sábado, 7 de septiembre de 2013

YPF ¿YRIGOYEN, PERÓN, FERNÁNDEZ?

Hipólito Yrigoyen.



Por Roberto Azaretto*

 

Entre tantas tonterías y disparates que se dijeron con la confiscación de las acciones de Repsol, alguno asoció la sigla tradicional con tres presuntos promotores de YPF, en coincidencia con las iniciales de sus apellidos. Una falacia, otro mito nacional, el relato escondiendo la realidad.           

            Hay una historia del petróleo argentino vinculada al capital nacional que se remonta a mediados del siglo XIX y una historia del petróleo estatal que se inicia el 14 de diciembre de 1907, cuando el presidente Figueroa Alcorta, al enterarse del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, establece por decreto una reserva para el Estado de doscientas mil hectáreas alrededor del pozo.    

             No fue casual el descubrimiento. Al principio de la década, el presidente Roca crea la Dirección de Minas, Hidrología y Geología. El descubrimiento es fruto de un programa de exploración de búsqueda de agua y petróleo.             

Con la Y de Yrigoyen           

             En 1916 el presidente Yrigoyen llega al poder y disuelve el Directorio, que había nombrado Roque Sáenz Peña. Alejados sus integrantes, la burocracia del ministerio queda a cargo. Hay ineficacia y corrupción, que Mosconi citará en sus escritos.

             Siendo el general Mosconi responsable de los aviones del ejército, en 1919 no consigue adquirir nafta sin pagar al contado a la Standard Oil. Informado Yrigoyen, tres años después crea la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, semanas antes de concluir su   mandato.

             Alvear asume el 12 de octubre la presidencia de la Nación y nombra siete días después a Mosconi como titular de YPF. En su gestión se construye la destilería de la Plata y se instala una red de surtidores de nafta en Buenos Aires. Las utilidades se reinvierten en la empresa. El modelo que propone el después general Mosconi es el inglés, que impulsara Winston Churchill siendo primer Lord del Almirantazgo: una empresa mixta con fuerte participación, en ese caso de la Armada en el capital, pero de gestión totalmente privada.            

             Cuando regresa al poder Yrigoyen, el general Mosconi renuncia, no concuerda con el caudillo en su manera de gestionar ni en la cuestión petrolera. Pero ante la insistencia presidencial sigue al frente de la empresa aunque renuncia tres veces más.

             Mosconi, si bien ahora acepta una empresa monopólica, mantiene el criterio que la misma debe ser mixta y con el gobierno fuera de la gestión. También se opone a la expropiación de las empresas privadas existentes y que producían la mitad del combustible porque resta recursos a la capitalización de YPF. Además no acepta los precios políticos y los obstáculos para formar una red de estaciones de servicio con concesionarios privados.      

             Es Alvear con la colaboración de Mosconi, el presidente radical que fortalece a YPF y no Yrigoyen.                      

Con la P de Perón             

             Si bien durante la primera presidencia del general Perón se nacionalizan y estatizan los recursos mineros y energéticos, la posición personal de Perón en materia petrolera es ambigua según Nicolás Galano, economista que investigó minuciosamente la cuestión petrolera publicando un libro de más de setecientas páginas (“Historia del Petróleo en la Argentina”). Arturo Frondizi denuncia en 1947 un acuerdo secreto con la Standard Oil por el cual ésta perfora cuarenta pozos para YPF.      

              La empresa estatal se descapitaliza por el esfuerzo realizado en la Segunda Guerra Mundial y la falta de equipamiento por el bloqueo impuesto por Estados Unidos ante las veleidades nazis de la dictadura militar de esos años. Luego los precios políticos a los combustibles y el desplazamiento de técnicos y profesionales por partidismo, van disminuyendo la capacidad de YPF. Simultáneamente al crecer el consumo, la importación de combustibles llega al 30% del total de las importaciones, provocando escasez de divisas para el desarrollo   nacional.

              Como resultado de este proceso en 1953, en su segunda presidencia, el general Perón firma el contrato con la Standard Oil de California dándole en concesión gran parte de la provincia de Santa Cruz. Este convenio no estaba ratificado en el Congreso al momento del derrocamiento del fundador del peronismo.      

              En el exilio venezolano Perón escribe su libro: “La fuerza es el derecho de las bestias” donde destaca que en ese país ha comprobado las ventajas de las concesiones al capital extranjero para producir petróleo. Escribe Perón: “Creo que YPF no tiene capacidad organizativa, no tiene capacidad técnica, no tiene capacidad económica para autoabastecer a la Argentina de petróleo”.              

Con la F de Fernández                    

               Cristina Fernández y su marido apoyaron la escandalosa venta de YPF a Repsol, una empresa española de menor importancia y sin experiencia en la exploración y extracción de petróleo. Al poco tiempo del inicio del gobierno kirchnerista, se levantaron voces advirtiendo sobre la caída de la producción, la necesidad de construir una tercera destilería y de invertir en generación eléctrica.

               Se fundó la empresa estatal Enarsa para explorar el mar argentino. No concretaron un solo pozo en diez años.      

               Regalaron a la familia Eskenazi el 25% de las acciones a pagar con las utilidades de la empresa. Esto más los precios políticos, restaron fondos para invertir en exploración y extracción del            petróleo.

                Insultaron y ningunearon a los 8 secretarios de Energía de la democracia, radicales y peronistas, que advirtieron, hace 5 años, sobre la falta de inversión y sus consecuencias. Frente al relato fantasioso recobra vigencia la frase de Perón: “La única verdad es la realidad”. La realidad es la crisis del sector externo ante la necesidad de importar doce mil millones de dólares en combustibles. La realidad en la historia es que la misma se ha falseado por el partidismo y los prejuicios.   

                 La historia indica que el presidente que más hizo por la YPF estatal fue el ingeniero civil y general Agustín P. Justo, presidente de la Nación entre 1932 a 1938. Contó con la colaboración de su ministro de agricultura, Antonio Di Tomaso y el presidente de la empresa hasta el golpe fascista de 1943, el ingeniero Ricardo Silveyra. Eso y el papel del gobernador Rodolfo Corominas Segura y su sucesor Adolfo Vicchi, serán motivo de otra nota.


* Los Andes, Mendoza, 9 de junio de 2012.

lunes, 22 de julio de 2013

QUESADA Y SU MÉTODO HISTÓRICO-HERMENÉUTICO

Ernesto Quesada.




Por Alberto Buela



Cuando Ernesto Quesada (1858-1934) publica en 1893 su pequeño libro La Decapitación de Acha: El historiador Saldías y el General Pacheco y  continúa luego con una serie de monografías publicadas en los folletines del diario El Tiempo(en junio y julio de 1896); en la revista La Quincena de 1897 y en la Revista Nacional (1896), y en 1898 La Época de Rosas, no pensó que iba a producir el cambio metodológico más significativo en la ciencias del espíritu en esta parte del mundo.
Todos estos trabajos, junto a otros, fueron reunidos en una sola obra titulada La Epoca de Rosas publicada en una primera edición de 1926, que consta de cinco volúmenes: Lamadrid y la liga del norte (1840), el primero; Lavalle y la batalla de Quebracho Herrado, después; Pacheco y la campaña de Cuyo (1841), el tercero; Acha y la batalla de Angaco y el quinto Los Unitarios y la traición a la patria.
Como en el ordenamiento de estos volúmenes se siguió un criterio cronológico, el opúsculo sobre la época de Rosas que presta el título a la obra se encuentra incluido en este último volumen. Y su introducción, que es a todos los tomos, se colocó aquí, al final y no al principio como podría esperarse. Quesada lo explica. El primer volumen en editarse fue el quinto y no el primero. Lo más probable es que el editor haya hecho prevalecer su criterio comercial pensando que se podría vender más y mejor una obra con el título de Rosas que una sobre Lamadrid, Lavalle, Pacheco o Acha. Así comprando el primer volumen quedaban enganchados los futuros compradores de los otros.
Lo cierto es que en la Introducción a la Epoca de Rosas  es en el único lugar donde Quesada habla de los instrumentos teóricos y metodológicos de que se valió para su tarea, que en este caso se desarrolla en el domino histórico.
En un trabajo titulado Historia y Memoria nacional, comunicación al primer Congreso europeo de latinoamericanistas (Salamanca, junio 1996) sosteníamos: “La historia revisionista, como su nombre lo indica, es la que revisa la historia oficial, transformándose en su contrapartida.
Esta corriente se inicia con la reivindicación de la figura de Juan Manuel de Rosas y tiene como antecedentes a Manuel Bilbao y su “Historia de Rosas”(1872) y a Adolfo Saldías con “Historia de la Confederación Argentina”(1892). Pero el revisionismo como corriente historiográfica nace con el trabajo de Ernesto Quesada “La época de Rosas”(1898), que es cuando por primera vez se denunció la necesidad de superar el método lineal-positivista de la historiografía liberal. Tanto Bilbao como Saldías tienen un propósito reivindicatorio, pero su método histórico es el liberal, pues “ninguno de los dos consiguió desaferrarse de la sujeción estricta a la letra escrita”(1), en cambio Quesada establece la diferencia metodológica entre la explicación liberal-positivista y la comprensión histórico -hermenéutica. De modo que el aporte de la corriente revisionista no se agota en lo reivindicativo sino que se extiende a lo metodológico”(2).
En este trabajo buscaremos fundamentar esta afirmación. En primer lugar cabe destacar que la Introducción y los capítulos I y II, fueron escritos entre 1896 y 1897, época temprana en el desarrollo intelectual de Quesada, habida cuenta que hasta entonces solo había trabajado sobre una sola monografía histórica (La decapitación de Acha) y, sí, varios temas de derecho (Sobre quiebras, Unificación de la deuda Argentina, Impuesto a la renta, La cuestión social y la Iglesia, Derecho de gracia), pues su título era de abogado.
La segunda época de Quesada se inaugura con el descubrimiento del controvertido pensador Oswald Spengler(1880-1936) autor de la renombrada, en su época,  Decadencia de Occidente (1918-1922) que como hace notar Horacio Cagni “ Aún no había aparecido el tomo II de la Decadencia cuando el Dr. Ernesto Quesada, antes que en ningún otro lugar del mundo fuera de Alemania, dedicaba el entero año 1921 a la “sociología relativista spengleriana”, cuarenta y cuatro conferencias dictadas en su cátedra de las Universidades de Buenos Aires y La Plata”(3).
 Y a partir de este momento los trabajos sobre el pensador alemán ocupan todo su interés intelectual: La sociología relativista  spengleriana(1921); La nueva doctrina sociológica (1922); La evolución sociológica del derecho según la doctrina spengleriana(1923); La evolución del derecho público según la doctrina spengleriana(1924); Spengler en el movimiento intelectual contemporáneo(1926).
Volviendo a nuestro tema, Ernesto Quesada comienza su Introducción afirmando: “La época más oscura y compleja de la historia argentina es, sin duda, la de Rosas”. El estudio de esta época lo apasiona en razón misma de los obstáculos que hay que vencer: a) avalancha de escritos de todas formas y lugares de parte de los unitarios enemigos de Rosas, y b) y solo la escueta información oficial del gobierno de Rosas.
Su lema es entonces el festina lente que aconsejaban los antepasados. Esto es, “apresurar con calma”, o “presuroso con circunspección”. En una palabra, obrar con máxima prudencia pero actuar rápido.
Y viene acá el meollo de su método: “ publicar fragmentariamente el resultado de la investigación en tal o cual punto o faz de la cuestión (festina), procurando así provocar la rectificación, aclaración o complemento eventual (lente), por parte de cualquiera de los que tengan posibilidad de hacerlo. Sea por conservar vivaces aún los recuerdos de cerca de un siglo entero, sea por poseer papeles o documentos que puedan arrojar vivísima luz sobre lo que parece, a primera vista, inexplicable”.
No es necesario ser un genio para darse cuenta que este método, el festina lente, al exigir la descripción del fenómeno (publicar fragmentariamente el resultado) y  reclamar la verificación intersubjetiva (provocar la rectificación o aclaración) de la investigación realizada, está más cerca del método fenomenológico de Husserl y del historicismo de Dilthey, que del positivismo de Comte o Spencer.
El estudio de la historia deja de tener por objeto formular leyes y preveer el futuro sino que busca comprender las intencionalidades que produjeron los hechos a través de un análisis de los vínculos de significación. Los historiadores a partir de Quesada buscaran hallar “las conexiones intencionales (significativas) teleológicas”, en lograda expresión de Franz Brentano y que incansablemente repitiera Pérez Amuchástegui desde su  cátedra de Introducción a la historia en la Universidad de Buenos Aires.     
Ya no es como en Saldías o Bilbao el método de “sujeción estricta a la letra escrita del documento”, según la sagaz observación del mencionado Amuchástegui.
Quesada le agrega y exige la hermenéutica, la interpretación intersubjetiva del documento, el descubrimiento de la intencionalidad.
Y es sabido que la hemenéutica, la ciencia de la interpretación, tiene por objeto vincular la comprensión y la explicación. En la comprensión se estudia el sentido del fenómeno estudiado y con la explicación se estudia la referencia al contexto.
Así Quesada busca una comprensión, en este caso la época de Rosas, sin perder la referencia, esto es, el contexto de la época. Intenta una representación plena; unir en un solo acto comprensión y explicación; sentido y referencia; intencionalidad y contexto.
Buscando la referencia del fenómeno (la época de Rosas) Quesada comienza por desmitificar las mentiras a designio de Sarmiento quien, “con el soberbio dogmatismo que lo caracterizó y tras el cual ocultaba magistralmente el vacío, a veces profundo, de su educación autodidacta y enemiga de las investigaciones profundas”, popularizó el error de sostener que el federalismo argentino fue implantado artificialmente por espíritu de imitación de Estados Unidos.
Por el contrario la génesis de la federación argentina está en la herencia de la confederación de los reinos españoles, de Castilla, Aragón, Navarra y la región vascongada con su legislación peculiar, sus fueros y sus ayuntamientos más o menos autónomos. Ello es lo que constituyó el régimen de la monarquía histórica.
La idea federativa entendida como la unión de entidades de soberanía limitada, con cabildos autónomos es la idea madre de la federación. Y esto es español por lo cuatro costados.
Y observa Quesada, agudamente: “lo nuevo, lo moderno, fue el nombre, porque federal, federación, confederación. No eran vocablos coloniales”.
El rey a pesar de ser absoluto y representar el poder supremo no absorbió ni centralizó la administración, que por los fueros, quedó en los reinos y en las comunas.
La sociedad colonial del Río de La Plata heredó del español su defensa de la descentralización administrativa que fue la base de los fueros.
El organismo colonial argentino, que no es el del Chile que por su configuración geográfica fue desde siempre una gobernación centralizada como capitanía, gira alrededor de la intendencias (el virreinato tuvo ocho) que tienen influencia regionales, y al calor de los cabildos con influencia local. “La idea federal estaba en la vida colonial por la naturaleza de las cosas”.
En cuanto al sentido del fenómeno (la época de Rosas) Quesada lo encuentra en la acción que durante 25 años de gobierno, deshizo el caudillaje, sofrenó los partidos, nacionalizó el país y cimentó el respeto a la autoridad central.
Conviene recordar que Rosas surge como consecuencia que al regreso de Brasil dos generales –Lavalle y Paz- cometen la acción incalificable de sublevarlo (al ejercito) y hacerlo servir a sus miras políticas. Lavalle toma Buenos Aires y fusila a Dorrego y Paz asalta Córdoba. La indignación fue tan profunda que el país entero se puso de pie. Rosas en Buenos Aires expulsa a Lavalle, López en Santa Fe captura a Paz  y Quiroga en Cuyo destroza a Lamadrid.
Rosas, caudillo como los otros,  comienza paciente y afanosamente a apaciguar primero y a dominar después a los otros caudillos y a acostumbrarlos “al principio de acatamiento de la entidad moral que se llamó Confederación argentina, e imponiéndoles al fin la preeminencia del gobierno nacional” .  La inquebrantable firmeza en medio de un período terrible con invasiones constantes de los unitarios y guerras con naciones más poderosas, sin recursos y luchando con todo género de inconvenientes internos y externos, hicieron que el sentido de su época fuera el de la consolidación nacional.
En este trabajo de hermenéutica histórica que realiza Ernesto Quesada queda por último el juicio valorativo, en este caso del historiador. “El error de Rosas fue creer que el régimen confederado era el ideal porque dejaba así a muchas provincias entregadas a la cuasi barbarie, y expuesta la estabilidad nacional a la inconsistencia. Su  política solo habría podido realizarse con un régimen de federación que imposibilitara a las provincias para considerarse republiquetas y que diera cohesión al país”.  Esto hubiera evitado la segregación de las provincias bolivianas, del Uruguay y del Paraguay. En Rosas está aun vigente el ideario de restauración del viejo Virreinato del Río de La Plata y es por ello que entiende la unidad como Confederación y no como Federación.

Notas:

1.- Pérez Amuchástegui, Antonio: Federalismo e historiografía, Revista de la Escuela de Defensa Nacional N°13, p.21, Buenos Aires (sin fecha, circa 1973).
2.- Publicado luego en el libro Ensayos de Disenso, Ed. Nueva República, Barcelona, 1999, p.163.-
3.- Cagni, Horacio: Miradas cruzadas: Spengler en Iberoamérica, Buenos Aires, edición en Internet, 2003, p. 2.-

jueves, 6 de junio de 2013

REVISTA SEMESTRAL IHS ANTIGUOS JESUITAS EN IBEROAMÉRICA



La Revista IHS es una publicación semestral del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) Argentina. Aparece simultáneamente con la próxima conmemoración del bicentenario del restablecimiento de la Compañía de Jesús al mundo católico. Posee un formato on-line de acceso sin restricciones a todo su contenido desde el momento de su publicación. Cuenta con las secciones ArtículosNotas y ComunicacionesReseñas bibliográficas y Documentos históricos. Se propone publicar investigaciones originales que contribuyan al conocimiento, fomenten el debate entre investigadores y recojan variadas corrientes historiográficas. Las temáticas están abiertas a diversos aspectos de la historia de la Compañía de Jesús, abarcando el periodo comprendido entre la Fundación (1540) y la Restauración (1814) dentro del ámbito geográfico Iberoamericano.


AVISOS

CONVOCATORIA A PUBLICACION DE TRABAJOS INEDITOS EN LAS CUATRO SECCIONES DE LA REVISTA


IHS, Antiguos jesuitas en Iberoamérica invita a especialistas en la temática de la revista a enviar contribuciones para su próximo número hasta el 15 de julio de 2013.

domingo, 28 de abril de 2013

"EL REVISIONISMO ACTUAL NO REVISA EL PASADO: PRETENDE REESCRIBIRLO A SU MEDIDA"

Manuel Dorrego.

Por Fabián Bosoer


El buen conocimiento de la historia rechaza el estereotipo y la simplificación. Tampoco concibe la existencia de “una” verdad histórica sino aproximaciones a ésta a partir del cúmulo de estudios e investigaciones serias, honestas y rigurosas que aportan riqueza, desde los más diversos registros y perspectivas, a esa policromía de miradas sobre nuestro pasado. Son premisas básicas y evidentes pero se hace necesario recordarlas cada vez que se pretende establecer una historia oficial, con sus cánones de discusión, sus temáticas y relatos, sus consagrados y condenados, además de sus funcionarios vigilantes, mientras se desconoce o desdeña la rica producción historiográfica que se ha producido y se produce en nuestro país. En esos “combates por la historia”, de carácter ético antes que ideológico, interviene Marcela Ternavasio desde su lugar de historiadora de la UBA, profesora de la Universidad Nacional de Rosario e investigadora del CONICET. Es profesora titular de Historia Argentina en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR y autora, entre otros, de los libros Gobernar la revolución, 1810-1816; La correspondencia de Juan Manuel de Rosas y La revolución del voto, 1810-1852. Dirigió un volumen sobre Historia de la Provincia de Buenos Aires que acaba de publicar Edhasa.

¿El peso de la provincia de Buenos Aires en la política nacional es consecuencia del modo en que se organizó nuestro país?

Hay una gran identificación -y confusión- entre la historia de la Nación argentina y la de la provincia de Buenos Aires, como si se hubiera tratado de un mismo y único proceso. Esto está sostenido por ciertos lugares comunes muy difundidos, entre ellos el del centralismo porteño, cuando en realidad esa relación entre la construcción de la provincia de Buenos Aires y la del Estado nación fue muy conflictiva, cruzada y surcada por muchas tensiones. Esto se revela ya en las primeras décadas del siglo XIX, cuando la provincia se constituye como un Estado autónomo independiente, como el resto de las Provincias Unidas. El punto clave es que estaban desunidas, pero eso no significa que, en esa autonomía de cada una de las provincias, no haya existido una vocación por construir una unidad mayor.

¿Qué es lo que impidió esa construcción confederal? 

Si no se concreta antes, en gran parte, es precisamente porque lo que estaba en juego era cuál iba a ser el papel de Buenos Aires. Buenos Aires fue siempre la provincia más autónoma, la que impuso las reglas y los criterios para definir qué parte debía tener en ese Estado nacional. Entre otras cosas, porque era la provincia que podía sobrevivir como un Estado autónomo, porque tenía una geografía muy favorable y su autonomía le permitía tener, entre otras cosas, el puerto de ultramar, las condiciones para lanzarse a una expansión productiva, con sus tierras, el ganado y su inserción en el mercado internacional; porque tenía un capital cultural, una ciudad abierta al mundo y a las nuevas ideas; porque tenía las condiciones políticas para hacerlo. Esto le permite a Buenos Aires, desde 1820 en adelante, ocupar un papel central en ese proceso y, a la vez, poder darse el lujo de establecer las pautas para la futura organización nacional. 

¿Entonces triunfa el centralismo bonaerense? 

La relación entre centralismo y provincia de Buenos Aires es complicada. De hecho, es el mismo partido unitario, centralista, el que en 1825 propone una ley de capitalización, donde le cercena a la provincia una franja mucho más amplia que la que se le quita en 1880, cuando se da la federalización de Buenos Aires, que iba de San Fernando a Ensenada. Básicamente son las provincias las que se van a oponer a esta ley de capitalización, por la cual después van a luchar hasta 1880. Uno podría decir, casi provocativamente, que la construcción del Estado nación se hizo “contra Buenos Aires” y culminó con una guerra, en 1880, para lograr imponer esa federalización. 

¿Ni los unitarios eran tan centralistas ni los federales tan federalistas? 

Estas luchas se van fraguando con modulaciones y ondulaciones entre el 1820 y el 1880, pero lo que efectivamente dividió aguas, en la primera mitad del siglo XIX, es la cuestión del federalismo y el centralismo. Un centralismo que adopta el nombre de “unitarismo” recién en el tercer congreso constituyente de 1824. Allí, lo que dejan como herencia la crisis de la monarquía y la primera década revolucionaria, es precisamente cómo dirimir la distribución de poder y las futuras formas de gobierno. Es decir, ¿cuál va a ser el nuevo sujeto de imputación de la soberanía? ¿Una nación única e indivisible de carácter centralista o un Estado que adoptase una forma de gobierno federal? Este federalismo es una reivindicación de los pueblos, ciudades, luego provincias, que disputan un lugar en esa organización, con ciertas autonomías y poderes, y si fracasaron los tres primeros congresos constituyentes fue, en gran parte, por esta disputa. 

¿Es Rosas quien divide las aguas? 

Precisamente, a partir de 1829, cuando asume Juan Manuel De Rosas su primer gobierno en la provincia de Buenos Aires, se advierte un deslizamiento del uso político de los vocablos “unitario” y “federal”. Dejan de ocupar un lugar en la disputa entre las formas de gobierno, para pasar a ser dos términos que, en la disputa semántica de la política de aquellos años, están revelando hasta qué punto podía hacerse de ellos un uso político muy eficaz, como el que hizo Rosas, para dividir el cuerpo político. Rosas lo faccionaliza al máximo y por lo tanto los conceptos de unitario y federal pasan a utilizarse para dirimir esa disputa. De hecho, la forma de gobierno no se vuelve a discutir, Rosas va a ser el principal responsable de frenar toda tentativa de una organización nacional y reunir un nuevo congreso constituyente. 

¿Por qué lo hizo? 

La división entre unitarios y federales le permitió colocar al unitario como el enemigo de esa unidad federal. Así se naturaliza la idea de que lo federal es bueno y lo centralista es ontológicamente malo; se desplaza al unitario del plano de la legitimidad política. Entonces, de allí en más, lo unitario y lo federal deja de tener el viejo contenido de disputa en torno a cuál será el sujeto de imputación soberano y la futura organización del país, para ser un instrumento político en manos del rosismo y establecer las fronteras entre amigo o enemigo, entre los que estaban autorizados a formar parte de ese espacio político y los que no. 

¿Sigue vigente esa distinción entre unitarios y federales en los postulados revisionistas? 

Hoy se reactualizan las viejas disputas entre unitarios y federales; aparecen los panteones, entre ellos el revisionista, con Juan Manuel de Rosas a la cabeza como el gran campeón del federalismo, a partir de la construcción de una república federal y una confederación federal, donde el federalismo pasa a ser una idea indiscutible. Es decir, no se somete a discusión ni a revisión qué forma debía adoptar ese federalismo. Lo que tenemos en realidad es una forma institucionalmente confederal, con provincias autónomas, pero donde la provincia más importante, que es Buenos Aires, puede (a partir de un rosismo que hace del federalismo esta reivindicación, no en términos de forma de gobierno sino de lucha facciosa) imponer un sistema. Dentro de la provincia de Buenos Aires este sistema va ser de carácter unanimista y plebiscitario y, hacia afuera, gracias al pacto federal, le otorga a Buenos Aires las relaciones exteriores y los mecanismos para intervenir en las provincias. Todo esto acompañado con amenazas de coacción, el envío de ejércitos si era necesario, pero también con la convicción de que a través de mecanismos de consenso se podía lograr esta suerte de unanimidad federal en toda la confederación. Rosas logra hacer con el federalismo una gran bandera política, que le da mucho poder. 

¿Cuánto de esto se constituyó en una práctica política común en el siglo XX y hasta nuestros días? 

La Constitución de 1853, entre otras cosas, establece un punto fundamental para diferenciarse del rosismo y evitar los riesgos que un régimen unanimista podía acarrear al prohibir explícitamente el otorgamiento de facultades extraordinarias. Líderes con vocación plebiscitaria tuvimos siempre. Yrigoyen la tuvo; obviamente, Perón. Ahora, va adoptando distintos formatos y variantes en las prácticas políticas e institucionales, pero sin duda que esta reivindicación de una soberanía popular, que a través de la aritmética del voto busca refrendar determinadas políticas de Estado, está muy presente en nuestra historia y sigue vigente en nuestros días, aunque revista un carácter de novedad. Es una idea muy vieja, diría pre-constitucional. 

¿Hay algo de eso en la reivindicación revisionista que hace el kirchnerismo? 

El Gobierno tiene una vocación pocas veces vista por hacer un uso político del pasado, por reivindicar una línea específica de ese pasado. Lo está mostrando en las últimas iniciativas públicas, desde la conformación del Instituto Dorrego y lo que está ocurriendo ahora con los cambios en el Museo Histórico Nacional y otros espacios, como el Museo del Cabildo. Se pretende imponer una línea muy anacrónica, que reivindica un determinado panteón y ciertos personajes. Es una línea que no es nada nueva y se fue construyendo a partir de los años 30, con ese revisionismo histórico. Aquello que nació como una disputa ideológica frente al liberalismo hoy sorprende a gran parte de la ciudadanía y a los historiadores como una operación de reivindicar una línea que no revisa el pasado sino que pretende escribirlo a su medida. 

¿No alienta el debate esta confrontación de perspectivas? 

El Bicentenario fue un momento de oportunidad para enriquecer el gran debate en torno a nuestra historia; un debate donde se disputan las memorias históricas y las distintas interpretaciones. La sensación que tengo es que, lejos de abrir ese debate, lo que se hace es cerrarlo y tratar de imponer nuevamente a la historia como el gran tribunal que dirime entre buenos y malos. Faccionaliza el espacio historiográfico y es muy eficaz para sostener la división entre los distintos sectores ideológicos de nuestro país, pero le hace un flaco tributo a ese pasado, con toda la riqueza que éste tiene.

sábado, 30 de marzo de 2013

OPINIONES Y CONCEPTOS SOBRE JUAN MANUEL DE ROSAS

Juan Manuel de Rosas (óleo de autor anónimo).



“Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate. Hablar de la expectabilidad de Rosas es hablar de la expectabilidad del país que representa”. (Juan Bautista Alberdi, Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho).

“Yo fui su enemigo, lo recuerdo con disgusto”. (Juan Bautista Alberdi, Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho).

“No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar (Plebiscito del 26, 27 y 28 de marzo de 1835, en Buenos Aires). Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión...que el de Don Juan Manuel de Rosas” (Domingo F. Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie).

“Se paseaba triunfante por las calles de Buenos Aires, hacía gala de su popularidad, recibía a todo el mundo, era un eco de alegría y de aplausos el que se alzaba por donde él pasaba; su casa era el pueblo, el pueblo lo amaba” (Florencio Varela, cit. en Manuel Gálvez, Vida de Juan Manuel de Rosas).

“Buenos sentimientos le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle” (Justo José De Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858, cit. en Mario César Gras, Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros).

 “Rosas... llegó un momento en que dominó por completo el escenario del país y su acción trascendió los límites de Argentina... Rosas tuvo amigos entre gente importante y entre los humildes. Mas su prestigio como hombre lo afirmó en estos últimos; entre los importantes se incubaron sus enemigos... A los personajes federales del interior, los envolvió en una trama amistosa tan fuerte y sutil que sin su conocimiento haría inexplicable la acción política desplegada. Con Estanislao López y Juan Facundo Quiroga estructuró la confederación a partir de 1831 sobre la base de un íntimo entendimiento... En la correspondencia sostenida con uno y otro y los respectivos actos de conducta aparenta dos ecuaciones personales diferentes fruto de una conciencia política proteiforme. Es un Príncipe Criollo” (Emilio Ravignani, cit. en Fermín Chávez, La Vuelta de Don Juan Manuel).

“En muchas oportunidades como en una carta a Clarín en 1966, afirmé que es una triste muestra de inmadurez política y espiritual, el exilio póstumo de Juan Manuel de Rosas. Un hombre que luchó por la soberanía nacional contra potentes enemigos de afuera así como contra los argentinos que desde adentro los apoyaban...en esta ciudad de Buenos Aires hay calles que celebran la memoria de modestos concejales, por el sólo mérito, quizá, de haber promovido la lucha contra el tabaco, o exigido salivaderas en los lugares públicos; pero no hay una sola calle, y mucho menos una avenida, para hombres como Rosas y Quiroga” (Ernesto Sábato, 1974).

“El primero que después de San Martín muere en el exilio por haber defendido dignamente la soberanía popular y la independencia de la Patria. Los que se han dicho sanmartinianos, parecen no haber comprendido la lucha contra el colonialismo que realizó Rosas, lo que San Martín vio claro a quince mil kilómetros de distancia. Él le rindió a Rosas el mejor homenaje que un soldado puede rendir a otro soldado: su sable libertador...”. (Carta de Juan Domingo Perón a Fermín Chávez, 20 de octubre de 1970, cit. en Fermín Chávez, La Vuelta de Don Juan Manuel). 

“Juan Manuel es mi amigo. Nunca me he engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel, no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien...” (Discurso del cacique Catriel en Tapalqué por el segundo gobierno de Rosas, cit. en Adolfo Garretón, Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833).

“Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios, y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos” (Cacique Catriel, cit. en Julio A. Costa, Roca y Tejedor). 

“Que él había acompañado en cinco campañas a Juan Manuel y que siempre había de morir por él porque Juan Manuel era su hermano y el padre de todos los pobres” (Discurso del cacique Nicasio en Tapalqué por el segundo gobierno de Rosas, cit. en Adolfo Garretón, Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833).

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” (José de San Martín, 3° artículo de su testamento, cit. en Ricardo Font Ezcurra, Correspondencia entre San Martín y Rosas).

“Como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida Patria y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán encontrado; deseo que al terminar su vida pública se vea colmado del justo reconocimiento del pueblo argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota” (José de San Martín, cit. en Ricardo Font Ezcurra, Correspondencia entre San Martín y Rosas).

viernes, 22 de febrero de 2013

UN MATRERO CONSAGRADO A LA HISTORIA. BREVE RESEÑA SOBRE LA VIDA Y OBRA DE FERMÍN CHÁVEZ




Fermín Chávez.




                               Por Francisco José Pestanha*

“En verdad, la Nación y todo proyecto nacional, en el mundo de la periferia siempre fueron objetos de campañas destinadas a mantener el dominio o a conquistarlo. Los argentinos sabemos bien como funcionó el famoso dilema Civilización o Barbarie blandido como verdad científica. Hoy aquel primer termino de la vieja disyuntiva ha sido reemplazado por modernización, eficientismo, o poder tecnológico, contra el que no se puede” (Fermín Chávez).
                                                                                                                                

Su infancia     

Benito Enrique Chávez (Fermín) nació un 13 de julio de 1924 en El Pueblito, un caserío situado a 24 kilómetros de la localidad de Nogoyá, provincia de Entre Ríos. Hijo de Gregoria Urbana Giménez oriunda de Paysandú y de Eleuterio Chávez; el pequeño transcurrirá sus primeros años en un medio rural que nunca olvidará y que, probablemente, contribuyó a forjar en él una sencillez admirable.
Su padre fue agricultor hasta que a mediados de 1920 abandonó la actividad. Son tiempos de la crisis de un modelo agro exportador cuyos primeros indicios comenzaron a manifestarse en la periferia. Los pequeños y medianos agricultores se constituirán en las primeras víctimas de un crack internacional que hará tambalear al “granero del mundo”. A consecuencia de ello, don Eleuterio, deberá alternar su tiempo entre el oficio de peluquero y de fabricante de escobas de palma. Durante un breve lapso administrará un pequeño boliche de campo en el paraje de Crucesitas.

Desde muy niño sorprenderá a Fermín el cuño yrigoyenista de su progenitor quien militará activamente en el partido centenario hasta 1951. Según su propia confesión lo deslumbrará además esa misteriosa relación que se estableció entre el Peludo y el criollaje. Nuestro maestro interpretará años después que para muchos criollos, Yrigoyen, representó la reencarnación de la figura del caudillo y el resurgimiento de la estirpe federal. Sus primeros recuerdos políticos se remontan a la campaña de 1928, donde recuerda que su padre lo hacía subir a una mesita junto al camino que cruzaba delante de la casa para que les gritara a los del otro bando: “¡Viva Yrigoyen! ¡Yrigoyen presidente! ¡Melo, Gallo que             revienten!”[1].

            En los comicios de  1952 don Eleuterio votará por primera vez a Juan Perón.
 Desde niño recibirá la tradición López Jordanista de su abuela Martiniana, quien había contraído nupcias con Santiago Moreira un criollo que, integrando las tropas de Ricardo López Jordán, cayó prisionero en la batalla de Don Gonzalo el 9 de diciembre de 1873. En aquella legendaria contienda que constituirá un hito en la derrota de los federales, una columna del ejército nacional al mando de Juan Andrés Gelly y Obes a fin de dar cuenta de “gauchos de Jordán”, recurrirá a fusiles de repetición y asimismo, a una nueva arma: la ametralladora. El hijo de Moreira, Santiago Pantaleón, según reconoce el mismo Chávez, tuvo sobre él muchísima influencia debido a sus relatos históricos, además, la palabra de la abuela Martiniana “era palabra santa” en la intimidad familiar[2].

Su formación 

Una vez por semana llegaba al pueblito la revista Caras y Caretas publicación que alimentó las lecturas infanto juveniles de Fermín. Los Chávez no tenían radio, pero cada tanto, podían escucharla en la casa de su tía Vitalia López.
Su educación inicial estará marcada por las contradicciones entre el “relato oficial” de la historia que fue adquiriendo en la Escuela Provincial Nº 14 y las narraciones que circulaban dentro de su ámbito familiar. Mientras en la escuela Justo José de Urquiza aparecía como el inmenso prócer provincial con proyección nacional, en su casa, el verdadero “héroe” será Ricardo López Jordán.
La caída del caudillo radical en setiembre de 1930 será vivida por los Chávez como un verdadero drama; la crisis económica, los obligará a radicarse temporalmente en la ciudad de Nogoyá. Cohabitarán un tiempo en casa de su tía Rosa Moreira, y de regreso a El Pueblito, Fermín volverá a estudiar en la escuela 14. Recién conocerá la “gran ciudad” Paraná en 1936 oportunidad en que junto a sus padres, visitarán a su hermana mayor María Petrona.
A instancias de fray Reginaldo de la Cruz Saldaña (hombre de la Iglesia al que le estará eternamente agradecido) Chávez proseguirá sus estudios en la ciudad de Córdoba en un colegio apostólico dominico orientado hacia las vocaciones sacerdotales. En cierta conversación nuestro maestro relatará que aquella oportunidad fue única, ya que en Nogoyá no había escuela nacional, y la de Victoria, estaba reservada sólo para las familias acomodadas. Concluido el ciclo secundario en la ciudad mediterránea viajará a Buenos aires a estudiar filosofía como novicio al convento de Santo Domingo, para posteriormente, partir hacia Cuzco con la intención de perfeccionarse en teología en un colegio internacional dominico.
Su estadía en la ciudad de Buenos Aires entre 1939 y 1942 será determinante en su posterior accionar intelectual y político, ya que coincidirá con el “cenit” de los cursos de cultura católica. El principal de la orden –el Padre Páez– enseñará en dichos cursos junto a Leonardo Castellani, Alberto Molas Terán, y César E. Pico. De esta forma Fermín se acercará al nacionalismo en una época donde el clima de la guerra influía nítidamente en la política local. En 1941 publicará su primer poema en Crisol un diario nacionalista argentino dirigido por Enrique P. Osés.
Tres años habían transcurrido de su estadía en el Perú cuando los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 lo sorprendieron como a otros tantos, anoticiándose de lo ocurrido en su patria por radio. Fermín retornará al país recién en octubre de 1946 para, inmediatamente, incorporarse a la actividad cultural, intelectual y política. Su primer sustento económico lo obtendrá gracias a los buenos oficios de su amigo José María Fernández Unsain quién lo recomendará para la redacción diario Tribuna, un periódico de orientación nacionalista donde escribirán entre otros Gilberto Gomes Ferrán, Luis Soler Cañas y el mismísimo Jorge Massetti. En aquellos tiempos publicará en la revista Tacuara un poema en homenaje a Darwin Passaponti asesinado al anochecer del 17 de octubre de 1945.
Con relación a sus principales influencias intelectuales Chávez sostuvo en más de una oportunidad que la obra de Santo Tomás de Aquino y las enseñanzas de Jacques Maritain y de Réginald Garrigou-Lagrange marcaron a fuego sus primeras reflexiones. Pero además, hará especial hincapié en el influjo que sobre él ejercieron autores nacionales como Ramón Doll, Ernesto Palacio, la prédica del  periódico Crisol y en especial, los artículos de Osés. No obstante ello, en ciertas entrevistas, ha confesado ascendentes tempranos en Leopoldo Lugones y en Leopoldo Marechal entrelazados con fascinantes lecturas de Federico García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Hernández.
El maestro entrerriano relatará además que en aquellos tiempos, previos al peronismo, el único integrante de FORJA cuya labor intelectual conocía era Raúl Scalabrini Ortiz, ya que nacionalistas y forjistas, transitaban senderos paralelos. Mientras el nacionalismo ganaba la calle, los forjistas concentraban sus actividades hacia el campo de lo cultural y lo conceptual, aunque con el tiempo, las filiales de orientación yrigoyenista se irán multiplicando, obteniendo significativa presencia a principios de la década de 1940 en algunas provincias y localidades. Fermín admitió, además, la existencia en aquella época de una versión nacionalista elitista de orientación maurrasiana surgida durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear.
Entre 1926 y 1929 se producirá el nacimiento del periódico Nueva República y luego Liga Republicana en los que escribirán figuras como Ernesto Palacio, Roberto de Laferrére, Federico Ibarguren, Juan E. Carulla, Julio Irazusta, César E. Pico, Daniel Videla Dorna, entre otros, cuyos textos integrarán en la época los tiempos de lectura de Fermín junto con los clásicos grecolatinos. 
Al advertir el fracaso político de Uriburu algunos nacionalistas asumirán un antiimperialismo militante que los llevará a colaborar con las investigaciones realizadas por Lisandro de la Torre sobre la cuestión de las carnes –e inclusive– acompañarán la acción del radicalismo conspirativo durante la década infame. Aquel nacionalismo surgido a principios de siglo comenzará a evolucionar hacia 1935, surgiendo de allí una corriente popular.
Respecto a la relación entre el nacionalismo y Juan Perón, Fermín admitirá que varias de sus figuras “convergerán al peronismo, así como otras se opondrán: no quieren a Perón, y al rechazarlo a él rechazan al movimiento popular. Estos nacionalistas ven a Perón como un caudillo excesivamente pragmatista o para decirlo con las palabras que se utilizaron, no sólo desde el nacionalismo sino también desde el lado liberal como un oportunista que sabe hacerse cargo del momento histórico y que va adelante”[3]. Entre los nacionalistas que comprenderán al peronismo, Fermín destacará a Alberto Baldrich.
Para Chávez el nacionalismo argentino irá evolucionando desde una matriz originaria ciertamente elitista e influida por la obra de Maurras hacia una versión de nítida orientación popular. Trascurrido el año 1935, atestiguará el maestro, la gran acción del nacionalismo se expresará a través de publicaciones y periódicos que golpearán sistemáticamente al gobierno de Justo, textos en los que aparecerán ideas como la de justicia social. Ya iniciada la década de 1940, las tres banderas del justicialismo estarán prácticamente expresadas en el manifiesto que José Luis Torres redactará para el general Juan B. Molina en 1942[4].
Durante el primer peronismo, siendo ya agente estatal en salud pública a instancias de Ramón Carrillo, Chávez será destinado a la oficina de prensa de la GGT donde colaborará con el órgano oficial de la central obrera. En 1950, conocerá a Eva Perón al integrarse a una peña de jóvenes escritores y poetas que se reunían todos los viernes en la sede del Hogar de la Empleada. Con Evita, compartirán también cenas e interminables tertulias en la residencia de Agüero y Alvear donde luego se trasladó la peña. Asimismo por esos años, contraerá matrimonio con Antonia Simó. De dicha relación nacerán dos hijos, Fermín (fallecido en un trágico accidente aéreo) y Simón, talentoso músico, fotógrafo y realizador. Además colaborará con la Dirección General de Cultura dirigida por aquel entonces por  José María Castiñeira de Dios.

Obra y militancia

Su primer libro de poesía Como una antigua queja será impreso en los talleres de la CGT merced al papel cedido por la Federación de Trabajadores del Papel, Cartón, Químicos y afines, y el segundo libro, Dos elogios dos comentarios, editado por la peña Eva Perón. En 1952, luego del fallecimiento de la jefa espiritual del peronismo, estrenará Un árbol para subir al Cielo fantasía para niños de su autoría dirigida por Lola Membrives. Entre 1953 y 1957 se desempeñará como redactor de la revista Dinámica Social.
Acontecida la revolución “Libertadora” y ya proscripto, su respuesta será inmediata; publicará su extraordinaria obra Civilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la Cultura Argentina, participando activamente al mismo tiempo en numerosas publicaciones clandestinas como De frente, El populista, y Norte.
En 1958, será designado por Juan Domingo Perón como miembro suplente del comando táctico creado para comunicar y difundir la orden de voto a Frondizi –pero al negarse a votarlo– será separado inmediatamente del cargo. En 1963 recaerá sobre su persona el rol de delegado interventor del Partido Justicialista de Santiago del Estero, y en 1964, la Fundación Scalabrini Ortiz publicará su obra Poemas de fusilados y proscriptos.
Entre 1973 y 1974, dictará Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y como periodista y columnista publicará, sus artículos en Crítica, Panorama, La Prensa, El Hogar, Crisis y Megafón.
Según Enrique Manson, la “ojeriza” de José López Rega lo excluyó de integrar la comitiva en el primer retorno de Perón. No ocurrirá lo mismo con el segundo y definitivo. Fermín respecto al viaje de regreso relatará que, debido a su buena orientación en el aire, notó inmediatamente que el avión cambiaba su rumbo para aterrizar definitivamente en Morón[5].
En 1990 recibirá el Premio Consagración Nacional por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación, en 1991 dictará la materia Historia del Pensamiento Argentino en la Universidad de La Plata –y entre 1996 y 1998– Historia Social y Económica en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora. El 2 de octubre de 2003, a instancias de tantos compañeros como Arnaldo Goenaga, será declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por Ley Nº 1090/2003.
Fermín publicó más de 46 libros además de continuar la obra de su maestro y amigo José María Rosa con la colaboración de Juan Cantoni, Jorge Sulé, y Enrique Manson. Alguno de sus libros más destacados aparte de los ya mencionados: Vida y muerte de López Jordán (1957); José Hernández, periodista, político y poeta (1959); Historia del país de los argentinos (1967); Perón y el peronismo en la historia contemporánea vol. I (1975); Historicismo e iluminismo en la cultura argentina (1977); La recuperación de la conciencia nacional (1983); Perón y el justicialismo (1985); Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico (1994); La conciencia nacional (1996); Alpargatas y libros volúmenes. I y II (2003/2004). Además, editará numerosas obras de poesía sosteniendo desde siempre una profunda valoración de lo gauchesco como emergente de la autentica cultura popular. En este sentido publicó en 2004 Historia y antología de la poesía gauchesca un extraordinario trabajo de setecientas páginas donde reunió la obra de más de ochenta poetas de la gauchesca y nutrida producción gauchipolítica.

Fermín y la Historia

Desde el punto de vista historiográfico la concepción filosófica que inspiró a  Fermín Chávez fue el historicismo cuyo supuesto esencial radica en que, “...para estudiar cualquier ser colectivo sea que se considere o no a éste como un organismo, es indispensable conocer todos los elementos que lo forman y sus modos de funcionar, con resultados varios en su vida anterior y su vida presente[6].
En tal contexto, Chávez batallará incansablemente contra el recorte del relato histórico que acompañó al proceso de conformación del Estado nacional después de Pavón. Para Fermín el rescate integral e integrado de episodios y protagonistas obliterados en el relato  institucionalizado y su puesta en valor, resultará fundamental para superar ese verdadero desprecio por nuestro pasado que emergió durante el siglo de las luces (Aufklärung), período histórico donde se sobrestimó la capacidad de la razón humana (que para muchos filósofos de la época era siempre idéntica a sí misma, igual en todos los hombres y en todos los tiempos) –y donde lo racional– en palabras de Fermín debía sustituir a lo real en tanto este último, era juzgado como producto absurdo de la historia. 
Cabe señalar que para los historicistas como Fermín la redención del “ser histórico” no perseguía fines meramente académicos –sino muy por el contrario– objetivos “político culturales vitales en cuanto “lo pasado” es constitutivo de “lo presente” y determinante de “lo futuro”[7].
En ese orden de ideas, para el entrerriano y otros revisionistas, a mediados del siglo XIX, se consolidó en el poder del país una elite que se propuso “civilizar” por la fuerza a la barbarie nativa. Civilizar, en palabras de Arturo Jauretche, no solamente significó desnacionalizar mediante la importación acrítica de ideas, conceptos, valores y productos culturales, sino también cercenar la historia para acomodarla al proyecto político, cultural y económico triunfante.
El civilizar implicó, entre otros dispositivos, la importación a libro cerrado de la doctrina iluminista que para Fermín no sólo generó en el país un prejuicio moral y cultural respecto a nuestras raíces indo-hispánicas, sino que además, a partir de su influencia, empezó a germinarse una dicotomía donde lo bárbaro resultó paradójicamente lo propio y lo civilizado lo ajeno. La idea de barbarie empezará a cobrar para nuestro maestro un sentido peyorativo hacia adentro, trastornando los supuestos culturales “hasta el punto de hacerle creer a los nativos que nuestra propia civilización consistía en la silla inglesa y en la levita”. El iluminismo en nuestra región presupuso así una concepción naturalista y universalista de la sociedad “bajo la cual habría de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra propia (…) germinación espiritual[8].
La oposición Civilización o Barbarie selló de esta forma una fuerte impronta fundacional en la formación del Estado argentino; dicotomía que por antinatural  –ya que los civilizados no eran tan civilizados ni los bárbaros, tan bárbaros– determinó la formación de una superestructura opresiva y alienante, que implicaba perturbar nuestro propio proceso de conformación nacional a partir de la negación u ocultamiento de elementos sustanciales de nuestro pasado.
Para el autor este fenómeno de índole sociológico, al consolidarse en el tiempo mediante su incorporación acrítica en los distintos estamentos del sistema educativo, fue transformándose en una deformación de índole ontológica, ya que ciertos preceptos y perjuicios se fueron expandiendo por vastos sectores de la sociedad. Por eso Fermín insistía que las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas. En síntesis: una de las principales líneas de investigación de nuestro maestro se orientó hacia el análisis de los mecanismos de coloniaje cultural y sus consecuencias, entre ellas, la disociación entre las elites “ilustradas” y el pueblo.
Chávez reconocerá que contra tal opresión alienante, surgirá desde el llano, una matriz resistente que se expresó esencialmente a través de la cultura popular y particularmente a través la poesía gauchesca. Luego devendrá una corriente de pensamiento nacional a la cual adscribirá. Fermín comprenderá como pocos que ese primer peronismo, germinará luego de una profunda revolución cultural impulsada por la llamada generación décima, progenie que reaccionó aguda e incansablemente contra el coloniaje y que se propuso la búsqueda de un sentido y destino colectivo. Se afirma en tal sentido que: “la revolución estética y el nacionalismo cultural se expresarán a través de una innumerable cantidad de artistas y autores, en todos los campos del quehacer estético-cultural”[9]. La importancia de lo cultural en la construcción de la autoconciencia nacional será vital en la obra del entrerriano.
Otro de los aportes sustanciales de nuestro maestro fue la valoración crítica de los aportes conceptuales de las distintas vertientes del nacionalismo argentino a la conformación de la doctrina nacional, popular y humanista que nutrió al peronismo. El abordaje que Fermín realiza de la producción teórica del nacionalismo y su evolución hacia un nacionalismo popular de cuño humanista, son imprescindibles no solamente para comprender al primer peronismo sino a aquella etapa de la historia argentina.
Para finalizar cabe reseñar que sus legados historiográficos fueron descollantes. No solamente los ampliamente difundidos respecto al Chacho Peñaloza y a López Jordán, sino los publicados respecto a José Hernández, Juan Manuel de Rosas y a distintos protagonistas de nuestra historia y de nuestra cultura. Su libro Vida y Muerte de  López Jordán constituye un antes y un después en la historiografía entrerriana, y las consecuencias de aquel texto, aún resultan admirables.
Perón, Evita y el peronismo tuvieron en Fermín Chávez a su máximo historiador.  Como enseña Alberto González Arzac: “…sobre ellos también dio a conocer numerosas obras, formando parte del Instituto Nacional que lleva el nombre del ex presidente de la Nación, a quien conoció conversando con fray Pedro Errecart el 20 de junio de 1943, en la vereda de la calle Victoria (ahora Hipólito Yrigoyen) al 300 de la ciudad de Buenos Aires; poco después, publicó en Nogoyá un artículo sobre Perón y el Derecho de Gentes, y en Buenos Aires: Perón y la humanización del capital. Esa adhesión política, cuando aún Perón no había accedido a la Presidencia, quedó confirmada a través del trato frecuente y afectivo que poco después recibió de Evita (con quien colaboró); ella hizo editar cuidadosamente los versos de Chávez titulados Dos elogios y dos comentarios (1950). En años de exilio, Juan Domingo Perón distinguió a Chávez remitiéndole cartas personales que atesoró en su nutrido epistolario e invitándolo a acompañarlo en el vuelo de retorno a la Argentina”[10].
 Admitiendo haber recibido influjos de autores como Johann Gottfried Herder, filósofo y escritor alemán que lo llevaron a publicar Herder el alemán matrero y de la Scienza nuova de Giambattista Vico en obras como Porque esto tiene otra llave. De Wittgenstein a Vico, la influencia del historicismo en la corriente nacional será reconocida por el autor quien en numerosas oportunidades nos desafió  recuperar la vertiente historicista en la Argentina.
Afortunadamente ese deseo comenzó a materializarse a partir del impulso de la Rectora de nuestra Universidad, Doctora Ana Jaramillo, quien acaba de publicar una obra: “El Historicismo de Nápoles al Río de la Plata” editado por  La Universidad Nacional de Lanús, texto que seguramente como aquellos clásicos de Fermín, desafiará a las nuevas generaciones a reencontrarse con una matriz vital para encarar un adecuado proceso de autoconocimiento.
          

*Texto incluido en la obra “Fermín Chávez; epistemología de la periferia” compiladora  ANA JARAMILLO. Ediciones Universidad Nacional de Lanús. 2013.





[1] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[2] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[3] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[4] Ibídem.
[5] Chávez, Fermín: “Entrevistas varias”. Repositorio documental Fermín Chávez.
[6] Escalante, Wenceslao: citado por Fermín Chávez: “La conciencia nacional; Historia de su eclipse y recuperación”. Editorial Pueblo Entero. Año 1996.
[7] Pestanha, Francisco: “Las manos de Fermín”. En http://www.nomeolvidesorg.com.ar/nota0283.html
[8] Chávez Fermín: “Historicismo e iluminismo en la cultura argentina”. Centro Editor de América Latina. Año 1982.
[9] Wally, Juan W.: “Generación de 1940: Grandeza y Frustración”. Editorial Dunken.
[10] González Arzac, Alberto: “Recordando a Fermín Chávez”. En www.nomeolviodesorg.com.ar

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