triste muestra de inmadurez política y espiritual, el exilio póstumo de Juan Manuel de Rosas. Un hombre que luchó por la soberanía nacional contra potentes enemigos de afuera así como contra los argentinos que desde adentro los apoyaban...en esta ciudad de Buenos Aires hay calles que celebran la memoria de modestos concejales, por el sólo mérito, quizá, de haber promovido la lucha contra el tabaco, o exigido salivaderas en los lugares públicos; pero no hay una sola calle, y mucho menos una avenida, para hombres como Rosas y Quiroga” (Ernesto Sábato, 1974).

“El primero que después de San Martín muere en el exilio por haber defendido dignamente la soberanía popular y la independencia de la Patria. Los que se han dicho sanmartinianos, parecen no haber comprendido la lucha contra el colonialismo que realizó Rosas, lo que San Martín vio claro a quince mil kilómetros de distancia. Él le rindió a Rosas el mejor homenaje que un soldado puede rendir a otro soldado: su sable libertador...”. (Carta de Juan Domingo Perón a Fermín Chávez, 20 de octubre de 1970, cit. en Fermín Chávez, La Vuelta de Don Juan Manuel). 

“Juan Manuel es mi amigo. Nunca me he engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel, no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien...” (Discurso del cacique Catriel en Tapalqué por el segundo gobierno de Rosas, cit. en Adolfo Garretón, Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833).

“Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios, y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos” (Cacique Catriel, cit. en Julio A. Costa, Roca y Tejedor). 

“Que él había acompañado en cinco campañas a Juan Manuel y que siempre había de morir por él porque Juan Manuel era su hermano y el padre de todos los pobres” (Discurso del cacique Nicasio en Tapalqué por el segundo gobierno de Rosas, cit. en Adolfo Garretón, Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833).

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” (José de San Martín, 3° artículo de su testamento, cit. en Ricardo Font Ezcurra, Correspondencia entre San Martín y Rosas).

“Como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida Patria y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán encontrado; deseo que al terminar su vida pública se vea colmado del justo reconocimiento del pueblo argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota” (José de San Martín, cit. en Ricardo Font Ezcurra, Correspondencia entre San Martín y Rosas).

viernes, 22 de febrero de 2013

UN MATRERO CONSAGRADO A LA HISTORIA. BREVE RESEÑA SOBRE LA VIDA Y OBRA DE FERMÍN CHÁVEZ




Fermín Chávez.




                               Por Francisco José Pestanha*

“En verdad, la Nación y todo proyecto nacional, en el mundo de la periferia siempre fueron objetos de campañas destinadas a mantener el dominio o a conquistarlo. Los argentinos sabemos bien como funcionó el famoso dilema Civilización o Barbarie blandido como verdad científica. Hoy aquel primer termino de la vieja disyuntiva ha sido reemplazado por modernización, eficientismo, o poder tecnológico, contra el que no se puede” (Fermín Chávez).
                                                                                                                                

Su infancia     

Benito Enrique Chávez (Fermín) nació un 13 de julio de 1924 en El Pueblito, un caserío situado a 24 kilómetros de la localidad de Nogoyá, provincia de Entre Ríos. Hijo de Gregoria Urbana Giménez oriunda de Paysandú y de Eleuterio Chávez; el pequeño transcurrirá sus primeros años en un medio rural que nunca olvidará y que, probablemente, contribuyó a forjar en él una sencillez admirable.
Su padre fue agricultor hasta que a mediados de 1920 abandonó la actividad. Son tiempos de la crisis de un modelo agro exportador cuyos primeros indicios comenzaron a manifestarse en la periferia. Los pequeños y medianos agricultores se constituirán en las primeras víctimas de un crack internacional que hará tambalear al “granero del mundo”. A consecuencia de ello, don Eleuterio, deberá alternar su tiempo entre el oficio de peluquero y de fabricante de escobas de palma. Durante un breve lapso administrará un pequeño boliche de campo en el paraje de Crucesitas.

Desde muy niño sorprenderá a Fermín el cuño yrigoyenista de su progenitor quien militará activamente en el partido centenario hasta 1951. Según su propia confesión lo deslumbrará además esa misteriosa relación que se estableció entre el Peludo y el criollaje. Nuestro maestro interpretará años después que para muchos criollos, Yrigoyen, representó la reencarnación de la figura del caudillo y el resurgimiento de la estirpe federal. Sus primeros recuerdos políticos se remontan a la campaña de 1928, donde recuerda que su padre lo hacía subir a una mesita junto al camino que cruzaba delante de la casa para que les gritara a los del otro bando: “¡Viva Yrigoyen! ¡Yrigoyen presidente! ¡Melo, Gallo que             revienten!”[1].

            En los comicios de  1952 don Eleuterio votará por primera vez a Juan Perón.
 Desde niño recibirá la tradición López Jordanista de su abuela Martiniana, quien había contraído nupcias con Santiago Moreira un criollo que, integrando las tropas de Ricardo López Jordán, cayó prisionero en la batalla de Don Gonzalo el 9 de diciembre de 1873. En aquella legendaria contienda que constituirá un hito en la derrota de los federales, una columna del ejército nacional al mando de Juan Andrés Gelly y Obes a fin de dar cuenta de “gauchos de Jordán”, recurrirá a fusiles de repetición y asimismo, a una nueva arma: la ametralladora. El hijo de Moreira, Santiago Pantaleón, según reconoce el mismo Chávez, tuvo sobre él muchísima influencia debido a sus relatos históricos, además, la palabra de la abuela Martiniana “era palabra santa” en la intimidad familiar[2].

Su formación 

Una vez por semana llegaba al pueblito la revista Caras y Caretas publicación que alimentó las lecturas infanto juveniles de Fermín. Los Chávez no tenían radio, pero cada tanto, podían escucharla en la casa de su tía Vitalia López.
Su educación inicial estará marcada por las contradicciones entre el “relato oficial” de la historia que fue adquiriendo en la Escuela Provincial Nº 14 y las narraciones que circulaban dentro de su ámbito familiar. Mientras en la escuela Justo José de Urquiza aparecía como el inmenso prócer provincial con proyección nacional, en su casa, el verdadero “héroe” será Ricardo López Jordán.
La caída del caudillo radical en setiembre de 1930 será vivida por los Chávez como un verdadero drama; la crisis económica, los obligará a radicarse temporalmente en la ciudad de Nogoyá. Cohabitarán un tiempo en casa de su tía Rosa Moreira, y de regreso a El Pueblito, Fermín volverá a estudiar en la escuela 14. Recién conocerá la “gran ciudad” Paraná en 1936 oportunidad en que junto a sus padres, visitarán a su hermana mayor María Petrona.
A instancias de fray Reginaldo de la Cruz Saldaña (hombre de la Iglesia al que le estará eternamente agradecido) Chávez proseguirá sus estudios en la ciudad de Córdoba en un colegio apostólico dominico orientado hacia las vocaciones sacerdotales. En cierta conversación nuestro maestro relatará que aquella oportunidad fue única, ya que en Nogoyá no había escuela nacional, y la de Victoria, estaba reservada sólo para las familias acomodadas. Concluido el ciclo secundario en la ciudad mediterránea viajará a Buenos aires a estudiar filosofía como novicio al convento de Santo Domingo, para posteriormente, partir hacia Cuzco con la intención de perfeccionarse en teología en un colegio internacional dominico.
Su estadía en la ciudad de Buenos Aires entre 1939 y 1942 será determinante en su posterior accionar intelectual y político, ya que coincidirá con el “cenit” de los cursos de cultura católica. El principal de la orden –el Padre Páez– enseñará en dichos cursos junto a Leonardo Castellani, Alberto Molas Terán, y César E. Pico. De esta forma Fermín se acercará al nacionalismo en una época donde el clima de la guerra influía nítidamente en la política local. En 1941 publicará su primer poema en Crisol un diario nacionalista argentino dirigido por Enrique P. Osés.
Tres años habían transcurrido de su estadía en el Perú cuando los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 lo sorprendieron como a otros tantos, anoticiándose de lo ocurrido en su patria por radio. Fermín retornará al país recién en octubre de 1946 para, inmediatamente, incorporarse a la actividad cultural, intelectual y política. Su primer sustento económico lo obtendrá gracias a los buenos oficios de su amigo José María Fernández Unsain quién lo recomendará para la redacción diario Tribuna, un periódico de orientación nacionalista donde escribirán entre otros Gilberto Gomes Ferrán, Luis Soler Cañas y el mismísimo Jorge Massetti. En aquellos tiempos publicará en la revista Tacuara un poema en homenaje a Darwin Passaponti asesinado al anochecer del 17 de octubre de 1945.
Con relación a sus principales influencias intelectuales Chávez sostuvo en más de una oportunidad que la obra de Santo Tomás de Aquino y las enseñanzas de Jacques Maritain y de Réginald Garrigou-Lagrange marcaron a fuego sus primeras reflexiones. Pero además, hará especial hincapié en el influjo que sobre él ejercieron autores nacionales como Ramón Doll, Ernesto Palacio, la prédica del  periódico Crisol y en especial, los artículos de Osés. No obstante ello, en ciertas entrevistas, ha confesado ascendentes tempranos en Leopoldo Lugones y en Leopoldo Marechal entrelazados con fascinantes lecturas de Federico García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Hernández.
El maestro entrerriano relatará además que en aquellos tiempos, previos al peronismo, el único integrante de FORJA cuya labor intelectual conocía era Raúl Scalabrini Ortiz, ya que nacionalistas y forjistas, transitaban senderos paralelos. Mientras el nacionalismo ganaba la calle, los forjistas concentraban sus actividades hacia el campo de lo cultural y lo conceptual, aunque con el tiempo, las filiales de orientación yrigoyenista se irán multiplicando, obteniendo significativa presencia a principios de la década de 1940 en algunas provincias y localidades. Fermín admitió, además, la existencia en aquella época de una versión nacionalista elitista de orientación maurrasiana surgida durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear.
Entre 1926 y 1929 se producirá el nacimiento del periódico Nueva República y luego Liga Republicana en los que escribirán figuras como Ernesto Palacio, Roberto de Laferrére, Federico Ibarguren, Juan E. Carulla, Julio Irazusta, César E. Pico, Daniel Videla Dorna, entre otros, cuyos textos integrarán en la época los tiempos de lectura de Fermín junto con los clásicos grecolatinos. 
Al advertir el fracaso político de Uriburu algunos nacionalistas asumirán un antiimperialismo militante que los llevará a colaborar con las investigaciones realizadas por Lisandro de la Torre sobre la cuestión de las carnes –e inclusive– acompañarán la acción del radicalismo conspirativo durante la década infame. Aquel nacionalismo surgido a principios de siglo comenzará a evolucionar hacia 1935, surgiendo de allí una corriente popular.
Respecto a la relación entre el nacionalismo y Juan Perón, Fermín admitirá que varias de sus figuras “convergerán al peronismo, así como otras se opondrán: no quieren a Perón, y al rechazarlo a él rechazan al movimiento popular. Estos nacionalistas ven a Perón como un caudillo excesivamente pragmatista o para decirlo con las palabras que se utilizaron, no sólo desde el nacionalismo sino también desde el lado liberal como un oportunista que sabe hacerse cargo del momento histórico y que va adelante”[3]. Entre los nacionalistas que comprenderán al peronismo, Fermín destacará a Alberto Baldrich.
Para Chávez el nacionalismo argentino irá evolucionando desde una matriz originaria ciertamente elitista e influida por la obra de Maurras hacia una versión de nítida orientación popular. Trascurrido el año 1935, atestiguará el maestro, la gran acción del nacionalismo se expresará a través de publicaciones y periódicos que golpearán sistemáticamente al gobierno de Justo, textos en los que aparecerán ideas como la de justicia social. Ya iniciada la década de 1940, las tres banderas del justicialismo estarán prácticamente expresadas en el manifiesto que José Luis Torres redactará para el general Juan B. Molina en 1942[4].
Durante el primer peronismo, siendo ya agente estatal en salud pública a instancias de Ramón Carrillo, Chávez será destinado a la oficina de prensa de la GGT donde colaborará con el órgano oficial de la central obrera. En 1950, conocerá a Eva Perón al integrarse a una peña de jóvenes escritores y poetas que se reunían todos los viernes en la sede del Hogar de la Empleada. Con Evita, compartirán también cenas e interminables tertulias en la residencia de Agüero y Alvear donde luego se trasladó la peña. Asimismo por esos años, contraerá matrimonio con Antonia Simó. De dicha relación nacerán dos hijos, Fermín (fallecido en un trágico accidente aéreo) y Simón, talentoso músico, fotógrafo y realizador. Además colaborará con la Dirección General de Cultura dirigida por aquel entonces por  José María Castiñeira de Dios.

Obra y militancia

Su primer libro de poesía Como una antigua queja será impreso en los talleres de la CGT merced al papel cedido por la Federación de Trabajadores del Papel, Cartón, Químicos y afines, y el segundo libro, Dos elogios dos comentarios, editado por la peña Eva Perón. En 1952, luego del fallecimiento de la jefa espiritual del peronismo, estrenará Un árbol para subir al Cielo fantasía para niños de su autoría dirigida por Lola Membrives. Entre 1953 y 1957 se desempeñará como redactor de la revista Dinámica Social.
Acontecida la revolución “Libertadora” y ya proscripto, su respuesta será inmediata; publicará su extraordinaria obra Civilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la Cultura Argentina, participando activamente al mismo tiempo en numerosas publicaciones clandestinas como De frente, El populista, y Norte.
En 1958, será designado por Juan Domingo Perón como miembro suplente del comando táctico creado para comunicar y difundir la orden de voto a Frondizi –pero al negarse a votarlo– será separado inmediatamente del cargo. En 1963 recaerá sobre su persona el rol de delegado interventor del Partido Justicialista de Santiago del Estero, y en 1964, la Fundación Scalabrini Ortiz publicará su obra Poemas de fusilados y proscriptos.
Entre 1973 y 1974, dictará Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y como periodista y columnista publicará, sus artículos en Crítica, Panorama, La Prensa, El Hogar, Crisis y Megafón.
Según Enrique Manson, la “ojeriza” de José López Rega lo excluyó de integrar la comitiva en el primer retorno de Perón. No ocurrirá lo mismo con el segundo y definitivo. Fermín respecto al viaje de regreso relatará que, debido a su buena orientación en el aire, notó inmediatamente que el avión cambiaba su rumbo para aterrizar definitivamente en Morón[5].
En 1990 recibirá el Premio Consagración Nacional por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación, en 1991 dictará la materia Historia del Pensamiento Argentino en la Universidad de La Plata –y entre 1996 y 1998– Historia Social y Económica en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora. El 2 de octubre de 2003, a instancias de tantos compañeros como Arnaldo Goenaga, será declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por Ley Nº 1090/2003.
Fermín publicó más de 46 libros además de continuar la obra de su maestro y amigo José María Rosa con la colaboración de Juan Cantoni, Jorge Sulé, y Enrique Manson. Alguno de sus libros más destacados aparte de los ya mencionados: Vida y muerte de López Jordán (1957); José Hernández, periodista, político y poeta (1959); Historia del país de los argentinos (1967); Perón y el peronismo en la historia contemporánea vol. I (1975); Historicismo e iluminismo en la cultura argentina (1977); La recuperación de la conciencia nacional (1983); Perón y el justicialismo (1985); Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico (1994); La conciencia nacional (1996); Alpargatas y libros volúmenes. I y II (2003/2004). Además, editará numerosas obras de poesía sosteniendo desde siempre una profunda valoración de lo gauchesco como emergente de la autentica cultura popular. En este sentido publicó en 2004 Historia y antología de la poesía gauchesca un extraordinario trabajo de setecientas páginas donde reunió la obra de más de ochenta poetas de la gauchesca y nutrida producción gauchipolítica.

Fermín y la Historia

Desde el punto de vista historiográfico la concepción filosófica que inspiró a  Fermín Chávez fue el historicismo cuyo supuesto esencial radica en que, “...para estudiar cualquier ser colectivo sea que se considere o no a éste como un organismo, es indispensable conocer todos los elementos que lo forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente[6].
En tal contexto, Chávez batallará incansablemente contra el recorte del relato histórico que acompañó al proceso de conformación del Estado nacional después de Pavón. Para Fermín el rescate integral e integrado de episodios y protagonistas obliterados en el relato  institucionalizado y su puesta en valor, resultará fundamental para superar ese verdadero desprecio por nuestro pasado que emergió durante el siglo de las luces (Aufklärung), período histórico donde se sobrestimó la capacidad de la razón humana (que para muchos filósofos de la época era siempre idéntica a sí misma, igual en todos los hombres y en todos los tiempos) –y donde lo racional– en palabras de Fermín debía sustituir a lo real en tanto este último, era juzgado como producto absurdo de la historia. 
Cabe señalar que para los historicistas como Fermín la redención del “ser histórico” no perseguía fines meramente académicos –sino muy por el contrario– objetivos “político culturales vitales en cuanto “lo pasado” es constitutivo de “lo presente” y determinante de “lo futuro”[7].
En ese orden de ideas, para el entrerriano y otros revisionistas, a mediados del siglo XIX, se consolidó en el poder del país una elite que se propuso “civilizar” por la fuerza a la barbarie nativa. Civilizar, en palabras de Arturo Jauretche, no solamente significó desnacionalizar mediante la importación acrítica de ideas, conceptos, valores y productos culturales, sino también cercenar la historia para acomodarla al proyecto político, cultural y económico triunfante.
El civilizar implicó, entre otros dispositivos, la importación a libro cerrado de la doctrina iluminista que para Fermín no sólo generó en el país un prejuicio moral y cultural respecto a nuestras raíces indo-hispánicas, sino que además, a partir de su influencia, empezó a germinarse una dicotomía donde lo bárbaro resultó paradójicamente lo propio y lo civilizado lo ajeno. La idea de barbarie empezará a cobrar para nuestro maestro un sentido peyorativo hacia adentro, trastornando los supuestos culturales “hasta el punto de hacerle creer a los nativos que nuestra propia civilización consistía en la silla inglesa y en la levita”. El iluminismo en nuestra región presupuso así una concepción naturalista y universalista de la sociedad “bajo la cual habría de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra propia (…) germinación espiritual[8].
La oposición Civilización o Barbarie selló de esta forma una fuerte impronta fundacional en la formación del Estado argentino; dicotomía que por antinatural  –ya que los civilizados no eran tan civilizados ni los bárbaros, tan bárbaros– determinó la formación de una superestructura opresiva y alienante, que implicaba perturbar nuestro propio proceso de conformación nacional a partir de la negación u ocultamiento de elementos sustanciales de nuestro pasado.
Para el autor este fenómeno de índole sociológico, al consolidarse en el tiempo mediante su incorporación acrítica en los distintos estamentos del sistema educativo, fue transformándose en una deformación de índole ontológica, ya que ciertos preceptos y perjuicios se fueron expandiendo por vastos sectores de la sociedad. Por eso Fermín insistía que las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas. En síntesis: una de las principales líneas de investigación de nuestro maestro se orientó hacia el análisis de los mecanismos de coloniaje cultural y sus consecuencias, entre ellas, la disociación entre las elites “ilustradas” y el pueblo.
Chávez reconocerá que contra tal opresión alienante, surgirá desde el llano, una matriz resistente que se expresó esencialmente a través de la cultura popular y particularmente a través la poesía gauchesca. Luego devendrá una corriente de pensamiento nacional a la cual adscribirá. Fermín comprenderá como pocos que ese primer peronismo, germinará luego de una profunda revolución cultural impulsada por la llamada generación décima, progenie que reaccionó aguda e incansablemente contra el coloniaje y que se propuso la búsqueda de un sentido y destino colectivo. Se afirma en tal sentido que: “la revolución estética y el nacionalismo cultural se expresarán a través de una innumerable cantidad de artistas y autores, en todos los campos del quehacer estético-cultural”[9]. La importancia de lo cultural en la construcción de la autoconciencia nacional será vital en la obra del entrerriano.
Otro de los aportes sustanciales de nuestro maestro fue la valoración crítica de los aportes conceptuales de las distintas vertientes del nacionalismo argentino a la conformación de la doctrina nacional, popular y humanista que nutrió al peronismo. El abordaje que Fermín realiza de la producción teórica del nacionalismo y su evolución hacia un nacionalismo popular de cuño humanista, son imprescindibles no solamente para comprender al primer peronismo sino a aquella etapa de la historia argentina.
Para finalizar cabe reseñar que sus legados historiográficos fueron descollantes. No solamente los ampliamente difundidos respecto al Chacho Peñaloza y a López Jordán, sino los publicados respecto a José Hernández, Juan Manuel de Rosas y a distintos protagonistas de nuestra historia y de nuestra cultura. Su libro Vida y Muerte de  López Jordán constituye un antes y un después en la historiografía entrerriana, y las consecuencias de aquel texto, aún resultan admirables.
Perón, Evita y el peronismo tuvieron en Fermín Chávez a su máximo historiador.  Como enseña Alberto González Arzac: “…sobre ellos también dio a conocer numerosas obras, formando parte del Instituto Nacional que lleva el nombre del ex presidente de la Nación, a quien conoció conversando con fray Pedro Errecart el 20 de junio de 1943, en la vereda de la calle Victoria (ahora Hipólito Yrigoyen) al 300 de la ciudad de Buenos Aires; poco después, publicó en Nogoyá un artículo sobre Perón y el Derecho de Gentes, y en Buenos Aires: Perón y la humanización del capital. Esa adhesión política, cuando aún Perón no había accedido a la Presidencia, quedó confirmada a través del trato frecuente y afectivo que poco después recibió de Evita (con quien colaboró); ella hizo editar cuidadosamente los versos de Chávez titulados Dos elogios y dos comentarios (1950). En años de exilio, Juan Domingo Perón distinguió a Chávez remitiéndole cartas personales que atesoró en su nutrido epistolario e invitándolo a acompañarlo en el vuelo de retorno a la Argentina”[10].
 Admitiendo haber recibido influjos de autores como Johann Gottfried Herder, filósofo y escritor alemán que lo llevaron a publicar Herder el alemán matrero y de la Scienza nuova de Giambattista Vico en obras como Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico, la influencia del historicismo en la corriente nacional será reconocida por el autor quien en numerosas oportunidades nos desafió  recuperar la vertiente historicista en la Argentina.
Afortunadamente ese deseo comenzó a materializarse a partir del impulso de la Rectora de nuestra Universidad, Doctora Ana Jaramillo, quien acaba de publicar una obra: “El Historicismo de Nápoles al Río de la Plata” editado por  La Universidad Nacional de Lanús, texto que seguramente como aquellos clásicos de Fermín, desafiará a las nuevas generaciones a reencontrarse con una matriz vital para encarar un adecuado proceso de autoconocimiento.
          

*Texto incluido en la obra “Fermín Chávez; epistemología de la periferia” compiladora  ANA JARAMILLO. Ediciones Universidad Nacional de Lanús. 2013.





[1] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[2] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[3] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[4] Ibídem.
[5] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[6] Escalante, Wenceslao: citado por Fermín Chávez: “La conciencia nacional; Historia de su eclipse y recuperación”. Editorial Pueblo Entero. Año 1996.
[7] Pestanha, Francisco: “Las manos de Fermín”. En http://www.nomeolvidesorg.com.ar/nota0283.html
[8] Chávez Fermín: “Historicismo e iluminismo en la cultura argentina”. Centro Editor de América Latina. Año 1982.
[9] Wally, Juan W.: “Generación de 1940: Grandeza y Frustración”. Editorial Dunken.
[10] González Arzac, Alberto: “Recordando a Fermín Chávez”. En www.nomeolviodesorg.com.ar

jueves, 24 de enero de 2013

ROTARY CLUB

Paul Harris fundador del Rotary International.



Por Alberto José Bondesío



El Rotary Club, asociación de hombres, preferentemente de negocios y profesionales, que se proponen moralizar y mejorar los espíritus contribuyendo a la paz universal mediante la práctica de una moral sin dogmas y de un laicismo y naturalismo absolutos, es la masonería internacional esparcida por todo el mundo, como noviciado de la Orden, para probar, ensayar y conquistar adeptos.
Sus jefes son elegidos por los masones residentes en la ciudad norteamericana de Evanston, Illinois, cerca de Chicago, sede del organismo central.
Su nombre surgió de la costumbre de celebrar las reuniones del primer club por “rotación” en los distintos despachos de los socios fundadores.
El “mallete”, distintivo del venerable maestro de la logia masónica, es también el distintivo del presidente del club rotario; y la bandera blanca de los masones es el emblema de los rotarios, que han sustituido en ella el águila de dos cabezas por la rueda dentada.
Fue fundado el Rotary Club, o Círculo de la Rueda Dentada, el 23 de febrero de 1905 en Chicago por el abogado masón Paul Harris, estableciéndose en nuestro país el 8 de noviembre de 1919. Todos sus primeros miembros fueron masones, y hoy en día muchos masones son socios del Rotary como rotarios de la masonería.
Manifestó el fundador: “Nuestro plan hace caso omiso de todo credo y glorifica los hechos. Rotary está abierto a protestantes, católicos, judíos, musulmanes, cristianos, budistas y ateos. ¿Vamos a ser retrógrados, o debemos ir adelante con el progreso de los tiempos?.
El hacer caso omiso de todo credo y glorificar los hechos es uno de los postulados fundamentales de la masonería.
Expresado en otras palabras significa: racionalismo en doctrina, naturalismo o laicismo en moral e indiferentismo absoluto en religión.
En mayo de 1936 el Gobernador del distrito 63 manifestaba respecto a la religión: “ni siquiera debemos acordarnos de ella”.
Por otra parte el rotario William Mayer afirmaba en México que “todos y cada uno de los rotarios deben desterrar de sus mentes los prejuicios de religión y de nacionalidad”.
En 1944 el rotario argentino Dr. del Forno aseguró que “la moral sin dogmas forma la conciencia del Rotary”.
De estas declaraciones podemos inferir que para un rotario es muy fácil hablar de tolerancia religiosa en su propaganda laicista; pues, si en nada cree, todo para él resulta la misma cosa.
Por demás reveladoras resultan las palabras del rotario argentino Salvador Díaz Moreno quién afirmaba: “al Rotary no le interesa la religión ni los dogmas revelados; ni dioses, ni tampoco los santos. El Rotary vive de la realidad del presente; pero en sus entrañas se gesta una “nueva religión laica” de la amistad. El porvenir dirá si tendrá o no su Olimpo”.
El masón español Pérez Torreblanca decía en la Asamblea de la Masonería Simbólica de España: “Por sus orígenes los clubes rotarios cumplen una función internacional muy parecida a la masónica, aunque la limitación de sus fines los coloque en la situación de hermanos menores de nuestra Orden. La masonería debe colaborar en este movimiento para que no se desnaturalicen sus fines primordiales. El movimiento rotario, condenado por la Iglesia y perseguido por los obispos, merece una simpática consideración, e incluso el apoyo de integrarlo allí donde las posibilidades masónicas lo permitan”.
Cabría, luego de todos estos testimonios mencionar aquello de que “a confesión de parte relevo de prueba”.
El Episcopado español en pleno, a mediados del siglo XX condenó en forma expresa al Rotary Club.
El que fuera primado de Toledo, Monseñor Segura y Sáenz escribía en una pastoral: “El Rotary hace profesión de un laicismo absoluto y de una indiferencia religiosa universal, intentando moralizar a los individuos y a las sociedades con total prescindencia de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica. Mientras predican una moral sin religión para llegar a la paz universal, ocultan, bajo un aspecto comercial, recreativo, filantrópico, pedagógico, neutral, pero siempre laico, la negación de la moral verdadera y de la verdadera religión, que tratan de sustituir con una religión que no es la de Jesucristo”.
En la Resolución Nº 87 del Episcopado Argentino (no derogada hasta el presente) ordena lo siguiente: “Deben nuestros fieles andar muy cautos en dar su nombre y apoyo a asociaciones de carácter internacional con principios doctrinarios opuestos a las enseñanzas de la Iglesia y con gobierno sustraído a toda dirección e influencia de la misma. Entre esas asociaciones se puede incluir con justicia al Rotary Club”.
El Santo Papa Pío XI  decía en su encíclica Mortálium ánimos del 6 de enero de 1928 al referirse a todo sistema ético que no se base en los principios cristianos: “..las tentativas de acuerdo en este terreno, no pueden, en ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, igualmente buenas. Cuantos sustenten esa opinión poco a poco vienen a parar en el naturalismo y ateísmo”.
L’Observatore Romano, órgano oficioso de la Santa Sede hacía referencia en uno de sus números al “carácter antirreligioso y anticatólico del rotarismo”.
La Santa Sede, respondiendo a la consulta de los Obispos, lo prohibió terminantemente para todos los clérigos en su “non éxpedit” del 4 de febrero de 1929 y luego Pío XII  repitió tal prohibición el 11 de enero de 1951, añadiendo para los fieles en general  una exhortación, en la cual les aconseja que se cuiden de pertenecer a sociedades condenadas por la Iglesia, o simplemente sospechosas, a tenor del canon 684 del Código de Derecho Canónico.
Pablo VI en “Insegnamenti di Paolo VI”, III, Vaticano 1965 (867-868) manifiesta su deseo de que los clubes rotarios “sin cambiar su estilo y su programa, de la misma manera que es seria y elevada la expresión cultural y científica, mantengan una actitud respetuosa ante los valores espirituales y religiosos y no quede marginado el maestro de la Humanidad, Cristo Señor nuestro”.
La “invocación” que abre todas las reuniones de los rotarios ofrece una muestra de esta marginación. En ella está latente el deísmo, típico de la masonería regular ya que en su escueta mención a “Dios”, también en las regiones de mayoría cristiana, parece recoger la insistencia masónica en lo común a todas las religiones y en la igualdad de todas ellas, al menos en la vertiente pública. Lo específicamente cristiano o de cualquier otra religión queda así recluido en el foco interno de la conciencia individual o dentro de sus templos.
Estos importantísimos documentos al día de la fecha siguen teniendo vigencia habida cuenta que no ha sido emitido por el Vaticano nada en contrario.
En el año 1964 decía el masón W.Godward que la Masonería y el Rotary compartían por caminos diferentes los mismos objetivos.
En el año 1975 el rotario Juan Di Filippo (Rotary Club Rosario Norte) reconocía que solamente algunos rotarios y masones tenían acceso al conocimiento sobre el  estrecho vínculo que unían a ambas instituciones.
El célebre pensador inglés Chésterton la define como: “una organización sin alma, desprovista de toda dignidad espiritual. El compañerismo rotario no tiene nada de cristiano y su teoría de la propia suficiencia es la más negra de las modernas herejías. El hombre no se basta a sí mismo, debe apoyarse en Dios; y el rotarismo prescinde de toda idea divina en las relaciones humanas. La hermandad de los hombres necesita de la paternidad de Dios. Cuando se suprime o evita la creencia en lo sobrenatural, como hace el Rotary…….”.-
Cuando el fundador del Rotary afirmaba que “Nuestro plan hace caso omiso de todo credo y glorifica los hechos” es importante para nosotros, los católicos, tener muy presente lo que el Santo Padre Juan XXIII escribiera en su encíclica Pacem in terris: La Iglesia, a través de la historia, ha condenado repetidas veces los errores que pretendían reducir la actividad social al ámbito puramente material, y ha enseñado que la sociedad humana tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual”.
Anteriormente y en línea con este pensamiento había escrito el Santo Padre Pío XI en su encíclica Quadragesimo anno: “Según la doctrina cristiana, el hombre dotado de naturaleza social ha sido puesto en la tierra para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad ordenada por Dios, cultive y desarrolle plenamente todas sus facultades para gloria y alabanza de su Creador; y cumpliendo fielmente los deberes de su profesión o de su vocación, sea cual fuere, logre la felicidad temporal y juntamente la eterna”.-
En el Rotary el tema religioso está dejado de lado siguiendo los postulados de su fundador….es por ello que todo credo es aceptado habida cuenta que ninguno importa…todos son iguales.
Un católico no debe ni puede aceptar alegremente esta conducta rotaria, no debe ni puede al decir de José María Pich (en su obra “La sal de la tierra” edit. Rialp) hacer que “la fe y la vida estén separadas en su persona dando con ello lugar a un falso cristianismo, un cristianismo descarnado y sin vida….ello es producto de un ambiente descristianizado en el que se ha ido perdiendo todo ideal espiritual, toda idea del sentido real, humano y divino, de la vida.”.
Escribía J. Escrivá de Balaguer en su obra Camino: “Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos…..cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma tendremos una fe viva y operativa….”.
La tibieza y la falta de un compromiso auténtico y profundo con Cristo hacen que muchos católicos crean que se puede por un lado llevar adelante una vida de “cumplimiento” (“cumplo” y “miento”) en el seno del catolicismo y a su vez ser protagonistas en una institución que pone en un mismo plano de igualdad a la Iglesia Católica con todas las demás incluyendo a los ateos.-
Es muy preocupante el hecho que algunas instituciones católicas tengan respecto al Rotary una actitud ambivalente manifestada en el hecho de que miembros que pertenecen a ellas sean figuras prominentes en esta organización internacional sin que se tomen los recaudos necesarios para paliar esa triste situación.
Creo, sinceramente, que la razón de ello pasa fundamentalmente por el casi nulo conocimiento que se tiene sobre la misma….y agregaría por el poco interés en tenerlo.
Se convierten estas instituciones religiosas en funcionales a los supremos objetivos del Rotary….descristianizar a la sociedad…..
El escritor católico Armando Tonelli en su obra “La verdad sobre Rotary” (agotada pero se puede acceder a ella por Internet) en varios capítulos va desgranando toda la trama respecto a Rotary y la posición de la Iglesia Católica para con ella.
Una alta jerarquía de la Iglesia Católica al ser consultada sobre qué posición debería tomar un católico sobre el Rotary contestó que dependía ello de lo que definiere el obispo de la diócesis a la que el fiel perteneciera.
Pobre respuesta…..implicaría aceptar que según la opinión de un Obispo el Rotary es bueno o malo. ¿Qué pasaría con la feligresía que teniendo un Pastor con opinión favorable fuese cambiado por otro que la tuviera en contrario?...
Aquí también cabría adjudicarle  esta respuesta al desconocimiento…es por cierto una actitud de tibieza ante un asunto importante.
Es curioso observar cómo algunos católicos miembros de Rotary manifiestan no estar de acuerdo con las afirmaciones del fundador de la institución y menos aún con los testimonios de Conferencias Episcopales y escritos y confesiones de prominentes masones y rotarios.
Creen  muchos de ellos que la misión trascendente de Rotary pasa por la filantropía  y la generación de buenas relaciones entre sus asociados….evidentemente no han profundizado y meditado sobre conceptos que son propios de la institución que, al menos para los católicos, deberían ser inaceptables.
Se puede “explicar” esta actitud desde el desconocimiento respecto a la propia institución a la que pertenecen o ya bien a otros intereses personales.


domingo, 20 de enero de 2013

DESDE SANTIAGO DEL ESTERO: EL TEJIDO DE LA IDENTIDAD NACIONAL




Por Hebe Luz Ávila*


Para encarar nuestro relato histórico es menester determinar un comienzo de la historia argentina haciendo un corte en el devenir de los acontecimientos. Como todo ser que se origina, nuestro país “viene siendo” desde antes; ha ido configurándose en innumerables antecedentes. En efecto, su territorio ya existía desde tiempo inmemorial, lo mismo que su población aborigen. Pero así como es necesaria la unión de los padres para que se geste el nuevo ser, el encuentro de dos mundos fue punto de partida definitorio de lo que hoy es nuestra nación, por lo que a partir del 1492 se precipitan los acontecimientos que lo irán consolidando. Las primeras entradas de los conquistadores españoles –como la de Diego de Rojas en 1543- van prefigurando el inminente nacimiento, hasta la creación de la primera ciudad que perdure. De allí saldrán luego los fundadores y los recursos para la formación de otros pueblos y se establecerán las instituciones fundamentales para constituir lo que luego devendrá en una nueva nación. Y será la Ciudad de Barco la primera de lo que es hoy la República Argentina, fundada el 29 de junio de 1550 por el Capitán Juan Núñez de Prado y asentada definitivamente el 25 de julio de 1553, cuando Francisco de Aguirre la traslade con el nombre de Santiago del Estero.

Hacia una trama con todos los hilos

Entendemos que se hace necesario rescribir una historia más ecuánime, más cercana a los hechos, con todos los actores. Un texto –tejido- donde se muestren en su justo lugar los hilos que forman la trama, principalmente por eso de que “la historia es maestra de la vida”. Nuestro objetivo en la limitación de estas páginas será comenzar la urdimbre (1) o basamento de la historia argentina, es decir el principio que entendemos evidente, y señalar especialmente los “hilos” que hoy le faltan a la trama, concentrándonos en el protagonismo femenino y en el del sustrato popular, que contribuyeran en la conformación de nuestra actual identidad.

La urdimbre: mujeres de mundos encontrados

Obviamente, las primeras mujeres que habitaron el territorio de lo que hoy es nuestro país fueron las aborígenes. Casi no nos han llegado noticias de ellas, pues en las crónicas de entonces figuraban solo accidentalmente y despersonalizadas, y en especial las que pertenecían a niveles sociales privilegiados, o las emparentadas con los conquistadores. Del estudio de las cosmogonías y cosmovisiones contenidas en los códices, crónicas coloniales, y de las contribuciones arqueológicas, concluimos la tesis mayormente sustentada de las relaciones no jerárquicas entre sexos de las culturas prehispánicas. Así, no sólo hay una valoración equivalente del trabajo de ambos sexos en las sociedades campesinas originarias, sino que también se ha determinado un poder social compartido. De esta situación original se sale abruptamente y se ingresa al patriarcado español, con sus fuertes mecanismos de imposición colonial de orden legal, político y especialmente religioso. Ello provocó una total sumisión que derivó en la explotación económica, mayor en las mujeres indias que en los hombres, pues debían cubrir todas las tareas de los servicios domésticos, a la par que la humillación del abuso sexual, todo lo cual las colocaba en una situación de extrema vulnerabilidad. A las mujeres indias que ya habitaban lo que sería nuestro territorio, se les suman las traídas por los españoles en las primeras entradas y luego en la conquista y fundaciones. Se ha estipulado –con algunas diferencias en los registros- que los españoles de la primera entrada, con Diego de Rojas, eran aproximada ciento noventa, en tres columnas. Numerosos trabajos históricos indican hasta los nombres de los primeros conquistadores. Lo que no se ha podido establecer es cuántos aborígenes los acompañaban. En un documentado trabajo de Ricardo J. Nardi (2), leemos que venían “muy bien aderezados y apercibidos de armas y caballos y (…) había gran servicio de negros, negras, indios, indias, y muchos indios amigos”. Lo cierto es que, en 1573, en carta al rey de España, Jerónimo Luis de Cabrera informa de la existencia de más de seiscientas poblaciones que debían albergar a unos treinta mil indígenas, los que se extinguieron en breve lapso debido al esclavizante trabajo en las encomiendas. En el primer periodo de la conquista, la mujer española fue muy escasa. Los hombres se amancebaban con nativas de diverso origen étnico y social, aunque a veces se elegían princesas autóctonas, o hijas de caciques, como una manera de establecer relaciones de paz y cooperación con sus pueblos. En poco tiempo tenemos noticias de la presencia de mestizos, incluso ya en las primeras entradas desde el Perú en el territorio que luego sería argentino. Como ejemplo de lo que ocurría en todo el nuevo mundo, destaquemos que Asunción, establecida en 1537, fue llamada “El Paraíso de Mahoma”, pues como lo atestigua el capellán González Paniagua en una carta al rey en 1545 “acá tienen algunos a setenta [mujeres]; si no es algún pobre, no hay quien baje de cinco o de seis; la mayor parte de quince y de veinte, de treinta y cuarenta”. Las crónicas estipulan 500 mestizos en la Asunción de 1545 –a solo ocho años de sus comienzos- y en 1570, López de Velasco hace referencia a dos mil mestizos y otras tantas mestizas. Parte de estos “mancebos de la tierra” integrarían luego las expediciones para la fundación de nuevas ciudades en nuestro territorio, como Santa Fe en 1573, cuando setenta y cinco de ellos, cinco españoles y numerosos guaraníes acompañaron a Garay en la empresa. No conocemos referencias de que con Diego de Rojas entraran mestizos, pero Lucía Gálvez presenta el interesante dato de que “en la nómina de los hombres que acuden desde Santiago en 1567 convocados por Diego Pacheco para poblar la ciudad de Talavera del Esteco figuran once “mancebos de la tierra” (3). Diez años después, en la rendición de gastos del viaje del mismo Diego Pacheco para castigar a quienes participaron de la prisión de Francisco de Aguirre, se registran los nombres de también once “mancebos de la tierra” (4). Asimismo, del listado de los ciento once fundadores de la ciudad de Córdoba, el 6 de julio de 1573, veintitrés eran nacidos en América y eran blancos mestizos y un indio, de los
cuales Moyano Aliaga (5) destaca dos santiagueños. Mancebos de la tierra, mestizos de la tierra, o hijos de la tierra es la fórmula elíptica de callar a la madre india y a esta realidad del concubinato o amancebamiento -cuando no de adulterios- que termina justificándose: “Se hace más servicio a Dios en hacer mestizos que en el pecado que con ello se hace”. La expresión, que se atribuye a Francisco de Aguirre, no está exenta de dramaticidad, al intentar disimular el origen pecaminoso de los mismos. Doblemente marginada - como mujer y como india- sólo en contadas ocasiones la mujer indígena adquiere protagonismo. Ocurre así con algunos matrimonios entre español e india, generalmente cuando representaba una ventaja considerable para el blanco. Y es que los primeros colonizadores muy pronto tuvieron la aprobación de las autoridades para casarse con nativas. Es el caso, en nuestro territorio, de doña Teresa de Ascencio, hija del cacique de Angaco, que se uniera en matrimonio con el capitán don Juan de Mallea cuando se fundó la ciudad de San Juan. “Fue la primera mujer del valle de Tulum que unió su sangre a la raza blanca”, nos dice Elsa Jascalevich (6). Una historia similar nos llega de los Michilingües, que habitaban el Valle del Chorrillo y el sur de lo que hoy es la ciudad de San Luis. Desde su llegada, los conquistadores establecieron una alianza con un importante cacique llamado Koslay. Su bella hija Arocena, que luego fuera bautizada Juana, se casó con el oficial español Gómez Isleño, el que recibió la merced de las tierras de Río V, hasta el límite con Córdoba. A su vez, Juana fue condecorada con el honroso título de Señora de Primera Clase por una real cédula del rey de España. En la provincia de San Luis hay una importante localidad con el nombre de Juana Koslay, y una hermosa escultura de esta mujer, que se considera antecesora de notables familias puntanas y personajes reconocidos de la historia de esta provincia, como el Coronel Juan Pascual Pringles. No quedaron en las primeras entradas mujeres españolas en los pueblos fundados. Sí las aborígenes peruanas, araucanas y del Alto Perú que venían como compañeras o servidoras de esos hombres. Ellas cumplieron una valiosa función cultural, al armonizar con las de estas tierras su arte del hilado y el tejido y otras técnicas que traían de sus civilizaciones. Fueron estas mujeres – indudablemente numerosas a pesar del manto de silencio que hubo sobre ellas- las que contribuyeron a la vida social y doméstica, al inicio de la actividad económica y a que la vida se perpetuara en estas ciudades que estaban fundando la patria. Aunque casi no podemos identificar a las mujeres originarias, si conocemos los nombres de las tres primeras españolas que pisaron estas tierras, con la entrada de Diego de Rojas en 1543: Catalina de Enciso, María López y Leonor Guzmán. A partir de los intentos en estas últimas décadas de cubrir las oquedades de la historia, varios libros las erigen en protagonistas (7), sobre todo a la primera, compañera de Felipe Gutiérrez, por su vida novelesca. No quedaron a vivir en nuestro territorio, pero de los padecimientos sufridos en la expedición derivamos que deberían ser por lo menos decididas, abnegadas y valientes, pues los testimonios dan cuenta de que realizaron verdaderas hazañas. En Catalina de Enciso reconocemos una función muy propia de las mujeres en todos los tiempos: la de curar, atender heridos y enfermos. Sabemos que fue la que atendió a Diego de Rojas en su terrible padecimiento luego de que fuera herido con una flecha envenenada por los aborígenes y, al parecer, habría seguido a uno de ellos hasta descubrir las hierbas que empleaban como antídoto. A María López parece haberla distinguido su ferviente religiosidad. Desde el comienzo de la expedición se ocupa de preparar el altar para que el padre Francisco Galán, de la Orden de los Comendadores de San Juan, oficie sus misas. Cuando se acaban las hostias que cargaron al partir, ella fabricará nuevas con harina de maíz, nos cuenta Fina Moreno Saravia (1990). Luego de la muerte de Rojas, Francisco de Mendoza queda al mando de la expedición, y en Soconcho, a la orilla del actual río Dulce, funda Medellín. Se trata del primer asentamiento español del Noroeste, erigido con las formalidades de rigor, pero que no perduró. Allí el padre Galán, con especial ayuda de María López, levanta la primera capilla, con su altar y rústicos bancos de algarrobo. En ella se realizará “el primer casamiento ante un altar por Ley de Dios”(8), el de María López con Bernardino de Balboa. Recién cuando el poder estuvo consolidado llegaron las españolas en calidad de esposas, hijas y hermanas. La gran mayoría hoy nos son desconocidas, mujeres anónimas, que tras sus hombres – aunque muchas veces solas- se lanzaron a lo desconocido, al peligro de las lejanas Indias. Allí dejaron huellas, algunas dando carácter heroico a la gesta, y todas asentando las bases de un nuevo mundo, que más que el descubierto sería el creado por ellas, principalmente desde el ámbito de la familia y los hijos. La mujer española que vino a estas tierras tuvo desde un primer momento un papel importante, si se atiende a los objetivos de la colonización de América que, como postulaba Isabel I de Castilla, serían de evangelización y establecimiento de un modelo de familia cristiana, a fin de conformar una sociedad similar a la de la península. La reina hizo suyo el pensamiento de Nebrija (“Su alteza, la lengua es el instrumento del Imperio”) y pensó que este nuevo mundo siempre sería español si hablaba y rezaba en español. La evangelización fue el motor inicial de la empresa, y por ello afirmó que nuestra Santa Fe sería acrecentada y su real señorío ensanchado. Para evangelizar era necesario colonizar, y para ello se promovió la llegada de un número suficiente de mujeres como para instaurar en los nuevos territorios el modo de vida español y lograr que perdurase. En las primeras ciudades fundadas en lo que luego sería la República Argentina, los pocos nombres que toman relieve son los de señoras principales, como Doña María de Torres y Meneses, esposa de Francisco de Aguirre, quien luego de quince años en el nuevo mundo la mandó a traer de su Talavera natal, o doña Catalina de Plasencia, esposa del capitán Juan Gregorio Bazán, camarada de Aguirre en sus campañas. Luego de veinte años sin ver a su marido, esta última atravesó el océano acompañada de su hija, María, el marido de ésta y sus tres nietos. En el camino hacia Santiago del Estero, cerca del pueblo de Purmamarca, murieron en un feroz ataque de los indios el capitán Bazán y su yerno. Las primeras mujeres españolas que se instalaron en la época inaugural de la patria traen “los implementos de la cultura y la técnica europea”, “las telas para vestirse, los libros con qué enseñar, y la semilla o el animal destinados a dar vida a nuevas especies hasta entonces desconocidas en el nuevo mundo”(9).

Los hilos de la trama se entrecruzan

De entre estas mujeres españolas rescatamos algunos casos paradigmáticos con nombre propio, como el de la esposa de Jerónimo Luis de Cabrera, Luisa Martel de los Ríos, “la primera gobernadora que conoció Santiago y le ayudó con eficacia en su labor oficial y pobladora” (10). Abrevando en la Genealogía (11) encontramos datos muy interesantes de esta noble señora, como que fue hija de Gonzalo Martel de la Puente, Señor de Almonaster, Regidor de Panamá, y de doña Francisca Lasso de Mendoza Gutiérrez de Los Ríos. A los catorce años sus padres, trasladados al Cuzco, la casaron con el Capitán conquistador Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, de alrededor de 50 años. Éste había convivido con la Ñusta Isabel Chimpú Ocllo -nieta del último soberano del Tahuantinsuyo Huayna Capac- con la que engendró al que luego sería el famoso escritor Inca Garcilaso, del cual la joven Luisa se convertiría en madrastra. Con el veterano primer esposo Luisa tiene una hija, Blanca de la Vega y Martel, que fallece “en tierna edad”. También fallece el capitán Sebastián, por lo que su joven viuda, a los veinte años, se casa en segundas nupcias con Jerónimo Luis de Cabrera, en la ciudad de Lima, donde residen el primer tiempo y luego en la villa de Ica, fundada por Cabrera en el Perú. Allí irán naciendo sus hijos. En 1571, el Virrey Francisco de Toledo nombra a Jerónimo Luis de Cabrera Gobernador de la provincia del Tucumán, Juríes y Diaguitas, en lugar de Francisco de Aguirre, que había sido encarcelado en Lima por la Inquisición. De este matrimonio principal nos interesa destacar que, en pocas generaciones, su descendencia fue entrecruzándose con la de importantes protagonistas de la conquista y colonización, y en breve tiempo encontramos que las más ilustres personalidades se entroncan en ellos. Así, su hijo Gonzalo Martel de Cabrera se casó con doña María de Garay, hija de Juan de Garay, fundador de Santa Fe y Buenos Aires. De este matrimonio nacería Jerónimo Luis de Cabrera y Garay, el que en 1641 fue nombrado Gobernador del Río de la Plata, en 1646 se trasladó también como Gobernador de Chucuito, en el Perú y finalmente retornó a Tucumán, en 1659, como Gobernador y Capitán General de esa provincia, encargado de liquidar la guerra calchaquí. Este nieto de doña Luisa Martel de los Ríos y Jerónimo Luis de Cabrera contrajo matrimonio con Isabel de Saavedra Becerra, hija de Hernando Arias de Saavedra – Hernandarias-, cuatro veces Gobernador del Río de la Plata. A su vez, otro hijo de la pareja original, Pedro Luis de Cabrera Martel, fue Alguacil Mayor del Santo Oficio entre 1586-1587 y en distintas oportunidades, entre 1592 y 1619, Alcalde en el Cabildo cordobés, Alférez Real, Teniente de Gobernador, Regidor, Mayordomo del Hospital y Procurador General de la ciudad. En Córdoba se casó con Catalina de Villarroel, hija de Diego de Villarroel, fundador de Tucumán. De entre sus diez hijos, nos interesa nombrar a Luisa Martel de los Ríos, que casó con el General Sancho de Paz y Figueroa. Ellos dieron origen a los Paz y Figueroa, distinguida familia de la que desciende la beata Antonia de la Paz y Figueroa– “Mama Antula”, como la nombraban cariñosamente los aborígenes-, una de las personalidades más luminosas de América. El matrimonio será la base para componer el tejido social por medio del parentesco y –consecuentemente- reforzar la posición social de la familia y de los individuos que la constituían. Para los españoles que se establecían en las nuevas tierras, estas redes familiares comenzaron a planificarse en el siglo XVI y se desarrollaron en los siglos siguientes. De esta manera, la extensa e importante descendencia de este matrimonio - de la que solo mencionamos una mínima parte- va a desembocar, en 1816, en Jerónimo Salguero de Cabrera, Diputado por Córdoba al Congreso que declaró la Independencia Argentina en 1816 y casi un siglo después en el presidente argentino José  Figueroa Alcorta.

Un núcleo familiar paradigmático

Si hay un protagonista de esta gesta cuyo accionar de conquistador y colonizador abarca casi medio siglo de trajinar con reconocida intrepidez la mayor cantidad de territorio de América del Sur, desde Panamá hasta el sur de Córdoba, y desde La Serena en Chile, hasta la por fundar Santa Fe, éste es el Capitán Hernán Mexía de Miraval. Este sevillano, que a la edad de dieciocho años llega a las tierras de Tucma, a comienzos de 1550, acompañando a Núñez del Prado quien venía desde el Perú con la orden de “poblar un pueblo”, participará activamente de la fundación de al menos diez ciudades en la región. También cruzará los Andes para traer desde la Serena, en Chile, un sacerdote y las primeras semillas de trigo, cebada, algodón y árboles frutales para la recién fundada Santiago del Estero, y pacificará -combatiendo a los más beligerantes o aliándose con los más pacíficos- a los pueblos indígenas de todo el territorio por él recorrido. Este denodado conquistador y prudente colonizador será el que presentemos como fi gura paradigmática de la constitución de la familia y la procreación de la primera generación de criollos en nuestro país. Ya señalamos que las etapas iniciales de descubrimiento y conquista, por ser años de nomadismo y de inestabilidad, no quedaron mujeres españolas establecidas en la ciudad inaugural. Por otra parte, si bien no desconocemos los numerosos casos de violencia y arrebato de nativas, los pueblos originarios solían ofrecer sus mujeres a los conquistadores en prueba de amistad, lo que contribuyó en algunos lugares a establecer alianzas y una convivencia pacífica. Este parece ser el caso de la india bautizada María cuyo padre, un cacique jurí señor del Mancho, en Santiago del Estero, habría entregado a Hernán Mexía de Miraval allá por 1553. El testamento que medio siglo después hará María del Mancho o María Mexía, como también se la conoce, manifiesta una amorosa relación larga y fructífera de más de quince años (12). De la unión nacerían cuatro hijos: tres mujeres y un varón. Diversos estudios han demostrado de qué manera, en esta etapa marcada por la permisividad, la trasgresión a la normativa moral y legal caracterizó las relaciones de género en la sociedad colonial. La estructura familiar, heredera de la tradición hispánica, se definía por su carácter patriarcal determinante, lo que suponía una extensa red de parentescos dentro de la cual se inscribía una fuerte modalidad de nacimientos fuera del matrimonio. Consecuentemente, a partir de la naturaleza jerárquica de los vínculos, se daban como algo natural las relaciones de servidumbre. Recordemos que la instalación de los europeos en sus avances imperialistas siguió dos modelos: por un lado, el anglosajón, de sustitución étnica y marginación de los aborígenes, y por el otro el español, de apropiación de los recursos y el trabajo, el que implicó una fuerte mestización. A partir del nacimiento de los hijos mestizos, los conquistadores actuaron de diversas maneras, desde legitimándolos ante la Corona, hasta desconociéndolos con absoluta negligencia. Intermedia fue la actitud de Mexía Miraval, que los reconoció formalmente, convirtiéndolos de hijos ilegítimos en naturales, con responsabilidades directas en su crianza (13). De los detalles de la convivencia con la india María muy poco se sabe, aunque del testamento que ésta hiciera se conocen numerosos datos que echan luz sobre aquéllos. Guiándose por sus declaraciones y los documentos de la época, algunas autoras han escrito la historia de María con bastante verosimilitud (14). De esta manera, su fi gura termina apasionándonos, aunque dada la brevedad de este trabajo, no será el caso detenernos más en ella. Sabemos por su declaración que María no hablaba castellano, que era católica y pertenecía a varias cofradías, que el padre de sus hijos le dio un pasar holgado, pues tiene objetos valiosos, animales, indios a su servicio y trajes a la usanza española, que sus hijos y nietos la respetan y que seguramente amaba a Mexía Miraval porque encarga misas para su alma y acepta sumisa la situación de que éste se haya casado con una española. Pero si bien los primeros “hijos de la tierra” fueron fruto de las uniones entre españoles y aborígenes, muchos de ellos reconocidos como hijos legítimos, en el momento de educarlos fueron entregados a las esposas españolas que llegaron poco después. En efecto, en esta historia aparecerá años después la española (aunque tal vez nacida en América) Isabel de Salazar, la tercera no en discordia, sino para este caso en perfecta concordia. Isabel de Salazar había llegado a la capital del Tucumán desde Chile, con la comitiva del conquistador Gaspar de Medina, quien -además de un refuerzo de veintidós soldados para Francisco de Aguirre- traía a su familia (15) y a “nueve doncellas huérfanas con el propósito de casarlas con conquistadores”. Al poco tiempo de su llegada, se casó con Hernán Mexía de Miraval y se trasladaron al Perú a donde llevaron a las dos hijas mayores del conquistador, a fin de casarlas con personajes encumbrados. La joven Isabel es la encargada de españolizar las costumbres y modales de estas mestizas que tendrán entre sus descendencias las familias más encumbradas de Córdoba, entre ellos los Tejeda y los Cámara. De esta otra red familiar, ahora de base mestiza, descenderá el General Román Antonio Deheza (1781-1850), que como su antecesor de la conquista, blandiera su espada durante cincuenta años en pos de la emancipación primero y de la organización nacional después, y contribuyera también a la liberación de Chile y de Perú. A su vez, Isabel tendrá con Mexía Miraval cinco hijos, tres varones y dos mujeres. Una de ellas, Bernardina, casada con Francisco de Argañaraz y Murguía, será cofundadora de la ciudad de Jujuy y colaborará activamente en su sustento. De este matrimonio descenderá, varias generaciones después, Martín Miguel de Güemes, héroe de la independencia y gobernador de Salta. Y serán mujeres españolas como Isabel de Salazar las que, con su silencioso accionar en el seno del hogar, amalgamen esta nueva sociedad hasta lograr que se arraigue en estas tierras. Ellas establecieron modelos para los detalles de la vida cotidiana, como la vestimenta, la gastronomía, el cuidado de los niños. Trasmisoras de la cultura material y doméstica, serán las que implanten aquí el amplio bagaje traído de la península, que comprendía desde las técnicas para la producción de materias primas y manufacturas para abastecer la casa, pasando por las tradiciones, las costumbres y el idioma, hasta las normas morales y los valores sociales y religiosos. Como dato significativo de la valiosa función de la mujer española en estos primeros tiempos, relatemos que el Obispo Fernando de Trejo y Sanabria (segundo Obispo de la Diócesis, después de Victoria), al autorizar en 1604 la fundación de un convento dominicano en Córdoba, impuso la condición de “restaurar” el convento de Santiago del Estero, es decir fundarlo de nuevo en esta ciudad (16). Recién en 1614 se concretó la refundación, con la llegada del padre Hernando Mexía, hijo de Isabel de Salazar, quien le inculcó la fe y tuvo oportunidad de ayudarlo a levantar “el primer convento establecido en territorio argentino”, como lo atestigua Hernandarias, cuando informa al Rey en carta del 4 de agosto de 1615 que Mejía “deja fundado un convento en Santiago del Estero (...) con el favor de su madre y deudos” (17). Se ha establecido que la familia es el sistema primario más poderoso al que pertenece una persona. Y así, el fundamento de esta nueva sociedad que viene a cubrir el espacio inicial de lo que será la República Argentina lo constituirá la familia, desde donde la mujer española y la criolla transmitirán los valores que durante siglos sustenten la vida de la nación.

Los trabajos y los días

“Los Dioses y los hombres odian igualmente al que vive sin hacer nada, semejante a los zánganos, que carecen de aguijón y que, sin trabajar por su cuenta, devoran el trabajo de las abejas.” Hesíodo

Algo más de tres décadas han pasado desde su fundación, y aparte del descomunal esfuerzo de fundar nuevas ciudades, poblarlas y dotarlas de los recursos y estructuras básicas para su defensa y funcionamiento, la capital del Tucumán ha ido tomando la envergadura de “un inmenso taller que utilizaba sus recursos materiales para alcanzar un armónico desarrollo agrario-artesanal autosuficiente” (18). De sus bosques se extraían más de 14.000 arrobas de miel y cera para luminarias, y maderas fuertes con los que se construían carretas, muebles y viviendas. Debido a la bondad del clima, su territorio servía para “la invernada de equinos, mulares y ganado de toda clase”, que se traían a sus campos antes de venderse en las ferias de Salta y el Alto Perú. El algodón, considerado “la plata desta tierra” se empleaba en “la confección de la ropa destinada para la población virreinal. Sus beneficios superaban los 100.000 pesos plata que incluían las industrias del añil y del tejido.” Sin embargo, cuando llegaron los españoles, la tierra no estaba improductiva. La visión de los campos sembrados de maíz y los algodonales fue la razón por la que Francisco de Aguirre denominara a la ciudad fundada “Santiago del Estero, Tierra de Promisión”. Debido a que los suelos estaban fértiles y protegidos por los bosques, se pudo desarrollar una economía agraria, pero también ganadera y de producción de manufacturas. No era solamente de subsistencia, puesto que, mediante el sistema de encomienda, los españoles conseguían excedentes de producción de los aborígenes, lo que llevó a comerciar con Potosí y a la vez obtener productos importados. Esto permitió que la vida en ese poblado precario, tan `a lo indio´, fuera españolizándose, pues sus chozas de barro y madera de los bosques nativos, se iban “vistiendo por dentro con alfombras, tapices, espejos, cuadros e imágenes religiosas, arcones, instrumentos musicales, muebles, platería.” (19). A este bienestar material se agregan consecuentemente las inquietudes culturales, que van desde la instalación de las primeras bibliotecas a partir de 1578, a la presencia en estas tierras de tres poetas de reconocido prestigio. En efecto, Mateo Rojas de Oquendo llega acompañando al gobernador Ramírez de Velasco, participa de la fundación de La Rioja, en 1591, y es encomendero de indios en Santiago del Estero, donde escribe un poema hoy perdido titulado “El Famatina”, con una “descripción, conquista y allanamiento” de la región. El otro es Martín del Barco Centenera, que participó como protagonista en la fundación de Jujuy (1561) y vivió un tiempo en Santiago del Estero (1581), cuyo extenso poema Argentina y Conquista del Río de la Plata y Tucumán y otros sucesos del Perú es el primer antecedente del nombre de nuestro país, que él llama “el argentino reino”. El tercero será Ruy Díaz de Guzmán, considerado el primer escritor, narrador y cronista criollo nacido en el Río de la Plata (20), que entre 1606 y 1607 fue Tesorero de la Real Hacienda en Santiago del Estero, luego de participar en la fundación de la ciudad de Salta, en 1582. Coincidentemente, su poema que comprende una crónica de la conquista del Paraguay y del Río de la Plata, se titula también La Argentina. Y si de manifestaciones culturales se trata, no podemos dejar de mencionar a doña Ana de Córdoba, que desde 1575 organizaba tertulias sociales animadas por su talento y su cultura” (21), y que por tener una de las mejores casas de la ciudad, alojó en ella al Obispo Victoria en los primeros tiempos de su Vicaría. A partir de 1580, con la fundación de Buenos Aires, los asentamientos hispanos irán conformando un arco entre el Alto Perú y el Río de la Plata. En el primero, Potosí con la explotación de sus minas de plata dominaba la economía de la región; en el último, se comerciaba y se recaudaba de la aduana (y del contrabando, agregamos). Serán las ciudades que permanecen en el medio las que produzcan y desarrollen industrias, lo que hará decir a Mariquita Sánchez de Thompson: “En las provincias había industrias; en Buenos Aires, ninguna” (22). Destaquemos que los obrajes textiles establecidos por el Obispo Victoria lograron en muy poco tiempo que su producción fuera una de las principales actividades económicas, tan cuantiosa que el primer cargamento que partió para su exportación al Brasil ocupaba treinta carretas. Llamados también obrajes de paños, pasaron a ser después de la conquista la forma productiva del territorio ocupado, como una variante del sistema de encomiendas, a manera de recompensa que se le otorgaba al conquistador, quien se comprometía a convertir al cristianismo a los aborígenes a su cargo. Eran verdaderas fábricas, que alrededor de 1585 abastecían a la colonia de ropa, calcetas, frazadas, sobrecamas, sombreros, cinchas, aparejos y hasta trigo y maíz.

La trama del mestizaje
Recordemos que, a la llegada de los españoles, el arte textil estaba muy desarrollado, pues algunas piezas de cerámica encontradas en estos territorios determinaron su existencia ya en el siglo X. Se trata de unos pequeños discos llamados torteros o muyunas, usados como contrapeso del huso de hilar, aparecidos junto a unos instrumentos de hueso que servían para ajustar la trama del tejido. Los arqueólogos admiten un auge de la industria textil durante esa época, no solo en el área del río Dulce, sino también en las poblaciones cercanas al Salado. El tejido había sido la principal y hasta sagrada actividad de las mujeres entre los incas, y el tejido seguirá siendo por siglos la actividad central de millares de aborígenes en este territorio inicial de la Argentina. De nuestros ancestros indios quedará en Santiago del Estero, “cuna de la tradición”, y en todo el Noroeste argentino, el rústico telar que hoy usan nuestras teleras, apoyado en dos horcones clavados en la tierra. En él tejerán con hilos del algodón, alpaca o vicuña, originarios de estas regiones, o de lana de las ovejas que alguna vez trajeron los españoles, tan naturalizadas ya y asimiladas a nuestra cultura. Y del telar saldrán los ponchos, esa prenda que comenzaron usando los indios (23), continuaron los criollos, y que representó y representa a los gauchos y hoy es símbolo de argentinidad en todos los ámbitos. Con los trabajos de hombres y mujeres y el pasar de los días fecundos, se dio en esta urdimbre de lo que sería el tejido de la patria, una dialéctica de la reciprocidad, pues factores relevantes de las culturas aborígenes se integraron con los hispánicos, y se conformó una nueva forma de vida: la criolla de base mestiza y afianzada a la tierra. Así, en un primer momento la mujer indígena, al unirse a estos conquistadores que habían llegado solos les proporcionó aliados, intérpretes y cuidado personal. Luego serán ellas las servidoras, amas y niñeras de las primeras generaciones de criollos (24), que con el trato diario y en la temprana edad, pasaron a ser las mediadoras entre ambas culturas. A su vez, la mujer indígena será algunas veces agente de cambio entre los suyos -como en la implantación de la religión católica que asumieron fervientemente-, y otras –especialmente las campesinas- de resistencia a lo hispánico. Este es el caso principal de la supervivencia de la lengua quechua – `la quichua´- hoy hablada únicamente en Santiago del Estero. Y de estas cosmovisiones que se entrecruzan en la trama de la identidad van a derivar nuestras fi estas populares –la Pachamama, San Esteban, San Gil y tantas otras- el complejo culto de los muertos, los mitos y creencias que perduran como el de la Salamanca, todo lo cual nos remite a un sincretismo entre lo cristiano y lo pagano. Siguiendo con nuestro enfoque de la vida cotidiana, en la que la mujer juega un rol primordial, atendamos a la alimentación, con sus dos núcleos encontrados: el maíz originario y el trigo llegado de Europa. Sabemos que el maíz, junto con la algarroba, son los dos grandes alimentos de los pueblos originarios del noroeste argentino. Los españoles, desconocedores de las ventajas del maíz para la alimentación humana, desde un primer momento intentaron sembrar trigo, al que estaban acostumbrados Por otra parte, el trigo y los cultivos europeos tuvieron muy baja repercusión dentro de la alimentación de los nativos, especialmente por el gran poder simbólico en su cosmogonía religiosa, donde el maíz era objeto de rituales y ceremonias. Paralelamente, el trigo representaba para los españoles el ingrediente básico del pan, fundamental en la mesa de los españoles y relacionado con la fe católica. Sin embargo, con el paso de los tiempos la harina de trigo ha perdido hoy toda connotación de hispanidad y resulta elemento primordial de la alimentación en casi todo el territorio argentino, al punto de que con ella se preparan los platos típicamente regionales, como las empanadas, las tortas fritas, chipacos, moroncitos, para no hablar de los reconocidos alfajores regionales.

La tierra como soporte

En todo proceso de construcción social de identidad, el territorio constituye una categoría central, en cuanto soporte material y a la vez entorno ambiental. Este marco y a la vez piso de sostén, es asociado a la madre tierra -la Pachamama- en las culturas originarias, al concebirse como un segundo seno que nutre, madre común de sus moradores. A la vez, el paisaje configura, de alguna forma, aspectos básicos de la cultura -recordemos su sentido etimológico de cultivar- local. Desde un comienzo, los conquistadores debieron adaptarse a las características del territorio y aprender a valerse de la novedad que contenía. Por estas razones, muy pronto aprendieron a confeccionarse “zapatos de la tierra”, a valerse de las “ovejas de la tierra”, como llamaban a la llama, a comercializar en la “moneda de la tierra”, que eran los textiles de algodón, la “plata desta tierra” y a acostumbrase a convivir con los hijos mestizos que habían engendrado: los “mestizos de la tierra”, o más significativamente los “hijos de la tierra”. Y, literalmente, hicieron sus viviendas de tierra, al adoptar el adobe de los aborígenes, es decir el ladrillo de barro. La tierra y todo lo que ella implica irá configurando una nueva identidad común, y aunque los primeros españoles sentían la falta de los elementos que conformaban el modo hispánico de vida, muy pronto las generaciones siguientes de mestizos y criollos consideraron que naturalmente formaban parte de ella. Así, los nuevos santiagueños, mendocinos, sanjuaninos, tucumanos, cordobeses, santafesinos, bonaerenses, salteños, correntinos, riojanos, jujeños, puntanos -por hacer referencia solo a las ciudades fundadas en los primeros cincuenta años- sintieron su arraigo definitivo, empezaron a amar su terruño y a tratar de engrandecerlo. En la historia que nos acostumbraron a leer no entra el accionar del pueblo sino de sus conductores; tampoco el de los soldados, sino el de los generales; apenas se nombran acontecimientos de los pueblos originarios, y se ocultan los de negros y mestizos. Sin embargo, si hubiera faltado alguno de estos elementos determinantes, hoy la realidad del país no sería la misma.

1) Urdimbre. f. Conjunto de hilos que se colocan en el telar paralelamente unos a otros para formar una tela. (DRAE)
2) “El quichua de Catamarca y La Rioja”, por: Ricardo L. J. Nardi, consultado en: http://www.adilq.com.ar/Nardi-CLR-05.html , el 17-10-09.
3) GÁLVEZ, Lucía (1990). Mujeres de la conquista. Buenos Aires: Planeta, 23.
4) Idem.
5) MOYANO ALIAGA, Alejandro (1990). Los fundadores de Córdoba: su origen y radicación en el medio. Córdoba: Instituto de Estudios Históricos Roberto Levillier.
6) JASCALEVICH, Elsa (noviembre 1971) “Las mujeres argentinas” en Todo es historia nº 55.
7) Consecuentes con nuestro intento de rescatar lo que queda `al margen´ de esa centralidad que desatiende lo que no está en el ámbito de su miope mirada, destacamos dos libros de escritores santiagueños: Historia de mujeres (1990), de Fina Moreno Saravia y Casas enterradas (1997, Faja de honor de la SADE, de Carlos Manuel Fernández Loza.
8) MORENO SARAVIA, Fina (1990). Historia de mujeres. Edic. de la autora, 15.
9) ALÉN LASCANO, Luis C. (2006), 59.
10) ALÉN LASCANO, Luis C. (2006), 61.
11) IBARGUREN AGUIRRE, Carlos F. Los Antepasados, A lo largo y más allá de la
Historia Argentina. Trabajo inédito, consultado en http://genealogiafamiliar.com/ getperson.php?personID=I10395&tree=BVCZ) el 14-10-09.
12) Del análisis de variados documentos inferimos este lapso, puesto que Isabel de Salazar, la que será luego legítima esposa del Capitán, llega a Santiago del Estero en 1566. Además, inmediatamente a la boda, el matrimonio se lleva las hijas mestizas para casarlas en el Perú.
13) Recordemos que en el título anterior ya vimos una situación similar con el Capitán Garcilaso de la Vega – primer esposo de Luisa Martel de los Ríos, que previamente conviviera con una ñusta inca- y su famoso hijo homónimo, autor de los Comentarios reales.
14) Además de las ya mencionada Mujeres de la conquista de Lucía Gálvez e Historia de mujeres de Fina Moreno Saravia, encontramos El perfume del amor (1994), de la salteña Zulema Usandivaras, donde recrea la historia en el cuento “La india jurí”.
15) Resultará significativo recalcar el hecho de que la esposa de Medina, Catalina de Castro, era hija del Capitán Garcí Díaz de Castro, Tesorero de la Real Hacienda de Chile, y de Barbóla Coya “sobrina del Rey Inga del Pirú”. Otra mestiza, aunque con sangre real.
16) “Historia de la Casa Santa Inés de Montepulciano, Santiago del Estero”, por Fr. Rubén González OP, en: http://www.op.org.ar/convento_santiago_01.php, consultado el 15-10-09.
17) Idem.
18) ALÉN LASCANO, Luis C. (2006), 13.
19) GÁLVEZ, Lucía. “Santiago, madre de ciudades”, en La Nación, 25-07-03.
20) Relacionado con lo tratado en títulos anteriores, resultará significativo señalar que Díaz de Guzmán nació en Asunción, hijo del capitán Alonso Riquelme de Guzmán y de Úrsula, una de las hijas mestizas de Irala.
21) ALÉN LASCANO, Luis C. (2006), 60.
22) O´DONNELL, Pacho. La historia que no nos contaron EL REY BLANCO, consultado el 18-10-09 en http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20REY%20BLANCO%20parte%20VIII.htm
23)  Al parecer, la primera vez que se registra la palabra poncho en nuestro país sería en San Luis, alrededor de 1600, cuando en un documento se consigna la presencia de tres tipos de vestidos entre los indios: “la camiseta, la manta y el poncho”.
24) Recordemos la niñera india de San Martín, Juana Cristaldo - más allá de las especulaciones de que sería su madre-, de quien doña Gregoria recordaba que lo consentía demasiado.

* Publicado en Producción Académica 2011, Santiago del Estero, Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, 2012.
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